El número 69 de la Exhortación Apostólica post-sinodal, Sacramentum Caritatis, del Papa Benedicto XVI dice claramente al respecto:
“Sobre la importancia de la reserva eucarística y de la adoración y veneración del sacramento del sacrificio de Cristo, el Sínodo de los Obispos ha reflexionado sobre la adecuada colocación del sagrario en nuestras iglesias. En efecto, esto ayuda a reconocer la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento. Por tanto, es necesario que el lugar en que se conservan las especies eucarísticas sea identificado fácilmente por cualquiera que entre en la iglesia, también gracias a la lamparilla encendida. Para ello, se ha de tener en cuenta la estructura arquitectónica del edificio sacro: en las iglesias donde no hay capilla del Santísimo Sacramento, y el sagrario está en el altar mayor, conviene seguir usando dicha estructura para la conservación y adoración de la Eucaristía, evitando poner delante la sede del celebrante. En las iglesias nuevas conviene prever que la capilla del Santísimo esté cerca del presbiterio; si esto no fuera posible, es preferible poner el sagrario en el presbiterio, suficientemente alto, en el centro del ábside, o bien en otro punto donde resulte bien visible. Todos estos detalles ayudan a dar dignidad al sagrario, cuyo aspecto artístico también debe cuidarse. Obviamente, se ha tener en cuenta lo que dice a este respecto la Ordenación General del Misal Romano. En todo caso, el juicio último en esta materia corresponde al Obispo diocesano”.
De este sencillo y profundo número sacamos en claro varias cosas:
1/ “Importancia de la adoración y veneración del sacramento del sacrificio de Cristo”.
No hace mucho comentábamos en este mismo blog la importancia de recuperar en las iglesias los espacios de adoración comunitaria del santísimo sacramento. Con razón decía San Alfonso María de Ligorio:
“Entre todas las devociones, ésta de adorar a Jesús sacramentado es la primera, después de los sacramentos, la más apreciada por Dios y la más útil para nosotros.”
Y es que una comunidad cristiana que tiene vida en torno al sagrario, sin duda, hace florecer también el amor a Cristo fuera del templo. Y qué gozo cuando uno entra en una iglesia y ve expuesto el santísimo sacramento y un sin cesar de personas entrando y saliendo haciendo una visita. Aquí en Roma hay varios lugares así, como la capilla del Santísimo que da justo a la céntrica piazza Venezia con una riada contínua de personas de todas las edades.
2/ “Ayuda a reconocer la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento”.
Esto que teóricamente parece muy obvio para cualquier católico luego en la práctica parece que cuesta traducirlo en detalles como el hecho de no ignorar que Cristo está verdaderamente presente donde hay un sagrario con la reserva eucarística. Me dan un tremendo testimonio las personas que cuando pasan delante de una iglesia se santiguan sin vergüenza ninguna, reconociendo que Cristo está ahí. En las comunidades religiosas donde quizás vivimos acostumbrados a tener la capilla en casa con el Santísimo y se pasa por delante como quien pasa por delante de cualquier otra sala de la casa… qué bueno sería recuperar la consciencia del privilegio de tener a Cristo tan “a la mano” que cada día lo primero y lo último que puedo hacer al levantarme e irme a acostar es una visita por el sagrario. En nuestro caso, tenemos la capilla muy cerca de la puerta de entrada de la casa de manera que resulta fácil y un gusto una visita cuando salimos o entramos de casa. Personalmente me entristece cuando a veces oyes a alguien decir “no hace falta entrar cada vez en la capilla para saludar al Señor, va conmigo 24 horas”, sí… claro, lo sabemos que el Señor está con nosotros en cada momento pero… estando de forma real y visible en el sagrario ¿no vale la pena pararse aunque sea medio minuto y decirle Señor te ofrezco este día haz que sea un instrumento tuyo en todo lo que haga y que sirva para tu mayor gloria?… o al entrar en casa después de toda una jornada fuera de la comunidad… ¿no vale la pena entrar a saludarle y darle gracias por lo vivido?
3/ “…evitando poner delante la sede del celebrante”.
Aterrizando en cosas más llanas, evitar poner la sede del sacerdote delante del sagrario. Eso ayudará a darle una importancia al lugar donde está el Santísimo que no sea tapado por nada ni nadie que se ubique delante. La sede a un lado del altar y el ambón al otro es perfecto.
4/ ¿Qué dice la Ordenación General del Misal Romano respecto al sagrario?
Lo encontramos en los números 314 al 317 que a continuación mencionamos:
El nº 314 dice:
“Para cualquier estructura de la iglesia y según las legítimas costumbres de los lugares, consérvese el Santísimo Sacramento en el Sagrario, en la parte más noble de la iglesia, insigne, visible, hermosamente adornada y apta para la oración. Como norma general, el tabernáculo debe ser uno solo, inamovible, elaborado de materia sólida e inviolable, no transparente y cerrado de tal manera que se evite al máximo el peligro de profanación. Conviene, además, que se bendiga según el rito descrito en el Ritual Romano antes de destinarlo al uso litúrgico”.
El nº 315 dice:
“Por razón del signo conviene más que en el altar en el que se celebra la Misa no haya sagrario en el que se conserve la Santísima Eucaristía. Por esto, es preferible que el tabernáculo, sea colocado de acuerdo con el parecer del Obispo diocesano:
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o en el presbiterio, fuera del altar de la celebración, en la forma y en el lugar más convenientes, sin excluir el antiguo altar que ya no se emplea para la celebración (cfr. n. 303);
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o también en alguna capilla idónea para la adoración y la oración privada de los fieles, que esté armónicamente unida con la iglesia y sea visible para los fieles”.
El nº 316 dice:
“Cerca del sagrario, según la costumbre tradicional, alumbre permanentemente una lámpara especial, alimentada con aceite o cera, por la cual se indique y honre la presencia de Cristo”.
El nº 317 dice:
“Tampoco se olviden de ninguna manera las demás cosas que para la reserva de la Santísima Eucaristía se prescriben según las normas del Derecho”.
Y el Derecho Canónico habla del sagrario en los cánones 934 a 944 que citamos para facilitar su consulta en este mismo artículo:
934 § 1. La santísima Eucaristía:
1 debe estar reservada en la iglesia catedral o equiparada a ella, en todas las iglesias parroquiales y en la iglesia u oratorio anejo a la casa de un instituto religioso o sociedad de vida apostólica; 2 puede reservarse en la capilla del Obispo y, con licencia del Ordinario del lugar, en otras iglesias, oratorios y capillas.
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En los lugares sagrados donde se reserva la santísima Eucaristía debe haber siempre alguien a su cuidado y, en la medida de lo posible, celebrará allí la Misa un sacerdote al menos dos veces al mes.
935 A nadie está permitido conservar en su casa la santísima Eucaristía o llevarla consigo en los viajes, a no ser que lo exija una necesidad pastoral, y observando las prescripciones dictadas por el Obispo diocesano.
936 En la casa de un instituto religioso o en otra casa piadosa, se debe reservar la santísima Eucaristía sólo en la iglesia o en el oratorio principal anejo a la casa; pero el Ordinario, por causa justa, puede permitir que se reserve también en otro oratorio de la misma casa.
937 La iglesia en la que está reservada la santísima Eucaristía debe quedar abierta a los fieles, por lo menos algunas horas al día, a no ser que obste una razón grave, para que puedan hacer oración ante el santísimo Sacramento.
938 § 1. Habitualmente, la santísima Eucaristía estará reservada en un solo sagrario de la iglesia u oratorio.
- El sagrario en el que se reserva la santísima Eucaristía ha de estar colocado en una parte de la iglesia u oratorio verdaderamente noble, destacada convenientemente adornada, y apropiada para la oración.
- El sagrario en el que se reserva habitualmente la santísima Eucaristía debe ser inamovible, hecho de materia sólida no transparente, y cerrado de manera que se evite al máximo el peligro de profanación.
- Por causa grave, se puede reservar la santísima Eucaristía en otro lugar digno y más seguro, sobre todo durante la noche.
- Quien cuida de la iglesia u oratorio ha de proveer a que se guarde con la mayor diligencia la llave del sagrario en el que está reservada la santísima Eucaristía.
939 Deben guardarse en un copón o recipiente las Hostias consagradas, en cantidad que corresponda a las necesidades de los fieles, y renovarse con frecuencia, consumiendo debidamente las anteriores.
940 Ante el sagrario en el que está reservada la santísima Eucaristía ha de lucir constantemente una lámpara especial, con la que se indique y honre la presencia de Cristo.
941 § 1. En las iglesias y oratorios en los que esté permitido tener reservada la santísima Eucaristía, se puede hacer la exposición tanto con el copón como con la custodia, cumpliendo las normas prescritas en los libros litúrgicos.
- Durante la celebración de la Misa, no se tenga exposición del santísimo Sacramento en la misma iglesia u oratorio.
942 Es aconsejable que en esas mismas iglesias y oratorios se haga todos los años exposición solemne del santísimo Sacramento, que dure un tiempo adecuado, aunque no sea continuo, de manera que la comunidad local medite más profundamente sobre el misterio eucarístico y lo adore; sin embargo, esa exposición se hará sólo si se prevé una concurrencia proporcionada de fieles, y observando las normas establecidas.
943 Es ministro de la exposición del santísimo Sacramento y de la bendición eucarística el sacerdote o el diácono; en circunstancias peculiares, sólo para la exposición y reserva, pero sin bendición, lo son el acólito, el ministro extraordinario de la sagrada comunión u otro encargado por el Ordinario del lugar, observando las prescripciones dictadas por el Obispo diocesano.
944 § 1. Como testimonio público de veneración a la santísima Eucaristía, donde pueda hacerse a juicio del Obispo diocesano, téngase una procesión por las calles, sobre todo en la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo.
- Corresponde al Obispo diocesano dar normas sobre las procesiones, mediante las cuales se provea a la participación en ellas y a su decoro.
Muy agradecida por su artículo, los leo y me gustan. pero pide usted demasiado a sus hermanos sacerdotes (no digo desde luego todos), para los que hoy en día a Jesús lo han convertido en una especie de titiritero chabacano al que le da igual todo. El otro día mi hija se quedó pensativa a razón del evangelio del día que trató sobre la expulsión de los mercaderes, se inquietó un poco y me dijo que duro Jesús a latigazos y se sorprendió, y yo le contesté lo mismo que le he dicho a usted, os vaís a llevar una sorpresa con vuestro Jesús, porque vosotros os creís que Jesús es como un pinocho majete, y que se puede entrar en una iglesia de cualquier modo vestidos con el móvil en la mano, sacando fotos a todos y mascando chicle. No me sorprende mi hija es una víctima de cierto catecismo y de ciertas clases de religión. En las iglesias está Jesucristo sacramentado el que ha muerto por nosotros uno por uno, no por alguien étereo e irreal, tampoco es el que ha inventado un nuevo juguete, si no el que ha creado el universo entero, y desde luego que nadie duda de que es infinitamente misericordioso y bondadoso porque conoce nuestras flaquezas, pero también nos exige algo aunque sea mínimo, yo pienso que tenemos que poner algo de nuestra parte. Los fieles tenemos la culpa porque somos soberbios y no queremos reconocer a nadie por encima de nosotros, pero anda que también los pastores se las traen.
La presencia de Cristo en la Eucaristía es incompatible con una liturgia donde justo después de la consagraión se dice literalmente «ven señor Jesús».
¿Cómo se puede decir «ven señor Jesús» cuando Jesús se acaba de hacer presente en la consagración?
A CRISTO NO SE LE PUEDE PEDIR QUE VENGA PORQUE ACABA DE LLEGAR.