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No censura, sino silencio calculado. Una carta desde Argentina sobre el papa y el aborto

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El post anterior de Settimo Cielo acerca del “papa Francisco censurado cada vez que habla contra el aborto”, ha suscitato la crítica enérgica de un autorizado lector argentino, el filósofo José Arturo Quarracino, sobrino del cardenal Antonio Quarracino, predecesor de Jorge Mario Bergoglio a la guía de la archidiócesis de Buenos Aires.

Según él, es verdad que el papa Francisco habla con dureza contra el aborto, pero lo hace de manera tal que sus palabras no resuenan en los grandes medios de comunicación, que así no sufren ningún tipo de censura, por lo que él se adapta voluntariamente a este silencio.

Si, efectivamente, el papa quisiera que sus palabras contra el aborto tuvieran un mayor impacto en el público, ¿por qué –se pregunta Quarracino– no las pronuncia en un Angelus, en una gran audiencia pública, igual que hace con sus numerosas  invectivas en defensa de la naturaleza o de los migrantes, y no en cartas privadas de las que no informa ni siquiera «L’Osservatore Romano»?

De hecho, si volvemos atrás, a los años de Juan Pablo II, todos recuerdan el formidable impacto público de la batalla que este papa llevó a cabo en defensa de la vida del no nacido.

Ejemplar fue lo que sucedió en 1994, antes y durante la conferencia internacional para la población y el desarrollo convocada en El Cairo  por la Organización de las Naciones Unidas.

El objetivo de esa conferencia era “garantizar los derechos reproductivos”, fórmula que Juan Pablo II tradujo en “muerte sistemática de los no nacidos”.

Pues bien, Juan Pablo II, a medida que se acercaba ese evento, tronó en defensa de la vida y la familia en una serie de Angelus dominicales, llamó al Vaticano a los embajadores de todo el mundo para que oyeran lo que tenía que decir, entregó a los dirigentes de la ONU un memorándum con todas sus objeciones y recibió al presidente estadounidense Bill Clinton en una audiencia que los testigos definieron «tensísima».

El resultado fue que la conferencia del Cairo se convirtió, en los medios de comunicación del mundo, en una batalla campal entre el papa y los poderosos del mundo, pro o contra el aborto, los anticonceptivos y la esterilización. Al Cairo llegaron los enviados de guerra más célebres; para la CNN, Christiane Amanpour.

En cambio, hoy –objeta Quarracino–, el papa Francisco prefiere acompañar sus disimuladas condenas del aborto con un entendimiento cordial con los magnates del “capitalismo inclusivo”, los mismos que financian las políticas abortistas.

A continuación, su carta. En la foto de AFP, el papa Francisco con la entonces presidenta (hoy vicepresidenta) de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner.

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Estimado Sandro:

respecto a tu artículo sobre la censura que se le aplicaría al papa Bergoglio cuando hace referencias al aborto, me permito aportarte algunas precisiones y correcciones.

Si bien es cierto que en estos últimos tiempos el pontífice ha explicitado las definiciones que mencionas, no hay que olvidar dos cosas.

En primer lugar, que desde que triunfó en la elección presidencial, y antes de asumir como presidente, Alberto Fernández afirmó varias veces que la prioridad de su próxima gestión iba a ser la legalización del aborto. En ese momento, la jerarquía católica hizo una sola afirmación en contra, pero muy suave y “sin pelearse”. Tan complaciente fue la actitud episcopal en esos momentos, como lo demuestra un hecho más que significativo: el presidente acudió a celebrar la Nochebuena en la parroquia San Cayetano, de Buenos Aires, donde ofició la Misa el obispo “villero” y auxiliar del Arzobispado de Buenos Aires, monseñor Gustavo Carrara, con foto de camaradería incluida.

En segundo lugar, a fines de enero de este año, el presidente argentino fue recibido en visita oficial por Francisco, en un clima de generosa cordialidad. En esa ocasión no sólo ambos ni siquiera hicieron alusión a la decisión abortista de Alberto Fernández, sino que además monseñor Marcelo Sánchez Sorondo celebró una escandalosa Misa en la cripta donde están depositados los restos de San Pedro, dándole la Comunión, a pesar de su confesada “fe” abortista y su decisión de impulsar la pena de muerte prenatal.

Como resultado de ello, quedó a la vista que el primer magistrado argentino iba a avanzar decididamente con su proyecto, y que la jerarquía eclesiástica, argentina y vaticana, iban a ofrecer una oposición suave, reafirmando su postura pro vida y… nada más.

La pandemia del Covid-19 obligó a postergar los planes gubernamentales, hasta ahora que ha sido llevado al Parlamento nacional, como bien mencionas.

En este contexto, es que se dan a conocer estas afirmaciones pro vida de Bergoglio-Francisco y contrarias al aborto, pero que no son precisamente contundentes en forma pública, sino transmitidas a través de cartas privada.

En el primero de los casos, en el libro-entrevista “Soñemos juntos”, editado por Austen Ivereigh. Son formulaciones doctrinalmente justas y precisas, pero a los pocos días se da a conocer la cooperación del pontífice con el Concejo para el Capitalismo Inclusivo, como si fuera el capellán de ese emprendimiento de la gran plutocracia internacional, con empresas y personajes que en su totalidad han sido los responsables de la implementación del genocidio más grande que conoce la historia humana, el de los niños por nacer. Es decir, Bergoglio compromete su participación en un emprendimiento político-económico, asociado con los que han implementado y llevado a cabo el genocidio que él mismo critica. Es decir: crítico en las palabras contra el aborto, pero socio en los hechos con los promotores del aborto. ¿No es un poco esquizofrénico?

En el segundo de los casos, la respuesta de Bergoglio a las mujeres de barrios populares es con los dos interrogantes bien planteados, pero el pedido de las mujeres había sido de solicitarle ayuda para afrontar la ofensiva abortista en marcha.

En el tercero de los casos, el padre José de Paola da a conocer lo que Bergoglio le escribió en forma privada: dice lo que el pontífice le dice, que no es lo mismo que lo exprese él mismo en forma pública y oficial.

Lo mismo vale para el tercer caso, la carta a un grupo de ex alumnos argentinos. Lo dice en forma privada, como en el caso del padre de Paola.

Si su postura fuera contundente, lo que debería hacer, y todavía está a tiempo, es escribir en forma pública y oficial, con membrete, cartas al presidente argentino y a la vicepresidente Cristina Kirchner, expresándole el rechazo total y absoluto, con el mismo método que utilizó con las mujeres, con el padre Pepe y con sus ex alumnos.

También podría – y debe hacerlo – pedir oraciones por la Argentina para que enfrente con éxito la ofensiva genocida en marcha, tanto en las Audiencias de los miércoles o en los Angelus dominicales. Si en otros temas se compromete públicamente – medio ambiente, inmigrantes, la desigualdad económica global –, ¿por qué no lo hace en este tema, que es más importante que los mencionados?

Si a esto le sumas que al día de hoy el Episcopado argentino no ha actuado ni actúa en forma mancomunada, sino que sus miembros se limitan a hacer afirmaciones a título individual, entonces podes advertir que la oposición a la legalización es “soft”, como parece dejar sentada su postura clásica, pero sin ir a fondo contra la iniciativa.

Respecto a la relación con la señora Cristina Kirchner, quizás sea cierto que nunca tuvo relación con ella después que dejó de ser presidente, pero lo que no dice Bergoglio es que fue él quien gestó personalmente en el 2014 el encuentro y vínculo de ella con el siniestro George Soros, quien es el principal operador político y financiero de la actual ofensiva abortista en estos últimos años en Argentina. Es de esa época que se hizo famosa su exhortación a los argentinos que lo visitaban de “cuidar a Cristina”.

Cuidar a Cristina Kirchner para que sea ahora la impulsora principal y fundamental en el Senado argentino para la aprobación de la ley genocida. Es a ella a quien tiene que escribirle oficial y públicamente los conceptos expresados en forma privada. Si no lo hace, entonces estaremos en presencia de un montaje para encubrir una complicidad de hecho, aunque parezca – y sólo eso es hasta ahora – una oposición total. Hasta ahora, es una oposición aparente, disimulada con fórmulas teóricas.

Hacer negocios con los dueños del Poder Mundial – los Rothschild, los Rockefeller, la Fundación Ford, etc. – no es gratis. Te piden la sangre de los que pueden poner en peligro su “reinado” mundialista, igual que Herodes.

José Arturo Quarracino

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