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En torno a la presencia de Jesucristo en toda la Sagrada Forma y en cada una de sus partículas

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Un seminarista de Estados Unidos ha realizado un experimento que ha originado un noticia muy difundida y comentada sobre la comunión en la mano o en la boca. El experimento ha consistido en hacer varias fotografías:

1ª) de un guante negro en el cual no se ve ningún residuo; el guante es totalmente negro.

2ª) de una forma sin consagrar, colocada sobre el guante en la misma posición y manera que la forma consagrada en la mano del que la va a comulgar.

3ª) del guante sin la forma. Pero, ya el guante no aparece totalmente negro. Se ve -con el color desvaído de la sombra- la huella de la forma redonda y, dentro de ella, algunas (sobre todo tres) partículas blancas desprendidas de la forma, que, en la comunión en la mano, caerían seguramente al suelo.

Este trabajo debe su existencia a esta anécdota. Muestra que algunas partículas desprendidas de una hostia no consagrada (lo mismo ocurriría si estuviera consagrada) son invisibles al ojo humano, pero visibles a una moderna cámara fotográfica. La visión de estas fotografías me recordó que la presencia real de Jesucristo en toda la sagrada Hostia y en cada una de sus partículas es una verdad dogmática, conocida por pura fe, porque así nos lo enseña la Iglesia, nuestra «Madre y Maestra». Pero la ciencia moderna, la física cuántica demuestra que el todo está en el todo y en cada una de sus partes, o sea, se trata de una verdad y realidad que no repugna ni se opone a la razón. Una vez más el progreso de la ciencia, en contra de lo sostenido por algunos, no hay oposición entre ciencia y fe, entre razón y revelación divina. Además, lo confirma el impresionante milagro de Lanciano, que conocí por un oportuno comentario de Gabriel Ariza, que lo ha visto y admirado.

  1. Cualificación teológica: verdad dogmática

Evidentemente la presencia de Jesucristo en la sagrada Hostia y en cada una de sus partículas no es una cuestión baladí. Lo dice el sensus fidei, la fe, y hasta el sentido común del creyente católico. Lo ha enseñado y lo enseña al magisterio de la Iglesia, también el más solemne. Como comprobación, transcribo la ficha de su cualificación teológica en la obra La fe divina y católica de la Iglesia, elaborada por Javier Ibáñez y Fernando Mendoza (editorial Magisterio Español, Zaragoza 1978, p. 150 n. 83), obra excelente y práctica.

«En el venerable sacramento de la Eucaristía se contiene Cristo entero bajo cada una de las especies y bajo cada una de las partes de cualquiera de las partes de cualquiera de las especies hecha la separación.

Cualificación teológica: Nota: De fe divina y católica definida. Censura: Herejía.

Magisterio de la Iglesia: Constanza, 566. Trento:606.

Sagrada Escritura: Joh 6,58; 1 Cor 11,27.

Adversarios: Husitas y protestantes».

Por tanto, la presencia de Jesucristo bajo cada una de las «especies» («apariencia» de pan -vino) y en cada parte (miga/partícula, gota) de cualquiera de las especies eucarísticas es dogma de fe y su negación, una herejía.

  1. Lo exterior, reflejo de la fe del comulgante y del modo de comulgar

La unidad psicosomática, constitutiva del ser humano, tiene sus derechos y sus imperativos

2.1. Lo exterior refleja la interioridad del comulgante

Es evidente que el modo como recibimos la comunión manifiesta el grado de nuestra fe en la presencia del Señor en la sagrada Forma. Es también evidente que importa mucho más la interioridad del comulgante (espíritu de adoración, amor, gratitud, cariño, ternura, respeto, etc.,) que lo exterior y que, sin duda, esto -que es visible- refleja aquello, que es invisible en sí mismo. Es una exigencia básica de su ser humano -no puro espíritu, un ángel- y de su unidad psicosomática. De ahí que, al menos en teoría y evaluado en sí mismo, no sea igual comulgar en la boca y en la lengua que en la mano, de rodillas que de pie, con genuflexión de la pierna derecha inmediatamente antes de recibir la comunión que sin genuflexión, con inclinación de cabeza que sin ella.

2.2. El lenguaje, reflejo de la realidad y práctica de los hablantes

El léxico suele reflejar la mentalidad de los hablantes. Lo consagrado y comulgado es el «Cuerpo de Cristo» o «del Señor», pero no en su realidad material, física, sino transubstanciada con apariencia de pan. El comulgante no es un antropófago como pensaron horrorizados los judíos oyentes de la promesa de la Eucaristía (Jn 6, 60).

Para designar los fragmentos desprendidos de la «especie» del Cuerpo o Carne de Cristo, en los textos latinos predomina el uso de «mica», de donde «miga»; «micula», con la cual se relaciona «migaja» como «lenteja, oreja» con «lenticula, auricula». Los términos «mica, micula» Indican que el Cuerpo de Cristo se comulga bajo la «especie» o «apariencia» de pan ordinario, del cual pueden desprenderse migas o migajas.

Cuando, a partir del siglo IX, la comunión se recibe en forma de Hostia blanca y generalmente redonda, las partículas que pueden desprenderse se llaman «partes» (de pars, partis = «parte, porción»), su diminutivo: particulae («partículas»), fragmenta («fragmentos»); en griego: méros, merís/merídos («parte, porción»), klásma («fragmento, fracción»).

  1. El siglo IX, clave y bisagra.

El siglo noveno fue decisivo en la materia de este trabajo, pues en él se inventó la oblea, se introdujo la comunión en la lengua y que la sagrada Forma fuera de ázimo.

Dos aclaraciones: suele contraponerse la comunión en la boca y en la mano. Pero, cuando nos referimos a textos de la época en la que se comulgaba un trozo pan ordinario transubstanciado, es correcto hablar de comunión «en la boca». En cambio, desde el siglo IX hasta finales del XX, al recibir la comunión bajo la especie de la sagrada Forma u Hostia -fina, blanquecina y generalmente redonda- es más correcto decir «en la lengua».

No hace falta aclarar que las fechas aquí, como en tantas otras dataciones, no son totalmente precisas. En el cambio de una práctica a otra hay o suele mediar un periodo más o menos prolongado de transición o de coexistencia del doble modo de recibir la sagrada comunión.

3.1. La comunión en la mano,

Los testimonios conocidos muestran que se comulgaba en la mano hasta el IX,-como práctica universal, sin excepciones. Pueden verse numerosas citas de testimonios en los índices pormenorizados de la antología de textos eucarísticos de la época patrística (siglos I-VII/VIII). En esta antología figura el texto de 25 testimonios de comunión en la mano, anteriores a finales del siglo IV; 20 entre el siglo V y VII/VIII.

Para recibir la sagrada comunión, se ponía la mano derecha extendida, la izquierda debajo de ella como sosteniéndola. «Cada uno de nosotros se acerca con los ojos bajos y las dos manos extendidas. Mirando hacia abajo paga una como deuda de conveniencia por la adoración, presenta una especie de profesión de fe de que recibe el Cuerpo del Rey (…) Y por el (hecho) de que sus dos manos están igualmente extendidas, reconoce la grandeza del don que va a recibir. La mano derecha es la que se alarga para recibir la oblación que se da, pero bajo ella se coloca la izquierda, y con esto se muestra gran reverencia (…) La extendida tiene una categoría (táxis) más elevado, mientras que la otra sostiene y conduce a su hermana y compañera, sin tener por injuria desempeñar la categoría (táxis) de sirvienta«. San Cirilo de Jerusalén dice expresamente que se comulga recibiendo «el Cuerpo de Cristo en la palma de la mano derecha». Luego, ¿cómo lo llevaban a la boca?

La mano izquierda en la antigüedad griega y romana era considerada tradicionalmente, ya mucho antes del cristianismo, no solo inferior a la derecha, sino incluso maléfica, de mal augurio, hasta el punto que, si era posible, no se la nombraba o, si se hacía, se recurría a su nombre más usual «euónymos» (griego: «bien nombrada, la del buen nombre»)  como para conjurar su maleficio. Piénsese en el significado de las palabras: «diestro, siniestro» y sus afines, derivadas de la latinas: dexter-a/dextra, sinistra»,(«mano derecha, izquierda».

Tras la reforma litúrgica del Vaticano II, al revés se recibe la sagrada Hostia en la palma de la mano izquierda, sostenida por debajo por la mano derecha. Como ahora, el sacerdote decía: Corpus Christi, el Cuerpo de Cristo» y el comulgante respondía: Amen, «Amén».

Después de la invención de la oblea, la comunión en la mano fue dejando de ser práctica generalizada hasta que desapareció del todo en el siglo XIII, según lo atestigua santo Tomás de Aquino en la Summa Theologiae.

3.2. La comunión en la lengua

Se introdujo la comunión en la lengua cuando se inventó la «oblea», palabra derivada del término latino oblata (= «ofrecida») a través del francés oublée. El Diccionario de la lengua española (Real Academia Española, 200122), aparte de otros significados, en primer lugar la define: «hoja delgada de pan ázimo». Es la sagrada Hostia o forma ofrecida (ofertorio), consagrada y comulgada en la santa Misa. Acaeció prácticamente al mismo tiempo (siglo IX, Rábano Mauro, etc.,) la invención de la oblea, el que fuera de pan ázimo o sin fermentar, sin levadura, y la comunión en la lengua.

3.3. Se comulgaba pan ordinario consagrado

Hasta el siglo IX generalmente se consagraba y se comulgaba el pan ordinario. Es teológicamente cierto que, para la validez del sacrificio y sacramento eucarístico, es necesario y suficiente cualquier clase de pan de trigo. A partir del siglo IX fue imponiéndose el pan ázimo, es decir, no fermentado o sin levadura. La solemnidad judía de la Pascua se llamaba también la fiesta o «día de los Ázimos» (Mt 26,17), porque durante toda la semana los judíos solamente podían y pueden comer pan sin levadura. Y Jesucristo instituyó la sagrada Eucaristía durante la celebración de la Pascua.

3.4. ¿La Venezuela actual, un caso único en los dos mil años de la Iglesia?

Respecto de la materia de la sagrada Forma, pienso que, en los dos mil años del Señor en la Eucaristía, no se ha dado un caso igual a lo que está ocurriendo actualmente en Venezuela. Tengo un hermano religioso escolapio, que reside en Cúcuta, ciudad colombiana de casi un millón de habitantes, ubicada a pocos kilómetros (10 minutos en coche) de la frontera con Venezuela. En su comunicación de finales de febrero (año 2018), entre otras informaciones, decía que, en España, no podemos imaginar lo que está pasando en Venezuela. Impresiona ver pasar por el puente fronterizo auténticas  riadas de unas 35.000 personas cada día. Vienen a comprar medicamentos y alimentos, incluido pan. De estos 35.000, unos 5.000 no regresan a Venezuela. La curia diocesana de Cúcuta y algunas parroquias repartieron 316.000 comidas al mes. El año pasado (2017)por los puestos fronterizos de Colombia y Venezuela pasaron por lo menos doce millones personas. No obstante, por algunos medios españoles de comunicación conocemos algo de esa tragedia. Hace pocos días, casi 30 padres dejaron a sus hijos pequeñines en la frontera con la esperanza, de que matrimonios o instituciones colombianas los van a acoger. ¡Cuánto habrán sufrido sus madres y padres antes de tomar semejante decisión!

Lo anterior puede servir de contexto de la siguiente anécdota y para hacer creíble una noticia tan sorprendente. Ha regresado recientemente de Venezuela el sacerdote burgalés Pedro Sáez Díez que ha realizado su ministerio durante 47 años en la isla Margarita (Venezuela), llamada así por la abundancia de moluscos con la perla margarita en su interior. Ha regresado obligado por la edad octogenaria y porque allí no podía adquirir las medicinas imprescindibles para su salud. Me ha dicho que el obispo de su diócesis, a finales de 2017, pidió encarecidamente en una nota escrita a sus sacerdotes que procuraran que no les falte harina a las religiosas que elaboran las formas para la comunión, pues a veces la tienen muy escasa, prácticamente inexistente. Jesucristo eucarístico participa de las penurias de sus seguidores.

Puede leer la bitácora completa aquí

Comentarios
1 comentarios en “En torno a la presencia de Jesucristo en toda la Sagrada Forma y en cada una de sus partículas
  1. Estimado Padre Guerra, el motivo de mi comentario es que según varias fuentes racionalistas existen serias dudas sobre la veracidad de prodigios eucaristicos como los de Lanciano y de Bolsena. Este último llevó al papa Urbano IV a instituirla fiesta del Corpus Christi en 1264. Pero según varias fuente el milagro es falso. Las hostias son pan sin fermentar que se almacena en el sagrario de las iglesias, un lugar oscuro y húmedo. Por lo que no es difícil imaginar a Serratia marcescens creciendo en esas condiciones tan buenas y produciendo prodigiosina.Cuando Serratia sus colonias se tornan de color rojo sangre debido a la producción y acumulación del pigmento prodigiosina. ¿Hay por tanto alguna refutación apologética de los bolandistas u otros de un origen microbiano de los supuestos prodigios eucarísticos?

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