SANTOS PAGANOS: DANEL

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SANTOS PAGANOS: DANEL

Su mismo nombre significa “Justicia de Dios” (dan Él); se trata de un rey fenicio, personaje misterioso, ajeno al judaísmo, que aparece en el Libro de Ezequiel, del Antiguo Testamento.E

Aquí debemos distinguir entre el Daniel hebreo y el rey Danel, pagano. Es interesante señalar que modernos descubrimientos en Ras-Shmra, Fenicia se remontan a quince siglos antes de Cristo y como resalta Jean Daniélou, “nos permiten  conocer la vida y las creencias de la civilización cananea, la cual era la de Palestina, antes de la llegada de los hebreos… allí aparece Danel, quien reinaba en el país y era famoso por sus justicia” (Los santos paganos del Antiguo Testamento, Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1960, p. 79).

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Aquí quiero formular un par de observaciones: la primera es que los judíos no son un “pueblo originario” del lugar, por más que hoy lo cacareen; segundo que la justicia del rey Danel era tal en sentido político y jurídico y no en sentido bíblico estricto, primer y tercer significado según voy a señalar, porque al respecto, el término justicia, en lenguaje bíblico tiene por lo menos tres significados: 

En primer lugar, se aplica a la virtud moral, a la observancia de todos los mandamientos contenidos en la ley entregada a Moisés en el Monte Sinaí. El varón justo como Job o Tobías, es quien cumple todas las exigencias de la ley divina. Esta justicia está unida con la misericordia como se expresa en el libro del Éxodo: “Yo soy Yahveh, tu Dios, que castiga en los hijos las iniquidades de los padres hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian y hago misericordia hasta mil generaciones de las que me aman y guardan mis mandamientos” (20, 5/6).

En segundo lugar, una justicia puramente humana, jurídica, que aparece en el Deuteronomio: “Juzgad, según justicia las diferencias que pueda haber entre ellos (los judíos) y los extranjeros (1, 16)” y en el Levítico: “No hagas injusticia en tus juicios, ni favoreciendo al pobre, ni complaciendo al poderoso” (19, 15).

En tercer lugar, la justicia divina, el castigo de Dios contra los enemigos de su pueblo y contra los judíos pecadores; y la concesión de bienes celestiales, el juicio favorable de Dios para con su pueblo y con cada hombre individual cuando es fiel al plan divino.

Es el segundo significado, una justicia humana, política, jurídica, la que brilla en el rey fenicio y como expresa Daniélou, está destinada “a gobernar con prudencia a su pueblo. Ya anuncia a Salomón en el orden de la realeza, como Enoc, prefigura a Elías en el de la profecía y Melquisedec a Aarón en el del sacerdocio” (ob. cit., p.51).

Porque la tarea esencial de Danel era, como será mucho más adelante la de san Luis, rey de Francia, con la justicia debajo de la encina, administrar justicia, según los textos de Ras-Shamra:

“Se sienta ante la puerta

bajo los árboles de la era,

juzga al juicio de la viuda

y juzga al del huérfano”.  

Danel sabe que lo que agrada a Dios es “hacer justicia al huérfano y amparar a la viuda” (Isaías, I, 16, 17). Es un justo extraño a la alianza de Israel.

Es la pureza de su religión cósmica lo que destaca Ezequiel en Danel, cuando opone su humildad a la soberbia del rey de Tiro, que dice: “soy un dios”, y que en nuestros días y en tantos lugares del mundo tiene tantos discípulos implícitos que al decir de Leopoldo Marechal “se creían águilas, temidos y solemnes en su pluma oficial, pero que al ser desnudados, exhibieron risibles alones de gallina”(La Patria, Cuadernos del Amigo, 1960, Didáctica de la Patria, 2, 20).

 Un caso muy actual es el de Alberto Fernández ex presidente turista, golpeador de su pareja, hoy refugiado en Puerto Madero, donde exhibe “risibles alones de gallina”, en compañía de su perro Dylan, a quien no puede ni siquiera sacar a pasear, por temor a la reacción de los vecinos y transeúntes.   

En el libro del profeta Ezequiel, aparece Danel, junto a Noé y Job y de los tres dice el Señor: “En este país se hallan estos tres hombres, Noé, Danel y Job, ellos salvarán su vida por su justicia” (14, 14,).

En este libro la palabra de Dios se dirige al sacerdote Ezequiel y denuncia “las execrables abominaciones de la casa de Israel” (6, 11), sus pecados y su destierro, pero se compadece de los desterrados y les promete: “poner en ellos un espíritu nuevo, quitaré que su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne… y así sean mi pueblo y yo sea su Dios” (11, 19/22).

Y para nuestro tiempo, para nuestra Iglesia aparecen palabras de increíble actualidad: “Ay de aquellos que cosen bandas para todos los puños, que hacen velos para cabezas de todas las tallas, con ánimo de atrapar a las almas… Me deshonráis delante de mi pueblo por unos puñados de cebada y unos pedazos de pan, haciendo morir a las almas que no deben morir y dejando vivir a las almas que no deben vivir, diciendo mentiras al pueblo que escucha la mentira” (13, 18/26).

Hoy estamos hartos de las mentiras de los más altos dignatarios de la Iglesia y como muestra basta un botón: un nuevo cardenal escribió algo denigrante contra los hombres de color, contra los cardenales y obispos africanos que ante los desvaríos vaticanos, con absurdas bendiciones. salvaron el honor de la Iglesia y reafirmaron su tradición y el cardenal Ambongo le pidió explicaciones, dijo que no había escrito lo que escribió y ratificó hace poco. ¡Cobarde!, ¡Mentiroso!, promovido como nuevo cardenal. 

Es nuestra hora, la de los laicos, la de nuestra protesta, respetuosa pero justa y enérgica.

Que san Danel, un rey pagano, justo y sabio, “cuya salvación está afirmada en la Escritura” (Daniélou, ob. cit., p. 56), ruegue a Dios por nosotros, los católicos del siglo XXI. 

              Buenos Aires, octubre 29 de 2024.     Bernardino Montejano  

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