Está por llegar un nuevo libro sobre el papa Francisco que ya suscita discusiones, mucho antes de su salida a la venta, anunciada para el 26 de febrero:
> Lost Shepherd: How Pope Francis is Misleading His Flock
El título suena decididamente crítico, pero no por prejuicio. El autor del libro, Philip Lawler, es en Estados Unidos una firma católica entre las más respetadas y equilibradas. Ha sido director de «Catholic World Report«, la revista de Ignatius Press, la editorial fundada por el jesuita Joseph Fessio, discípulo de Joseph Ratzinger. Hoy dirige «Catholic World News«. Nació y creció en Boston. Está casado y es padre de siete hijos.
En la etapa inicial del pontificado de Francisco, Lawler no ha dejado de apreciar las novedades. Pero ahora, justamente, ha llegado a ver en él al «pastor desconcertado» de una grey que está a la deriva.
Y ha madurado este juicio crítico sobre Jorge Mario Bergoglio papa, también gracias a una revisión cuidadosa del Bergoglio jesuita y obispo en Argentina.
Que es exactamente lo que han hecho también otros biógrafos del actual Papa, tanto los favorables como los contrarios a él: reconstruir su recorrido argentino, para extraer de allí una mayor comprensión de su obrar como Papa.
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Un ejemplo llamativo de esta revisión de la fase argentina de Bergoglio está en el último de los libros publicados hasta ahora sobre el: «Il papa dittatore» [El Papa dictador], difundido en forma de e-book en italiano y en inglésdesde fines del pasado otoño, de autor anónimo, muy probablemente angloparlante, que se oculta bajo el seudónimo de Marcantonio Colonna.
Uno de los pasajes de «Il papa dittatore» que suscitó más sensación es aquél en el que el autor levanta el velo sobre el juicio respecto a Bergoglio escrito en 1991 por el superior general de la Compañía de Jesús, el holandés Peter Hans Kolvenbach (1928-2016), en el curso de las consultas secretas a favor o en contra del nombramiento del mismo Bergoglio como obispo auxiliar de Buenos Aires.
Escribe el seudo Marcantonio Colonna:
«El texto del informe jamás se hizo público, pero el siguiente estado de la situación fue dado a conocer por un sacerdote que tuvo acceso al informe antes que desapareciera del archivo de los jesuitas. El padre Kolvenbach acusaba a Bergoglio de una serie de defectos, que van desde el uso habitual de un lenguaje vulgar hasta la falsedad, a la desobediencia escondida bajo la máscara de la humildad y a la falta de equilibrio psicológico. En la perspectiva de su idoneidad como futuro obispo, el informe resaltaba que como provincial había sido una persona que sembró divisiones en su Orden».
Demasiado poco y demasiado vago. Pero es indudable la existencia de un juicio sobre Bergoglio pedido por las autoridades vaticanas a Kolvenbach en vista de su nombramiento como obispo.
Así como es indudable la fuerte fricción que había entre el entonces simple jesuita y sus superiores de la Compañía de Jesús, tanto en Argentina como en Roma.
Sobre esta fricción proporcionan informaciones abundantes, sólidas y convergentes otras biografías de Bergoglio, no sospechables de hostilidad preconcebida, porque fueron escritas por autores muy próximos a él o incluso fueron revisadas por él en el transcurso de su redacción.
Es este último el caso, en particular, del volumen «Aquel Francisco«, escrito por los argentinos Javier Cámara y Sebastián Pfaffen con la supervisión del Papa, dedicado precisamente a los años de mayor aislamiento de Bergoglio dentro de la Compañía de Jesús.
En ese volumen no se silencia que sus adversarios jesuitas llegaron directamente a hacer circular el rumor que Bergoglio había sido enviado al exilio en Córdoba, “porque estaba enfermo, loco”.
Pero se silencia totalmente el juicio contrario a su nombramiento como obispo, escrito por el general de los jesuitas, Kolvenbach, cuyo nombre no aparece ni siquiera una sola vez en las más de 300 páginas del libro.
Y no hay noticias del informe Kolvenbach ni siquiera en la que hasta ahora es la biografía de Bergoglio más “amiga” y exhaustiva, escrita por el inglés Austen Ivereigh:
> The Great Reformer. Francis and the Making of a Radical Pope
Pero sobre el origen y sobre el contexto de ese juicio negativo de Kolvenbach las informaciones dadas por Ivereigh/Bergoglio son numerosas y preciosas. Y merecen ser retomadas aquí.
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A sus roces con los hermanos argentinos el mismo Bergoglio hizo referencia en la entrevista publicada en «La Civiltà Cattolica» y en otras revistas de la Compañía de Jesús, poco después de su elevación al papado:
«Mi modo autoritario y rápido de tomar decisiones me ha llevado a tener problemas graves y a ser acusado de ser ultraconservador. Pero jamás he sido de derecha».
En Argentina, en efecto, los que guiaron la campaña contra Bergoglio fueron los jesuitas del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS), «en su mayoría pertenecientes – advierte Ivereigh – a la alta burguesía y al ambiente académico” iluminista y progresista, irritados por el éxito de ese jesuita «proveniente de la clase baja y sin ni siquiera un doctorado en teología», que «privilegiaba la religiosidad popular desatendiendo los centros de investigación»: un tipo de religiosidad «muy próxima a la gente, a los pobres», pero a su juicio «más peronista que moderna».
No fue suficiente, para tranquilizarlos, que Bergoglio dejase de ser provincial de los jesuitas argentinos en 1979, pues su liderazgo sobre una fracción consistente de la Compañía no disminuyó en nada. Mas aun, escribe Ivereigh, «tenía más influencia ahora que toda la que había tenido como provincial».
Pero precisamente por esto sus adversarios estaban cada vez más intolerantes. Las críticas del CIAS y de otros llegaron a Roma, a la curia generalicia de la Compañía de Jesús, donde también el asistente para América Latina, José Fernández Castañeda, era hostil a Bergoglio, y evidentemente convencieron al nuevo superior general Kolvenbach. Quien, en efecto, en 1986, al momento de elegir al nuevo jefe de la provincia argentina, nombró justamente al candidato del CIAS, Víctor Zorzín, quien inmediatamente puso como su mano derecha «a uno de los más feroces críticos de Bergoglio», el padre Ignacio García-Mata, que lo sucederá.
Siguió a ello una limpieza que Ivereigh compara con el «desencuentro entre peronistas y antiperonistas» de la Argentina en los años 50´, con la diferencia que ahora «los ‘gorilas’, los antiperonistas fanáticos, estaban con el CIAS, mientras que el ‘pueblo’ estaba con Bergoglio y sus partidarios». En síntesis: «una limpieza radical, en la que se revocaba absolutamente todo lo que estaba asociado con el régimen depuesto».
¿Y Bergoglio? En mayo de ese mismo 1986, en acuerdo con el nuevo provincial, Zorzín, emigró a Alemania, formalmente para un doctorado sobre Romano Guardini. Pero en diciembre de ese mismo año ya estaba de vuelta en su patria, para alegría de sus todavía numerosos seguidores. Quienes en efecto lograron elegirlo precisamente a él como procurador de la provincia argentina para una cumbre celebrada justamente en la curia generalicia de Roma en setiembre de 1987.
Al año siguiente fue Kolvenbach quien se llegó a Argentina, para un encuentro con los provinciales del continente. Pero evitó encontrarse con Bergoglio, aunque éste se alojaba a pocos pasos de aquél. Escribe Ivereigh: «En los siguientes dos años la provincia se partió cada vez más profundamente» y Bergoglio «fue acusado en forma cada vez más insistente de fomentar ese desencuentro». Cita una frase verbal de las reuniones de los consultores del provincial: «En cada encuentro hablábamos de él. Era una preocupación constante decidir qué debíamos hacer con este hombre».
En 1990 enviaron a Bergoglio al exilio en Córdoba, sin ningún cargo, y mandaron al exterior a sus hermanos más cercanos a él. Pero poco después se produjo el milagro. El arzobispo de Buenos Aires, Antonio Quarracino, pidió a Roma tener precisamente a Bergoglio como obispo auxiliar. Y lo logró.
Ivereigh no dice una sola palabra. Pero es aquí, en las consultas secretas que preceden al nombramiento de cada nuevo obispo, que el superior general de los jesuitas, Kolvenbach, puso por escrito su juicio negativo sobre el nombramiento de Bergoglio. Pero no fue escuchado. Sin embargo, hay un episodio, inmediatamente después de la consagración de Bergoglio como obispo, en el verano de 1992, que muestra cuan áspero seguía siendo el desacuerdo entre los dos.
Mientras esperaba que se estableciera cuál iba a ser su nuevo hogar, Bergoglio se hospedó en la casa de la curia jesuita de Buenos Aires, en la que en el ínterin había llegado a ser provincial su archienemigo García-Mata.
Escribe Ivereigh:
«Pero no era una relación fácil. Bergoglio acusó a García-Mata de haberlo difamado en un informe que el provincial había enviado a Roma (el informe era secreto, pero uno de los consultores le había informado a Bergoglio), mientras que García-Mata se sentía amenazado por la popularidad de la que gozaba el nuevo obispo entre los jesuitas más jóvenes».
Pasaron las semanas y Bergoglio era para García-Mata una presencia cada vez más «invasiva». Hasta que el 31 de julio, fiesta de san Ignacio de Loyola, el provincial lo intimó a irse. «Pero aquí estoy muy bien», respondió Bergoglio.
Prosigue Ivereigh:
«Si quería que se fuera, dijo Bergoglio, se lo debía notificar oficialmente. Entonces García-Mata le escribió a Kolvenbach, quien apoyó su decisión. La carta del general de los jesuitas fue dejada en la habitación de Bergoglio. Y García-Mata recibió una respuesta escrita de Bergoglio, en la que le comunicaba su fecha de partida».
Se puede entender, con estos antecedentes, por qué, de allí en adelante, en sus numerosos viajes a Roma, Bergoglio jamás puso un pie en la curia generalicia de los jesuitas, alojándose por el contrario en la residencia para el clero de via della Scrofa, ni jamás habló con Kolvenbach.
Para reconciliarse con la Compañía de Jesús, en síntesis, el primer Papa jesuita de la historia tuvo justamente antes que ser elevado al papado.
Pero el anterior conflicto lo conocemos hoy casi exclusivamente a partir de su punto de vista, mediatizado por sus biógrafos amigos.
El punto de vista de los otros, comenzando por el juicio de su general de un cuarto de siglo atrás, todavía es en gran medida desconocido.
Es de terror. Toda su vida se manejó de la misma manera. Quiera Dios que rectifique antes de ser llamado por Dios a Su presencia.
No se habla nada ya sobre la época en que Bergoglio, hoy pontífice Francisco, fue penalizado por los dos sectores con jurisdicción sobre los jesuitas en los años 80. Sin embargo aquellas condenas tenían una causa que es exactamente la misma que hoy se manifiesta en toda la Iglesia y con muchísima más gravedad, Francisco como fuente de división. O con él o contra él. Algo que sólo puede decir el Señor Jesús.
Los jesuitas liberacionistas de la provincia argentina lo proscribieron, así como lo hizo el delegado impuesto a la orden jesuita por Juan Pablo II para intentar reconducir la orden precisamente por su modernismo. Aunque no son comparables en legitimidad, tanto los líderes jesuitas argentinos como el delegado papal coincidían en la razón de su juicio negativo: Bergoglio generaba de manera muy espontánea un personalismo, y a su alrededor se producía la división, no por este o aquel punto, sino con base en estar con él o contra él. Como lo refirió un jesuita que vivió la época en primera fila sobre el castigo que se le puso de confinamiento, del que Bergoglio se evadió por su cuenta, violando la obediencia:
“La “culpa” de Bergoglio fue la de continuar ejerciendo un liderazgo fuerte sobre una fracción de la Compañía aún después de haberle sido retirados todos los cargos. Lo habían hecho primero rector del Colegio Máximo de San Miguel, luego lo habían enviado a obtener un doctorado en Alemania, en Frankfurt, de donde, sin embargo volvió muy rápidamente a la Argentina, y luego lo habían transferido al Colegio del Salvador para enseñar teología. Sin embargo, en todas partes –dice el padre Swinnen- se comportaba “como un superior paralelo” influyendo en muchos jesuitas, sobre todo jóvenes”(Settimo cielo, Sandro magister).
El arzobispo de Buenos Aires “recuperó” a Bergoglio como obispo auxiliar, con alivio de toda su orden. Fue una gravísima falsa compasión que pagó la iglesia argentina y ahora la iglesia universal.
Hoy se ven los efectos, millones de católicos, igual que ocurría con los novicios argentinos, se han convertido en bergoglianos, aunque sean católicos devocionales. Uno de ellos me resultaba paradigmático, rechazaba todas y cada una de las objeciones, tanto canónicas, como doctrinales, como históricas, y se aferraba fideísticamente a esta figura, estaba encantado con este pontífice del que todo el mundo habla tantas maravillas. Decía también que el Espíritu Santo no podía haberse equivocado, sin embargo, ¿alguien puede pensar que el Espíritu Santo ha podido poner su sello de legitimidad a esta persona? Ciertamente si el Espíritu Santo no se equivoca, no puede ser responsable de esta elección. Y si hubiera nueva dimisión, habría nuevo cónclave, pudiendo haber varios papas dimisionarios técnicamente, ¿el Espíritu Santo está a merced de los tiempos humanos? No, es todo decisión humana, aunque Dios luego vaya a escribir con estos renglones torcidos y hasta esto sirve a su amorosa providencia.
Los liberacionistas se llevaron a los radicales fuera de la Santa Madre iglesia, que ha vivido con el cisma interno todo este tiempo, y ahora Bergoglio ha venido para llevarse a los tibios. ¿Quiénes son estos? Son cuantos no se dan por aludidos acerca de la contraposición entre Juan Pablo II y Francisco/Bergoglio. Cuantos vivieron entusiastas el domingo de Ramos de San Juan Pablo y desaparecieron de la escena, nuevamente dejando solo al Señor en esta nueva Pasión. Inasequibles a toda evidencia de contradicción.
Para todos los tiempos son estas palabras de San Pablo, en su carta a los Gálatas: “Me sorprende que tan pronto hayáis abandonado al que os llamó a la gracia de Cristo, y os hayáis pasado a otro evangelio. No es que haya otro evangelio, lo que pasa es que algunos os turban para volver del revés el Evangelio de Cristo. Pues bien, si alguien os predica un evangelio distinto del que os hemos predicado –seamos nosotros mismos o un ángel del cielo–, ¡sea anatema! Lo he dicho y lo repito: Si alguien os anuncia un evangelio diferente del que recibisteis, ¡sea anatema!” Y también dice San pablo en su carta a los corintios:
“Ahora vienen a predicarles a otro Jesús, no como se lo predicamos, y les proponen un espíritu diferente del que recibieron, y un evangelio diferente del que abrazaron. ¡Y lo aceptan sin dificultad!”.
La iglesia incapaz de poner en su sitio a los nicolaítas*, ahora debe sufrir su dominio efectivo. Pero esto también es paso de Dios, enseñanza para las generaciones y criba de la tibieza.
Pero también se ven afectados los enemigos de Francisco que vivían antes en la repulsión personalista, son grupos pequeños, muy marcados por un espíritu de repulsión, que por esto mismo no tienen ningún ascendiente espiritual fuera de sus filas. Verdad en la caridad. Tibios y radicales de uno u otro signo se están viendo afectados por el huracán Bergoglio. Sólo nos puede salvar mantener la serenidad de la Señora, mas para esto hace falta estar abiertos a sus manifestaciones desde un corazón limpio y haberse dejado maternizar por Ella. Ella ha venido preparándonos para estos tiempos y muchos por falsa prudencia de que ya teníamos a los pastores, se han desentendido; al hacer esto se han quedado sin la sabiduría y el escudo de la Madre.
Marc Vincent
Se cuenta que se dirigió a Escrivá como intercesor en el cielo, no en la tierra, pues ya se había ido al cielo muchos años atrás.
Pienso igual que Mozárabe.
Echenique: Hacía rato que san Josemaría Escrivá (año 1975) había muerto cuando el nombramiento episcopal de Bergoglio (año 1992).
Echenique, ¿estás seguro de lo que dices? Escrivá murió en 1975 y Bergoglio fue obispo auxiliar de Buenos Aires en 1992.
En el Opus Dei se cuenta que, cuando Bergoglio se encontraba en vía muerta en la compañía le pidió a san Josemaría Escrivá que lo desatascara y al poco llegó el nombramiento episcopal, a pesar del informe Kolvenvach.
Que se publique el Informe Kolvenvach. La verdad es lo primero. Entre Bergoglio, sus escribas y Kolvenvach, tengo claro a quien elegir.
Pues segurom que cuando tuvo esos problemas era el mejor Bergoglio y el mejor jesuíta que le indignaba lo que la Compañía llegará a ser. Probablemente con todos esos problemas cambió su personalidad y tenemos en ese tiempo la clave de sus contradicciones, cambios de pareceres etc. Seguro que sus enemigos son mucho peores, unos progres que mucho hablan de los pobres pero ellos viven en la opulencia y en la soberbia intelectual.
Es de terror. Toda su vida se manejó de la misma manera. Quiera Dios que rectifique antes de ser llamado por Dios a Su presencia.