Hay pocos libros más brillantes que el Apocalipsis según san Juan.
Su influencia de milenios obedece a esta genialidad.
En Apocalipsis 18, 9-19 se recoge la destrucción de la Gran Ciudad y la triple lamentación de los reyes de la tierra (9-10), de los mercaderes de la tierra (11-17a) y de los navegantes (17b-19). Los escrituristas detectan la inspiración de Jr 50-51 y sobre todo Ez 26-28.
Pero los exégetas omiten que el Nuevo Testamento está escrito en griego. Pero sobre todo desde el griego: desde la cultura civilizada grecorromana.
El Apocalipsis no es una excepción.
Este pasaje así lo registra, cuando se hace eco de la crítica de Aristóteles a la crematística ilimitada: una tecnología económica basada en el mercado, la necesidad de acumular dinero y la posibilidad de enriquecerse sin límites.
Para Aristóteles esta crematística ilimitada destruye la virtud, la familia y la ciudad. La crematística es antinatural e inhumana.
Para Aristóteles el capitalismo es una monstruosidad (una hybris), una abominación contraria a la racionalidad, la virtud e instituciones como la familia o la ciudad.
En Política 1258b4 Aristóteles llama al capitalismo «excremento» (τὸ λειπόμενόν), un término que se reutilizará en 1923 para acuñar el tecnicismo «lípido».
La crítica de Aristóteles contra el capitalismo es, por tanto, mucho más radical y enérgica que la de Karl Marx. Éste construyó su libro I del Capital a partir de la crítica del Estagirita al capitalismo incipiente de su época (Política 1256a1-1258b10, Ética Nicómaco 1133a1-1133b35). Marx era, en consecuencia, un escolástico, y como tal hay que leerlo.
En este pasaje del Apocalipsis la crematística ilimitada de los grandes emporios es lo que destruye la Gran Ciudad, la humanidad y la virtud y reduce la civilización a ruinas y desolación.
La razón de este poder destructor según el Apocalipsis es la mismo que en Aristóteles: la macroeconomía capitalista desborda totalmente la escala humana. El capitalismo es un gigante inmenso que destruye todo lo humano a su paso, a causa de la inmensidad de su tamaño.
Estéticamente el capitalismo podría representarse con el cuadro de «El coloso», atribuido a Goya, o su grabado llamado «Un gigante». Otra representación sería el film “Ataque a los titanes” (2015), basado en el manga de Hajime Isayama, un mundo postapocalíptico donde los Titanes (humanoides caníbales de sesenta metros de alto) han devorado a casi toda la humanidad y devastado la civilización.
Para Aristóteles no hay ningún hombre, ninguna familia ni ningún estado que pueda controlar o someter este gigante. Es un coloso que empeora la destrucción del mundo según aumenta de tamaño. Nada racional o humano puede detener su crecimiento ni su progreso. Aristóteles niega expresamente contra Solón que este gigante proceda de la codicia (1256b14-15). Por el contrario, la codicia procede de su nefasta influencia (1258a17-18).
Jamás hubiera podido Aristóteles imaginar la verdad y el alcance de su descubrimiento. La catástrofe medioambiental. La amenaza nuclear. La esclavitud laboral. La decadencia moral. En época de Aristóteles este capitalismo era un incipiente mercado colonial. El Apocalipsis prevé la universalidad de este sistema económico. Según el Apocalipsis el hundimiento de lo humano se consuma cuando la crematística ilimitada domina totalmente el mundo civilizado, el mundo de las ciudades (la ecúmene). Tras la caída de la Unión Soviética (1991) este capitalismo ha alcanzado por fin el dominio triunfal que preveía el Apocalipsis.
Es ahora cuando el capitalismo ha comenzado a elaborar su mapamundi, una visión del mundo contraria a Aristóteles y al Evangelio.
Los ideólogos a sueldo del capital llevan medio siglo elaborando sistemas filosóficos acordes con el nuevo orden capitalista: una visión de conjunto que abarca la cosmología, la geología, la etnografía, la arqueología, la tecnología, la historia universal y su destino final, el alfa y la omega del universo (Francis Fukuyama, Yuval Noah Harari, Jared Diamond) donde el ser humano está condenado a desaparecer, llegando a crear la ideología del antropoceno, el transhumanismo o la colapsología.
Estas filosofías capitalistas desprecian la escala humana. La modesta escala espacial y temporal de las generaciones humanas civilizadas. La del hogar (un padre, una madre y sus hijos). Una familia en comunión con otras familias. Las pequeñas y humildes instituciones que hacen funcionar un vecindario, una ciudad o una cultura verdaderamente civilizada.
Así ha surgido el «largoplacismo», la filosofía de William MacAskill que ilumina a Elon Musk. El largoplacismo propone llevar al extremo el sistema capitalista en un «altruísmo eficaz»: garantizar la supervivencia de unos pocos superricos, dejando morir de hambre, sobreexplotación económica o enfermedades la población mundial, tras cientos y miles de años. Entonces el mundo será un paraíso terrenal habitado sólo por unos cientos de millones de individuos privilegiados capaces de vivir en sostenibilidad ecológica sobre el planeta.
Este proyecto confluye con el Reloj Long Now, también conocido como reloj de los 10000 años, un proyecto de Jeff Bezos, dueño de Amazon. El reloj estaría divido en milenios en vez de en horas y usaría los siglos a modo de minutero y los años como segundero. Es un mecanismo que se proyecta hacia el futuro y pretende cronometrar la sociedad, imponiendo el compromiso «largoplacista» sobre la historia universal. Lo mismo que el reloj regía el ritmo de la fábrica en el capitalismo anterior, este reloj va a regir la marcha del tiempo en el ultracapitalismo durante los próximos 10000 años.
El libro de Douglas Rushkoff, “La supervivencia de los más ricos. Fantasías escapistas de los milmillonarios tecnológicos”, describe la “Mentalidad” de los superricos (“The Mindset”): la ideología apocalíptica que los milmillonarios tienen para sobrevivir a la “catástrofe civilizatoria” del proyecto “largoplacista”.
Frente a estas ideologías nefastas urge el estudio de los clásicos, de Aristóteles y del Apocalipsis.
La mitología griega entendió con claridad que mientras el tiempo inhumano de Cronos y los Titanes domine sobre la tierra ni lo divino ni lo humano podrá prosperar bajo sus pies.
Desiderio Parrilla Martínez