| 19 octubre, 2012
Se dice que no hay preguntas tontas sino tontos que preguntan. Y este parece ser el caso de Luis Fernando Pérez de Bustamante. No por la pregunta en sí misma, que podría formularla cualquier católico consciente. Sino porque quien pregunta se presenta como campeón y defensor cerril del Concilio Vaticano II.
No vamos a reiterar nuevamente lo que ya señalamos en otra oportunidad. Tan sólo recordar que antes del Vaticano II, para el Código de Derecho Canónico de 1917, la comunicación en lo sagrado -activa y formal- estaba prohibida siempre, puesto que el c. 1258 la prohibía expresamente como regla bajo todas sus formas, porque se la consideraba profesión de un culto falso y negación de la fe católica, aparte de un escándalo.
Además, establecía el canon 2316:
Es sospechoso de herejía el que espontáneamente y a sabiendas ayuda de cualquier modo a la propagación de la herejía o participa in divinis con los herejes, en contra de lo que prescribe el canon 1258.
Pero el último Concilio, y el Código de Derecho Canónico de 1983 dictado en su consecuencia, han alterado profundamente la doctrina y disciplina eclesial acerca de la intercomunión con acatólicos. El c. 1258 ha sido derogado y para la disciplina actual la comunicación en lo sagrado es lícita si hay justa causa (cfr. SÁNCHEZ-GIL, A. Voz Communicatio in sacris, en «Diccionario General de DerechoCanónico», Pamplona).
¿Qué hace el predicador de la Casa del Papa arrodillado ante un pastor protestante? La respuesta que podría dar el fraile Raniero Cantalamessa es obvia: es un gesto ecuménico. Y por si hubiera alguna duda, el predicador podría poner de ejemplo al Cardenal Jorge M. Bergoglio.
Bergoglio recibiendo una multibendición. |