«Tú puedes ser muy torpe y montar un cártel o ser menos torpe y disimularlo», suele decir un experto en competencia. La Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza (Anele), patronal de los libros de texto en España, intentó disimular con la aplicación de un código de conducta para sus asociados, que suman el 80% de la cuota de mercado, pero la jugada le ha salido mal. Durante 10 años, ese código ha regulado los precios, castigado la competencia y repartido geográficamente los centros educativos entre las editoriales sin que las familias, que son las verdaderas víctimas porque son las que pagan los libros de texto y los digitales, se hayan dado cuenta. Hasta que una editorial díscola, la catalana Vicens Vives, se negó a someterse a las ataduras del código, abandó la asociación y denunció a Anele. Y ha ganado, a pesar de las coacciones, amenazas y demandas judiciales que la patronal ha lanzado en su contra desde el año 2012, fecha en que Vicens Vives abandonó Anele y se rebeló, según confirman fuentes del sector.
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