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La ira de Dios no es tabú. La admite también el papa Francisco

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Mientras la atención del mundo está atraída por las desventuras del cardenal George Pell (en la foto), no se debe dejar pasar por alto un pasaje del discurso con el que Francisco concluyó la cumbre del 21-24 de febrero sobre los abusos sexuales contra menores. Es allí donde dijo que “en la rabia, justificada, de la gente, la Iglesia ve el reflejo de la ira de Dios”.

Es rara, rarísima, una evocación de la “ira de Dios” en las palabras del actual Papa, que son más bien un incesante diluvio de misericordia divina.

Pero esta vez él se aventuró sobre este terreno duro no sólo para él, sino para la humanidad de todos los tiempos. Porque ya para el pensamiento filosófico de la época de Jesús, para Séneca y Cicerón, la “ira de Dios” era algo impensable e impronunciable. Y también hoy es casi un concepto universalmente tabú.

Sobre esto escribió en su “Ensayo sobre el misterio de la historia”, publicado en 1953, el genial teólogo jesuita Jean Daniélou, a quien Pablo VI hizo cardenal:

“Otras pocas expresiones irritan mayormente a los púdicos oídos modernos. Ya los judíos alejandrinos enrojecían frente a los filósofos griegos y se esforzaban por atenuar el significado. Hoy parece insoportable a una Simone Weil que, como en otra época Marción, contrapone el Dios del amor del Nuevo Testamento al Dios colérico del Antiguo Testamento. Pero el amor se encuentra también en el Antiguo Testamento y la cólera se vuelve a encontrar en el Nuevo. Hay que aceptar entonces las cosas como son: la cólera es una de las actitudes del Dios bíblico. Y diremos más: esta expresión aparentemente antropomórfica es quizás la que contiene en su núcleo la carga más densa de misterio y es la que nos ayuda a penetrar más a fondo en la trascendencia divina”.

Es una búsqueda, la del verdadero sentido de la “ira de Dios”, que ha comprometido a los Padres de la Iglesia desde los primeros siglos y que es importante volver a recorrer hoy, vista hoy como la expresión continua para provocar escándalo. Es lo que ha llevado a cabo Leonardo Lugaresi, especialista sobre los Padres de la Iglesia y docente en la Universidad de Boloña, en un ensayo que acompaña el volumen colectivo “Crisi e rinnovamento tra mondo classico e cristianesimo antico” [Crisis y renovación entre el mundo clásico y el cristianismo antiguo], a cargo de Angela Maria Mazzanti y editado en el 2015 por Bononia University Press.

*

Lugaresi toma los movimientos de “ese juicio inicial de Dios sobre el mundo que acompaña la obra misma de la creación”. En efecto, el Dios de la Biblia “no se limita a crear el universo sino que, mientras crea, juzga lo que está creando y lo aprueba explícitamente, reconociéndose la bondad y la belleza, como lo repite ocho veces el texto del Génesis”.

Pero después en la creación irrumpe el pecado, y entonces el juicio, la “crisis” de Dios, se convierte en “crisis” de salvación con el envío del Hijo, pero al mismo tiempo “crisis” de ira y condena para los que lo rechazan.

“Si creemos en un Dios que murió por nosotros, ¿por qué deberíamos tener miedo de un Dios que padece? argumenta Tertuliano. Y la ira, no separada del amor, es una de estas pasiones divinas, de la que escribe en este pasaje de sus “Homilías sobre Ezequiel”:

“Él descendió a la tierra movido por la piedad al género humano, sufrió nuestros dolores mucho antes de padecer la cruz y de dignarse asumir nuestra carne; si en efecto no hubiese padecido no habría entrado en relación con la condición humana. Primero padeció, después descendió y fue visto. ¿Cuál es esta pasión que sufrió por nosotros? Es la pasión del amor. También el mismo Padre y Dios del universo, indulgente y muy misericordioso y compasivo, ¿no sufre quizás también él de alguna manera? ¿Ignoras que cuando gobierna las cosas humanas comparte la pasión humana? […] El mismo Padre no es impasible. Si se le reza, si siente misericordia y compasión, sufre de amor y se identifica con esos sentimientos que, dada la grandeza de su naturaleza, no podría tener, por causa nuestra soporta las pasiones humanas”.

Pero en el “Contra Celso” Orígenes dice más cosas. El cuidado de Dios por el mundo corrompido por el pecado es efectivamente una “crisis”, un juicio que separa el bien del mal y expulsa con ira a éste último. Pero “la ira no es un sentimiento de Dios, sino que cada hombre se la procura por medio de los pecados que comete”. En otras palabras, explica Lugaresi, “la cólera no es un componente del ser divino, no corresponde a Dios en sí mismo, sino que es una modalidad de la relación entre Dios y el hombre. Es la respuesta del amor de Dios herido por la rebelión del hombre”.

Es también Orígenes, en la vigésima de sus “Homilías sobre Jeremías”, el que aclara la especificidad única de la ira de Dios, similar pero también diferente al “logos”, a esa “palabra” que es Dios mismo:

“Así como la palabra de Dios educa, así también su ira educa, […] y es necesario que Dios se sirva de la que es llamada ira, así se sirve de la palabra. Y su palabra no es como la palabra de todos. En efecto, de ningún otro la palabra es viviente; de ningún otro la palabra es Dios; de ningún otro la palabra en principio estaba en Dios. […] Así también la ira de Dios no se asemeja a la ira de nadie que está encolerizado, y como la palabra de Dios tiene algo diferente respecto a la palabra de cualquier otro, […] así la que es llamada su cólera tiene algo diferente y extraño respecto a todo tipo de cólera de cualquiera que se irrita”.

No sorprende que esta “ira de Dios” fuese inaceptable para los paganos cultos y para los filósofos de los primeros siglos, como también para el cristianismo herético de Marción y de sus seguidores hasta nuestros días, que contrapone al Dios iracundo del Antiguo Testamento el Dios totalmente bueno y único de Jesús.

Más bien, Lugaresi se pregunta “si justamente la propaganda a favor de un Dios totalmente bueno y único no es uno de los factores del éxito del marcionismo de ayer y de hoy”.

Fue Tertuliano, al comienzo del siglo III, quien confrontó más directamente esta herejía, en su “Contra Marción”. Un Dios exclusivamente bueno, escribe, “es una perversión absurda”. Si no litiga y no se irrita, si no se opone al mal, ya nada tiene sentido: los mandamientos, las normas morales… todo es igual, todo está permitido. Sería un Dios “deshonesto con la verdad, un Dios que tiene miedo de condenar lo que condena y de odiar lo que no ama”. Un Dios que “acepta, una vez realizado, lo que no permite que se haga”.

También para san Ireneo, en su ”Contra los herejes”, el Dios único y bueno, que jamás se irrita, es un absurdo. Es incapaz de relacionarse con el hombre y con el mundo. Es un Dios que no hace nada y, en consecuencia, no “es” nada.

Cuando a la inversa, la ira es precisamente lo que expresa la “vitalidad” de Dios, como también escribe el teólogo y patrólogo Daniélou en esta segunda cita suya que cierra el ensayo de Lugaresi:

“En su esencia más profunda, la cólera de Dios es la expresión de la intensidad de la existencia divina, de la violencia irresistible con la que aplasta todo cuanto se manifiesta. En un mundo que continuamente se aleja de él, Dios reivindica su existencia, a veces con violencia. […] Lejos de hacerlo similar a nosotros, esta expresión nos ha hecho extraer en él aquello por lo cual es muy diferente de nosotros, es decir, en esencia, la intensidad de su existencia, sin proporción con la nuestra”.

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En síntesis, no es un accidente ni una casualidad que el papa Francisco haya evocado “la ira de Dios”, sino un saludable destello de luz sobre el Dios vivo y verdadero, en la situación de “crisis como juicio”, co-esencial a la fe, en la que los cristianos estamos llamados a vivir, no sólo hoy sino en toda época.

Comentarios
11 comentarios en “La ira de Dios no es tabú. La admite también el papa Francisco
  1. Artículo muy completo, interesante y de profundidad, para devanarse los sesos intentando escrutar o entender el pensamiento de Dios y lo que ven sus ojos, o pueda pensar al contemplar lo que hacemos con su creación (casi nada, vaya).

    Digo lo de siempre respecto a Sandro, y es que me «orienta» la opinión del personal respecto a Francisco. Francisco ya sabe de lo que habla, que para eso es Papa y no acaba de descubrir ésto ayer.
    A los paganos o filósofos mundanos, la ira, venganza, misericordia o perdón de Dios les traerá sin cuidado siempre, ya que creen en otros dioses (ídolos de madera mundanos y tal).

    El Génesis, (que es la forma de contar del pueblo de Israel desde la intuición, dentro del misterio inabarcable que es la Creación, como Dios pudo haber creado el mundo), nos dice que estamos hechos a su imagen y semejanza.
    Cuando queremos ser como Él, conocedores del bien y del mal, dioses en nosotros mismos, «pasa lo que pasa» y desde entonces aquí estamos, vamos a decir. Hemos descubierto que somos mortales, oye, y estamos a «verlas venir» en esta vida.

    A partir del Éxodo, el AT es Historia escrita del pueblo de Israel, con su largo camino, y los profetas, jueces y reyes achacarán las aventuras o desventuras de su historia a la cólera o el juicio de Dios, normalmente, para explicarle al pueblo las diversas situaciones vividas.

    «El Señor a hundido al faraón y a todos sus valientes para librarnos; por tener el corazón extraviado, 40 años nos ha tenido en el desierto; ha tenido a bien darnos la victoria contra los amorreos, porque es un Dios celoso de su pueblo; o en su vengaza, porque nos hemos entregado a otros dioses, nos ha dejado caer en manos de los hititas». Éso hasta hoy para los judíos, que todavía esperan al mesías salvador, de hecho. Un mesías guerrero que los librará de la beligerancia que impera en su tierra prometida a golpe de fuego si hace falta, para demostrar que sólo hay un Dios verdadero.

    Sólo que para los cristianos, aparece un tal Jesús de Nazareth, diciendo que Dios es Padre y Nuestro, y no un dios sometedor presto a la ira o venganza para someter al infiel o pagano.
    Que Él mismo es el Hijo de Dios hecho hombre, gran misterio cristiano, y en su misericordia se ha hecho como nosotros para que todo hombre, judío o extrajero, tenga un Redentor (que cargue con los pecados de todos en la Cruz), para poder redimirse siempre ante el Dios Padre.

    San Pablo dirá, además de hablar de «venganza o ira» divina en otro contexto, que el amor es Dios, o que Dios es amor: no se alegra con la injusticia, no toma en cuenta el mal, todo lo cree, todo lo escucha, soporta todo……cosa bastante contraria a la ira y la venganza, en resúmen.

    Fijarse aquí que cuando nos preguntamos por qué Dios, si es todo misericordia (y todopoderoso, además), no acoge de nuevo a los ángeles caídos, la respuesta es porque ellos no tienen un redentor al que acogerse para redimirse (sabido es también que el que está en la espiral del mal, no quiere, ni puede salir de ella por sí sólo). El Señor permite (palabra aquí muy socorrida) que exista Satanás y sus ángeles caídos, se puede decir. Como permite, en nuestra libertad (el mayor don que tenemos aquí) que podamos hacer tanto el bien, como el mal en la vida.

    Enlazar el paso del Dios pasional, celoso, vengativo o airado, por nuestros pecados, de los profetas del AT al Dios compasivo, misericordioso y salvador en Cristo del NT, para interpretar los designios de Dios respecto al hombre, es lo que tratarán de explicarnos los padres de la Iglesia y grandes teólogos a nosotros, gente sencilla y de a pié.
    La clave aquí es Cristo, que viene a dar cumplimiento al AT en el NT.

    Decir que nosotros (como seguidores de Cristo) corremos el riesgo, al tratar de sondear la ‘ira o vengaza’ de Dios, de convertirnos en «hijos del trueno, hijos de la tormenta», como llama Jesús a los hijos de Zebedeo, (Santiago y Juan); ya que si el Señor nos lo autoriza, haremos con gusto caer el fuego y la ira divina sobre aquellos que no quieren acoger a Cristo como Dios y Salvador (que los hay y habrá, a patadas siempre), en nuestro afán de convertirlos al Señor y salvarlos, y que sigan la verdadera Fe.
    Es decir, ya nos encargamos nosotros aquí de aplicar la supuesta ira de Dios, con lo que volveríamos a negar a Jesús como Redentor de todos e Hijo de Dios, como hacen los judíos (que le tienen como el mayor, o un gran profeta, sin más).
    No quiere decir ésto que no podamos denunciar con contundencia el pecado, avisar, tratar de corregir, etc., pero el juicio último (normalmente al final de la vida) ya es cosa de Dios, nos dirá siempre Jesús.

    Por éso la misión principal de la Iglesia y un cristiano es anunciar siempre a Cristo redentor de todos en la Cruz, a hombre de toda condición y estado, que es lo que antepone siempre Francisco en su predicación, yo creo.
    No es que fuera tema tabú la ira y demás, y ahora la tenga que admitir viendo cómo está el patio; sólo que éso no es lo principal aquí.

    Que ahora la Iglesia sea rea de los pecados de éstos sacerdotes y sus abusos, etc., nos hace ver las consecuencias de alejarse de Dios, como bien dice Teologo en su comentario; si ya es ira o venganza divina, o el Señor lo permite para nuestra conversión, ya es interpretación de cada uno, también.

  2. Hay que aprender de una buena vez que las “cosas buenas “ que pueda decir el Papa, SIEMPRE SON PURAS PALABRAS.
    Infinidad de veces para conformar y aplacar las reacciones a la infinidad de barbaridades de su pontificado.
    Hay que evitar caer en sus miserables estratagemas.

  3. La ira de Dios simplemente muestra el castigo debido a quien se aleja de él. Mientras se experimente en esta vida es una ocasión de conversión y por ello muestra de misericordia. Dada la fuerza del amor de Dios oponersele sería como querer navegar contra el viento y la corriente, y eso solo puede terminar mal. De ahí que el justo castigo del infierno sea la más clara manifestación de esa ira.

  4. La Ira de Dios nunca ha sido tabú, Sandrino.
    Lo que siempre ha sido es mentira.
    Como todo lo que usted escribe.
    ¿A quien sirves Sandro?

    1. «Nadie», no sabes lo que dices. Date un buen repaso a la filosofía si es que la conoces, y al mismo artículo que parece no le has leído con detenimiento. Luego lee detenidamente a los Padres de la Iglesia y a buenos teólogos, de sólida doctrina, no aquejados del falso profetismo que nada condena al igual que los falsos profetas del Antiguo Testamento. ¿Y de verdad sabes lo que es el marcionismo y Marcio, y sus implicaciones modernas. Escribes contra Sandro pero sin razones y parece que adoleces o de «ira» o de falta de conocimiento suficientes; como la zorra ¿desprecias las uvas porque no las alcanzas? porque razonamientos no aportas. Y Sandro sí sabe a quien quiere servir: a la verdad, y también con mayúscula, la Verdad.

      1. La sólida doctrina no existe.
        Todo fluye. Nada es. Sólo Dios permanece (y se comunica más bien poco)
        La materia no existe, salvo en tu perímetro abdominal.
        Se te cae el pelo.

  5. No se menciona la libertad de los hijos de Dios y sus consecuencias, que posiblemente tenga mucho que ver en este interesantísimo artículo.

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