| 11 julio, 2012
Hay otra cuestión muy importante implícita en todo lo que hemos visto y que requiere la consecuente elucidación. Es conocida la férrea oposición de Newman al liberalismo religioso durante toda su vida, desde los tiempos de sufellowship en Oxford hasta el final. Precisamente, en su célebre alocución al recibir el biglietto como Cardenal de la Iglesia Católica, Newman dijo:
Y me regocijo en decir que desde el principio me he opuesto a un gran mal. Por treinta, cuarenta, cincuenta años he resistido con todas mis fuerzas el espíritu del liberalismo en religión. Nunca ha necesitado la Santa Iglesia campeones contra él tan acuciantemen- te como ahora, en que este error se extiende como una trampa por doquier; y en esta gran ocasión, cuando es natural que alguien en mi lugar mire hacia todo el orbe, y hacia la Santa Iglesia, y hacia su futuro, espero que no se me considere fuera de lugar si renuevo la protesta contra este mal como lo he hecho tan a menudo.
El liberalismo en religión es la doctrina que afirma que no hay verdad positiva en religión, sino que un credo es tan bueno como otro, y que ésta es la enseñanza que está ganando fuerza y se está imponiendo actualmente. Es inconsistente con cualquier reconocimiento de cualquier religión como verdadera. Enseñan que todas deben ser toleradas, pues todas son materia de opinión. La religión revelada no es una verdad, sino un sentimiento y un gusto, no un hecho objetivo, no milagrosa; y es el derecho de cada individuo hacerle decir lo que se le pase por la cabeza. La devoción no está necesariamente fundada en la fe. Los hombres pueden ir a las Iglesias Protestantes y a las Católicas, pueden obtener bienes de ambas y pertenecer a ninguna. Pueden fraternizar en pensamientos y sentimientos espirituales sin ninguna perspectiva de doctrina en común, y sin percibir su necesidad. En consecuencia, por ser la religión una peculiaridad tan personal y una posesión tan privada, deberemos necesariamente ignorarla en las relaciones entre los hombres. ¿Qué le importa a Ud. si un hombre inventa una nueva religión cada mañana? Es tan impertinente pensar en la religión de un hombre como en el origen de sus ingresos o el gobierno de su familia. La religión, en consecuencia, no es en ningún sentido el vínculo de la sociedad.
¿Por qué entonces Newman apoyó al Rambler, una publicación claramente adscripta, por lo menos desde la llegada de Simpson y Acton, al así llamado «catolicismo liberal»? En primer lugar porque, como dijimos más arriba, el liberalismo que ellos encarnaban no era propiamente escepticismo ni un antecedente del modernismo, pues lo que buscaban no era cambiar los dogmas ni su interpretación, sino las formas teológicas de expresión y explicación de esos principios, de tal modo que fuesen compatibles con el pensamiento moderno. Newman no era, en principio, opositor a una empresa tal, siempre y cuando se tomasen una serie de recaudos con relación a la ciencia moderna. Es sabido que en su pensamiento con respecto a este tema primaba una palabra: cautela.
Pero hay una razón más profunda, que nos dará oportunidad de incursionar en una doctrina newmaniana no demasiado conocida, aunque no por eso menos importante. Me refiero a su concepción acerca de las escuelas teológicas y el consiguiente papel de la inteligencia en la Iglesia.
Newman fue consciente desde el principio que el principal adversario que el Cristianismo iba a enfrentar en el tiempo por venir era el formidable movimiento moderno hacia la incredulidad y el ateísmo. Realmente lo desvelaba la problemática acerca de cómo hacer razonable la fe cristiana al hombre educado moderno. Incluso pensaba, en su fuero íntimo, que ésa era probablemente la misión que la Providencia le deparaba.
A su vez, era perfectamente consciente de las limitaciones de la apologética de su época, totalmente ignorante de las características del pensamiento moderno.
La sutil concepción de Newman acerca de esta cuestión está expresada claramente en un artículo publicado en 1859 en la revista Atlantis,titulado The Benedictine Schools.Allí él contrapone la actitud conservadora de las escuelas benedictinas de los siglos VIII y IX con la actitud creativa de la escolástica del siglo XIII. El espíritu conservador es esencial al Cristianismo en lo que respecta a la custodia del depósito de la Revelación. Newman nunca ocultó su amor por este espíritu, claramente manifestado en su amor por los Padres de la Iglesia. Pero en su devenir por este mundo, la Iglesia debe enfrentar las impugnaciones de sus adversarios, por lo que su conservadurismo en el núcleo dogmático debe contrapesarse con un pensamiento creador que responda a las nuevas cuestiones planteadas. Y de hecho esto ocurrió en los dos grandes momentos creadores de la historia de la Iglesia, la Patrística y la Escolástica. Esta última dio origen a las grandes escuelas teológicas, en las cuales floreció la libertad de pensamiento y ladisputatio, esenciales a la investigación.
Newman era, perfectamente consciente de que, en coincidencia con el paulatino debilitamiento de la iniciativa intelectual en la Iglesia, se había ido favoreciendo la actitud contraria, plasmada en el creciente centralismo romano. La impugnación moderna, en vez suscitar la aparición de los doctores, había ocasionado la aparición del partido ultramontano, fundado por De Maistre, con su énfasis del centralismo y de la obediencia al magisterio y del esprit de corpscomo respuesta a la impiedad. Sus partidarios adherían a un concepto de Iglesia en el que las encíclicas y los documentos papales prácticamente reemplazarían el ejercicio de la inteligencia católica. Es conocida la frase de W. G. Ward (uno de sus campeones en Inglaterra, junto con Manning): «quisiera una nueva Bula Papal cada mañana en el desayuno, junto con mi Times».
En definitiva, la postura de Newman fue sintetizada por él mismo en la siguiente frase tomada de una carta dirigida a Copeland en 1873:
Mi visión ha sido siempre responder, no suprimir lo que es erróneo meramente como una cuestión de conveniencia por la causa de la verdad, por lo menos en este momento. Suprimir me parece una mala política. La verdad tiene un poder por sí misma que se abre su propio camino; es más fuerte que el error, de acuerdo con el proverbio “Magna est veritas,etc.”
Para terminar, simplemente queremos remarcar que, como hemos visto más arriba, Newman era perfectamente consciente de la formidable impugnación que la Iglesia estaba a punto de afrontar y, sobre todo, de la crisis modernista que una generación después la Iglesia Católica iba a sufrir. Wilfrid Ward, su primer biógrafo, refiere que en sus últimos años Newman solía decir lo siguiente:
Cuando veo un joven inteligente y criterioso, siento una especie de sobrecogimiento y aún terror al pensar en su futuro ¿Cómo podrá él mantenerse frente al aluvión intelectual que se está configurando contra la Cristiandad?
Tomado y adaptado de: Baliña, Carlos. Estudio preliminar. En: Newman, John Henry. LOS FIELES Y LA TRADICIÓN. Ed. Pórtico. Buenos Aires, 2006, p. 37-47.