El otro día fui, como cualquier ciudadano de a pie, a comprar los típicos productos para la higiene personal. Acudí al mismo establecimiento de siempre y, sorpresa, habían colocado una máquina expendedora de preservativos. Primero estupor y sorpresa pero después…una pauta de conducta: a este establecimiento no voy más. Soy de los que piensa que no hay que ser radicales y llevar las cosas hasta el extremo pero también pienso que si mi dinero se lo puedo dar a un cristiano bueno que en su Farmacia, por ejemplo, no vende la píldora del día después porque se lo voy a dar a otro que es capaz de, por negocio, comercializar una pastilla que no va a salvar sino a destruir.
Boicot

| 07 enero, 2014