por Michael Collins | 19 marzo, 2014 
Como prometí
ayer, he aquí el primero de los 5 capítulos del Quinto Evangelio de Biffi que voy a traer al blog.
Capítulo 23 Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos (Mt 19, 17). en realidad quedaría así…
Si quieres entrar en la vida, sigue los dictámenes de tu conciencia. Este fragmento hará sin duda las delicias de los moralistas contempo ráneos, los cuales tienden a simplificar cada vez más su tarea con la apela ción a la conciencia del individuo. Sobre todo ofrece una clara justificación bíblica a la idea cada vez más difundida entre los cristianos de que no existe ninguna regla de moralidad fuera del sentimiento interior del bien y del mal. En realidad no se trata de una doctrina nueva: siempre ha enseñado la moral cristiana que la norma próxima del bien obrar para el hombre concreto es su propia conciencia personal, a la que debe siempre seguir en cualquier cosa que manda o prohíba. La novedad consiste más bien en una concepción original de la conciencia y de sus funciones. La antigua mentalidad sostenía que la conciencia era solamente el altavoz interior que transmitía y amplificaba la ley de Dios; le era, por tanto, esencial a la conciencia el mantenerse en sintonía con la voz divina, sin la cual se hacía inservible como un receptor de radio que no pudiera conectar con la emisora deseada. Por tanto, la primera misión impuesta a la conciencia no era descubrir dentro de sí misma la norma de moralidad, sino buscarla en los mandamientos del Señor. El primer imperativo de la conciencia era conocer la ley. En cambio, según la opinión que hoy se generaliza, parece que la conciencia no debe salir de sí misma; basta que esté atenta a sus propios deseos, a sus propias aversiones, a sus propios entusiasmos, a sus propios fastidios… y no tendrá necesidad de más. El conocimiento de las normas objetivas es algo extrínseco y, por tanto, indiferente. Y así hemos podido llegar finalmente a la raíz del equívoco: se había creído hasta el presente que la conciencia era un medio dado por Dios para hacernos conocer su voluntad; pero ahora hemos descubierto que se trata en realidad de un regalo mucho más precioso: es un medio para evitar al hombre la incomodidad de conocer la voluntad de Dios. Todo se hace así más fácil: la conciencia es la abolición de la ley. Es la ruptura con la esclavitud de los preceptos y de la casuística. El imperativo moral queda maravillosamente simplificado:
—¿Son lícitas las experiencias prematrimoniales? —Sigue tu conciencia. —¿Cómo hacer la declaración de la renta? —Sigue tu conciencia. —¿Me es lícito practicar un aborto si tengo ya tres hijos que mante- ner? —Sigue tu conciencia. Si de hecho no está informada, síguela sin más. Y no es sólo la tarea del moralista la que de este modo queda notablemente aligerada, sino también las decisiones aún más comprometedoras del individuo; porque, pese a las apariencias, no existe en este mundo nada más flexible que la conciencia que no trate continuamente de conformarse a la ley divina. Aguarda una recompensa inminente al hombre que obedece a su propia conciencia sin preocuparse de indagar el parecer de Dios: la conciencia acaba por obedecer fielmente al hombre sin pasarle factura ni gravarle con preocupaciones. Aun el que haya contraído el feo vicio de envenenar de cuando en cuando a sus tías para anticipar la herencia, comprobará en el funeral de la cuarta que su conciencia (lo mismo que su tía) no tienen ningún reproche que hacerle.
Primero no hay tal quinto mandamiento, el zapatero de la esquina es mas inteligente y al calor de dos cervezas y un cigarro propone que sean siete los mandamientos, los católicos hemos recibido de Dios que satanás es el engañador y se viste con piel de oveja
Quién diría … Parece más bien una nada irónica obra del infame Kasper & Cía.
Amigo Ballestero escandalizado: Biffi critica en clave humorística la teología progresista de los años setenta. En cada capítulo cita el texto auténtico del Evangelio y luego el capítulo paralelo de un supuesto Quinto Evangelio hallado, comentándolo de modo irónico. A Chesterton le habría divertido mucho.
ESTO ES, SIMPLE Y LLANAMENTE, UNA HEREJÍA. Y ADEMÁS, UNA HEREJÍA PELIGROSA…!!!
COMO ES POSIBLE QUE ESTE HOMBRE HAYA LLEGADO A SER CARDENAL DE LA SANTA Y ROMANA IGLESIA?
CON ESTAS COSAS NO ME EXTRAÑA QUE HAYA SALIDO DEL CÓNCLAVE ESTE PAPA QUE SUS EMINENCIAS HAN REGALADO A LA IGLESIA.
ESTO PARECE UNA PESADILLA… Y LO MALO ES QUE NO LO ES.
KYRIE ELEISON!!!