| 12 enero, 2015 ROMA, 12 de enero de 2015 – Tras la terrible masacre de París, el Papa Francisco inicia hoy su viaje a Sri Lanka con la intención declarada de «promover y consolidar» el diálogo entre las religiones, bien conociendo las dificultades de convivencia, en ese país, entre la mayoría budista y las minorías hinduista, islámica y cristiana: > Allí donde también Buda empuña la espada Por una extraña coincidencia, la discusión teológica sobre la relación entre las religiones ha registrado precisamente a principios de este año una repentina polémica, causada principalmente por un libro y una recensión al mismo. El libro es la publicación póstuma de dos textos del teólogo jesuita Jacques Dupuis, primero en Estados Unidos y luego en Italia en el décimo aniversario de su muerte, con títulos muy elocuentes: > «Jacques Dupuis Faces the Inquisition. Two Essays on ‘Dominus Iesus’ and the Roman Investigation on His Work», Pickwick Publ., Eugene, OR, 2012 > J. Dupuis, «Perché non sono eretico. Teologia del pluralismo religioso: le accuse, la mia difesa», EMI, Bologna, 2014 Mientras que la recensión del libro ha aparecido el 4 de enero en el suplemento literario del «Corriere della Sera», obra del profesor Alberto Melloni, director de esa «escuela de Bolonia» célebre por haber publicado en distintos idiomas y en cinco volúmenes la historia del Concilio Vaticano II más leída en el mundo: > Attacco a Dupuis, per colpire Wojtyla Melloni parte del proceso que se intentó contra Dupuis entre 1998 y el 2000 por parte de la congregación para la doctrina de la fe, dirigida en esa época por el cardenal Joseph Ratzinger, para atacar de manera frontal no sólo a Ratzinger y a su directo superior Juan Pablo II, sino sobre todo la declaración «Dominus Iesus» sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia, publicada por la congregación en el verano del año 2000: > Dominus Iesus El historiador boloñés liquida la «Dominus Iesus» como «el documento más frágil del pontificado wojtyliano», la considera como «no reconocida por los teólogos católicos» y atribuye su redacción – al igual que la notificación que se hizo suscribir en esa ocasión a Dupuis – a la «incompetencia» de unos no precisados «colaboradores de la congregación», que Ratzinger «en los coloquios directos mostraba no apreciar y no conocer», a lo que Juan Pablo II «no reaccionó», a pesar de que la «maniobra» tenía como «objetivo»– siempre según Melloni – precisamente «el papado de Wojtyla y su peculiar fidelidad al Vaticano II, la oración de Asís por un lado y el ‘mea culpa’ del Jubileo, su actitud ecuménica, sus tesis sobre el Dios del Corán y sobre la eternidad de la alianza de Israel». Efectivamente, al leer los dos escritos que Dupuis no pudo publicar en esa época – el uno sobre la «Dominus Iesus» y el otro sobre la notificación de la congregación para la doctrina de la fe como conclusión del proceso contra su libro de 1997 «Verso una teologia cristiana del pluralismo religioso» –, las críticas contra ambos documentos son numerosas y punzantes. Pero entre las objeciones de Dupuis y la amplia ofensiva de Melloni hay un abismo. * Mientras tanto, resulta infundada la tesis de que la «Dominus Iesus» haya sido universalmente rechazada «por los teólogos católicos». Como se sabe, hay teólogos muy válidos entre los cardenales. Uno de estos es el cardenal Walter Kasper que, efectivamente, en esa época expuso sus críticas contra el documento. Pero también el cardenal Giacomo Biffi es un gran teólogo; él, en cambio, expresó juicios altamente positivos sobre la «Dominus Iesus». Basta releer, a este propósito, lo que dijo en 2005 a los cardenales reunidos en el cónclave que pocos días después habría elegido a Benedicto XVI: «Quisiera decir al futuro Papa que preste atención a todos los problemas. Pero primero y más todavía que se dé cuenta del estado de confusión, de desorientación, de descarrío que aflige en estos años al pueblo de Dios, y sobre todo que aflige a los ‘pequeños’. «Hace unos días escuché en la televisión a una religiosa anciana y devota que respondía así al entrevistador: ‘Este Papa, que ha muerto, ha sido grande sobre todo porque nos ha enseñado que todas las religiones son iguales’. No sé si a Juan Pablo II le hubiese gustado mucho un elogio como ese. «Quisiera señalar al nuevo Papa el caso de la ‘Dominus Iesus’: un documento explícitamente de acuerdo y públicamente aprobado por Juan Pablo II; un documento por el cual me gusta expresar al cardenal Ratzinger mi vibrante gratitud. «Que Jesús es el único necesario Salvador de todos es una verdad que en veinte siglos – a partir del discurso de Pedro después de Pentecostés – no se había escuchado la necesidad de reclamar jamás. Esta verdad es, por decir así, el grado mínimo de la fe; es la certeza primordial, es entre los creyentes el dato simple y más esencial. En dos mil años no ha sido jamás puesta en duda, ni siquiera durante la crisis arriana y ni siquiera con ocasión del descarrilamiento de la Reforma protestante. El haber tenido que recordarla en nuestros días nos da la medida de la gravedad de la situación hodierna. «Sin embargo este documento, que reclama la certeza primordial, más simple, más esencial, ha sido contestado. Ha sido contestado en todos los niveles: en todos los niveles de la acción pastoral, de la enseñanza teológica, de la jerarquía. Me contaron de un buen católico que propuso a su párroco hacer una presentación de la ‘Dominus Iesus’ a la comunidad parroquial. El párroco (un sacerdote por lo demás excelente y bien intencionado) le respondió: ‘Olvídalo. Ese es un documento que divide’. ‘Un documento que divide’. ¡Gran descubrimiento! Jesús mismo ha dicho: ‘Yo he venido a traer la división’ (Lc 12,51). Pero demasiadas palabras de Jesús resultan hoy censuradas por la cristiandad; al menos por la cristiandad en su partes más locuaces”. Todo el discurso de cardenal Biffi en el preconclave de 2005: > «Qué le dije al futuro Papa» * Pero como mentís a la pusilanimidad e indolencia de Ratzinger y de Juan Pablo II los cuales, según Melloni, toleraron más que desearon la redacción y la publicación de la «Dominus Iesus», dejando hacer a quién sabe quién, es inequívoco lo que escribió hace un año el Papa emérito en un libro sobre el Papa Wojtyla: «Entre los documentos sobre los distintos aspectos del ecumenismo, el que suscitó las mayores reacciones fue la declaración ‘Dominus Iesus’ del 2000, que resume los elementos irrenunciables de la fe católica. […] «Ante el torbellino que se había creado alrededor de la ‘Dominus Iesus’, Juan Pablo II me dijo que en el Ángelus tenía la intención de defender inequívocamente el documento. Me invitó a escribir un texto para el Ángelus que fuera irrefutable y que no permitiera una interpretación distinta. Tenía que emerger de manera del todo incuestionable que él aprobaba el documento incondicionalmente. «Preparé, por tanto, un breve discurso; no quería, sin embargo, ser demasiado brusco, por lo que intenté expresarme con claridad, pero sin dureza. Después de leerlo, el Papa me preguntó de nuevo: ‘¿Realmente es lo bastante claro?’. Respondí que sí. «Quien conoce a los teólogos no se asombrará del hecho que, a pesar de todo, hubo personas que seguidamente sostuvieron que el Papa había tomado prudentemente las distancias de ese texto». Para otros detalles sobre este texto de Ratzinger: > El Papa emérito reza, pero también aconseja. He aquí cómo * Por último, sobre la cuestión de las relaciones interreligiosas, hay que tener presente el riesgo sobre el que el Papa emérito ha puesto en guardia, el pasado octubre, en un mensaje a la Pontificia Universidad Urbaniana. El riesgo que un diálogo mal llevado sea «letal para la fe». La Urbaniana es la universidad misionera por excelencia, ligada a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. El Papa emérito se inspiró precisamente en esto para reaccionar contra las dudas que amenazan hoy la idea misma de la misión «ad gentes», a la que muchos querrían sustituir con un diálogo de iguales entre las religiones, en vista de «una fuerza común de paz». Pero al hacer esto – escribe Ratzinger – se deja de lado «la verdad que en el origen movió a los cristianos» a predicar el Evangelio hasta los confines de la tierra: «Se supone que la auténtica verdad sobre Dios, en última instancia, es inalcanzable y que a lo sumo se puede hacer presente lo que es inefable sólo con una variedad de símbolos. Esta renuncia a la verdad parece realista y útil a la paz entre las religiones del mundo. Pero esto es letal para la fe. En efecto, la fe pierde su carácter vinculante y su seriedad, si todo se reduce a símbolos en el fondo intercambiables, capaces de referirse sólo de lejos al misterio inaccesible de lo divino». El texto íntegro del mensaje de Ratzinger a la Urbaniana: > La «Evangelii gaudium» del Papa emérito Benedicto __________ El documento conclusivo del examen llevado a cabo por la congregación para la doctrina de la fe sobre el libro de Jacques Dupuis «Verso una teologia del pluralismo religioso», firmado por el entonces cardenal Ratzinger, aprobado por Juan Pablo II el 19 de enero de 2001, refrendado (con reserva) por Dupuis y publicado en «L’Osservatore Romano» el 27 de febrero: > Notificación a propósito del libro… Y el artículo no firmado que apareció el mismo día en «L’Osservatore Romano»: > Artículo de comentario a la notificación… El examen del libro, inicialmente acusado de contener «graves errores y ambigüedades doctrinales sobre la revelación, la soteriologia, la cristologia y la Trinidad», se concluyó descubriendo «ambigüedades y dificultades notables sobre puntos doctrinales de relevante importancia, que pueden conducir al lector a opiniones erróneas y peligrosas», en particular sobre «el valor y el significado de la función salvífica de las religiones». __________ El programa y los discursos del viaje del Papa Francisco a Sri Lanka y Filipinas: > Viaje apostólico 12-19 de enero de 2015 __________ Traducción en español de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares, España.
Las acusaciones parten de la publicación póstuma de dos textos del teólogo Jacques Dupuis. Y apuntan a atacar a los dos autores de ese documento: Joseph Ratzinger y Juan Pablo II. Pero el Papa emérito responde golpe tras golpe de Sandro Magister para Chiesa