Deslucida ‘urbi et orbi del Papa Francisco, la Traditionis Custodes y la obediencia, ¿el fin de la civilización cristiana?

Deslucida ‘urbi et orbi del Papa Francisco, la Traditionis Custodes y la obediencia, ¿el fin de la civilización cristiana?

Domingo después de la Navidad, este año, pegado a la Navidad, y Fiesta de la Sagrada Familia. Hemos asistido a la Bendición Urbi et Orbi en otros tiempos, en otros pontificados, una referencia para la ciudad y el mundo y hoy un mero acto de trámite que no despierta ningún interés ni en la ciudad, ni en el mundo. Hace muy poco tiempo, demasiado poco, pensábamos que el enorme espacio, y bellísimo espacio, de la plaza de San Pedro se había quedado muy pequeño,  el colonnato quedaba rebasado por el número de fieles.  La imagen de ayer, con un cielo romano lloroso, era la viva imagen, a estas alturas imposible de ocultar, de la decadencia de un pontificado que empezó con tantas ilusiones y esperanzas y que se va extinguiendo en una larga agonía. Oficialmente, nos dicen que veinte mil, la realidad es muy terca y las imágenes también. No son días para entrar en recuentos precisos, sin duda alguien ha visto doble, o triple.

La tradicional bendición navideña se suprimió con la ocupación de Roma del ejército del Reino de Italia en 1870 y hasta 1921 la Urbi et Orbi se realizó desde la logia interior de la basílica o en San Dámaso. Pío XI, elegido en 1922, volvió a dar la bendición en el exterior.  El año pasado tuvimos mensaje desde el Palacio Apostólico Vaticano este año hemos vuelto a la plaza. «Hoy, en esta época de oscuridad e incertidumbre por la pandemia, aparecen varias luces de esperanza, como los descubrimientos de vacunas. Pero para que estas luces iluminen y traigan esperanza al mundo entero, deben estar disponibles para todos. No podemos permitir que los nacionalismos cerrados nos impidan vivir como la verdadera familia humana que somos».

El Papa Francisco encuentra una vena poética y cita a Dante: «Hoy el amor que mueve el sol y las otras estrellas» ( hasta aquí Dante)  “Vino en forma humana, compartió nuestras tragedias y rompió el muro de nuestra indiferencia. En el frío de la noche nos tiende sus bracitos: necesita de todo, pero viene a darnos todo. Le pedimos la fuerza para abrirnos al diálogo. En esta fiesta le rogamos que despierte en el corazón de todos los anhelos de reconciliación y fraternidad. Le dirigimos nuestra petición». No podía faltar la madre tierra:  «Verbo eterno, que se hizo carne, haznos atentos también a nuestra casa común por el descuido con el que solemos tratarla, y estimula a las autoridades políticas a encontrar acuerdos efectivos para que las próximas generaciones puedan vivir en un entorno respetuoso con la vida».

El Papa Francisco sigue en sus mensajes navideños con  toda su atención en los males del mundo:  “Incluso a nivel internacional existe el riesgo de no querer dialogar, el riesgo de que la compleja crisis lleve a elegir atajos en lugar de los caminos más largos del diálogo”.  No salimos de los mantras habituales de pontificado sin novedades: “Hijo de Dios, consuela a las víctimas de la violencia contra la mujer que es rampante en este tiempo de pandemia. Ofrezca esperanza a los niños y adolescentes que son acosados ​​y abusados. Da consuelo y cariño a los ancianos, especialmente a los que están más solos. Da serenidad y unidad a las familias, lugar primordial de la educación y base del tejido social ”.

No censan las reacciones a Traditionis Custodes. No ha tocado el Papa Francisco una parcela compuesta por gente que no ete acostumbrada a pelear y la batalla se presume larga y cruenta. El P. Louis-Marie de Blignières, Superior de la Fraternidad Dominicana de San Vicente Ferrer:  «La liturgia tradicional es la naturaleza de nuestro ser». Abandonar el rito romano «mataría lo que ha moldeado nuestro espíritu durante décadas», explica que su comunidad está «guiada por la fidelidad a la Sede Apostólica, íntimamente unida por el apego a la tradición latina». La Traditionis Custodes es una invitación a «rechazar ‘la forma en que Dios quiere para hacernos santos’, por tanto, la liturgia original no puede eliminarse. Deja muy claro que «se tomarán todas las medidas para garantizar su identidad». Los miembros de la Fraternidad han emitido votos que los unen a los Ritos Eternos.

En la misma línea, pero con una mayor carga de profundidad, Peter Kwasniewski  en Crisis Magazine el 24 de diciembre de 2021 ‘Verdadera obediencia versus revolución en la iglesia’ toca un tema cada vez más central, tanto para los católicos como para los ciudadanos, el de la obediencia con relación a las leyes, eclesiásticas o civiles, que se perciben como injustas y, por tanto, actos de violencia.  Es un extracto de su libro True Obedience in the Church: A Guide to Discernment in Challenging Times  disponible en digital y que tendremos en papel en febrero.  Es un análisis de la revolución  en la Iglesia Católica Romana y una invitación a la acción práctica para el clero y laicos católicos romanos.

El Papa Benedicto XVI afirmó la vigencia perpetua de la Misa Tradicional y su sucesor exactamente lo contrario.  ¿Qué debe hacer un católico?  Los temas tratados iluminan este tipo de contradicciones: ¿Están los católicos obligados a vivir en obediencia ciega, incluso en situaciones de anarquía o decadencia, corrupción o apostasía? ¿Pueden los católicos que se esfuerzan por preservar las creencias y prácticas tradicionales ser denunciados de manera creíble como revolucionarios desobedientes? Para los católicos que buscan actuar con rectitud ante Dios y los hombres, discernir la naturaleza y los límites de la virtud de la obediencia se está convirtiendo en el tema más crítico en la actualidad, tanto en la esfera civil como en la eclesiástica.

«La historia de la Iglesia da fe de que se ha demostrado repetidamente que la Misa es precisamente una profesión de fe, como lo demuestran sobre todo las acciones de aquellos que intentaron socavar esa fe. La palabra de los reformadores: «Es la Misa lo que cuenta» era cierta. Así como la unión con Roma es vínculo entre  católicos, nuestra participación común en este, el rito más venerable del cristianismo, es el testimonio y la salvaguardia de ese vínculo». «Los protestantes la rechazaron porque no estaban de acuerdo abiertamente con la lex credendi que expresaba.  Los modernistas, que creía que la lex credendi evoluciona constantemente y debe evolucionar y, por lo tanto, la lex orandi debe ser cambiante y maleable para mantenerse al día». El Concilio de Constanza afirma: «Dado que el Romano Pontífice ejerce un poder tan grande entre los mortales, es justo que esté más atado por los lazos inexpugnables de la fe y por los ritos que deben observarse con respecto a los sacramentos de la Iglesia».

Nos quedamos con algunas de las citas de este estudio que apunta buenas formas. Francisco Suárez, SJ (1548-1617): “Si el Papa da una orden contraria a la moral justa, no hay que obedecerle; si intenta hacer algo manifiestamente contrario a la justicia y al bien común, sería legítimo resistirle; si ataca por la fuerza, puede ser rechazado por la fuerza, con la moderación propia de una buena defensa ”(De Fide, disp. X, fracción VI, n. 16). Sostiene que el Papa podría ser cismático: «si quisiera subvertir todas las ceremonias eclesiásticas basadas en la tradición apostólica» (De Caritate, disp. XII, sección 1).

El Papa Francisco con motivo de la Cumbre de Acción Climat, de los amigos de las Naciones Unidas, y alienta a los jóvenes, los ambientalistas, los gobiernos, las organizaciones internacionales: todavía podemos hacerlo para salvar el planeta. Más: «el problema del cambio climático es un desafío de civilización». «Incluso si la situación no es buena y el planeta lo está sufriendo, la ventana para una oportunidad sigue abierta».

Estos días de la Navidad son muchos los que hablan de que la época de la civilización cristiana se ha terminado. Hacemos referencia al amargo contenido de un trabajo de una académica francesa, Chantal Delsol, en su ‘La fin de la Chrétienté’ esboza un diagnóstico claro. La civilización cristiana, que comenzó en el siglo IV con la conversión del emperador Constantino, puede considerarse terminada. Esto no significa la desaparición del cristianismo, pero la irrelevancia es un hecho. El orden moral que, para bien o para mal, ha gobernado Occidente, se ha derrumbado. El paganismo contemporáneo es esencialmente «cosmoteísta» y la sacralización del cosmos ha suplantado definitivamente a cualquier otro tipo de sacralización.

Francia ya no es un país cristiano,  los lugares de culto se enfrentan con dificultades , los edificios escolares, los centros de formación y asistencia vinculados al cristianismo. Las iglesias están vacías y cerrando  a una velocidad vertiginosa, recicladas en supermercados o incluso mezquitas. En unos pocos años más y la mayoría de los habitantes de ciudades medianas y medianas-grandes francesas serán musulmanas.

Estamos en un momento de cambio que es para todos desconcertante, la vieja división entre tradicionalistas y progresistas ya no tiene sentido. Basta ver el programa electoral de Éric Zemmour para  las elecciones presidenciales del próximo año y ver que será el candidato de la Francia cristiana, laica y religiosa, condenada a muerte por la modernidad. El llamado «ciclón Zemmour» no representa un partido, un grupo de presión, una ideología precisa, representa la civilización cristiana,  no habla ni a los progresistas ni a los tradicionalistas. No moviliza a republicanos ni socialistas. Tampoco gira a la derecha ni a la izquierda. Veremos qué sucederá, pero sin duda  es un momento de un cambio evidente.

El cardenal Gualtiero Bassetti, cercano a los ochenta años,  presidente de los obispos italianos, otra vez positivo por COVID 19, por ahora,  aislado, asintomático y en  buenas condiciones, la vez la cosa estuvo muy justa.

«¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?

Buena lectura.

 

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