Marcel Pérès: «Reconstruir una memoria litúrgica» (y 3)

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—El canto gregoriano se conserva hoy en la Iglesia gracias a algunas comunidades monásticas y a los fieles que siguen la liturgia antigua: ¿qué piensa usted de estas liturgias? El canto gregoriano ¿sigue con vida gracias a estos coros de simples fieles aficionados?
El trabajo de estas comunidades monásticas y de estas corales de aficionados es esencial y admirable, pero por desgracia tenemos un problema de pérdida de memoria, de desconexión con la tradición antigua. La estética del canto, tal como se practica en estas comunidades, sigue muy apegada a los cánones definidos en Solesmes hace un siglo. Cambiar esta forma de cantar parecería una traición, o peor aún: el abandono de un estilo que se suele identificar con la defensa de la liturgia tradicional. Y ¿cómo cambiar la manera de cantar?, ¿para ir hacia dónde?, ¿con qué medios? La mayoría de los gregorianistas tienen una mala opinión de mi trabajo, sin conocerlo. Cuando leo ciertos artículos o conferencias, me apena comprobar la ignorancia o la caricatura que se hace de mi trabajo en algunos medios tradicionales.
No debemos caer en el error de principios del siglo XX, de imponer a todos el mismo estilo. Aquello llevó a la muerte a diversas tradiciones de canto litúrgico.Tenemos que avanzar hacia un futuro tradicionalmente diversificado. Esta idea es difícil de aceptar para los sedicentes «tradicionalistas», ya que tienden a pensar en la tradición de la música litúrgica en términos de uniformidad. Personalmente, a mí me gusta el estilo de Solesmes. El problema es que en el siglo XX se convirtió en el modelo único que eclipsó todo lo demás.
—El canto gregoriano se ha convertido en un asunto de «especialistas», que en muchos casos no tienen Fe ni interés alguno por la liturgia. Esto ¿no desnaturaliza el canto sacro, que ante todo es oración, antes incluso que canto?
Ese es un problema fundamental con el que topamos a menudo, y que impide la comprensión cabal de la realidad que está en juego. Se sugiere entre líneas que el estudio serio del canto litúrgico sería cosa de eruditos no creyentes, mientras que la Fe viva se asocia al amateurismo. Esto es absurdo, pero en el ambiente eclesiástico ha dado lugar a una paradójica sobrevaloración del amateurismo y a una degradación del gusto que impide comprender y apreciar las expresiones de la Fe de quienes nos precedieron. La tradición nos resulta extraña, y la cursilería se erige en modelo de Fe humilde.
Desde un punto de vista teológico, una misa siempre tendrá el mismo valor, tanto si se canta el Kyrie sobre un estribillo que duraveinte segundos, como si para una ocasión señalada se ensaya durante meses un canto que dura veinte minutos. Pero por otro lado, la diferencia entre una y otra opción expresa el grado de civilización de los actores litúrgicos. Una misa en una cueva tiene el mismo valor que una misa cantada en una catedral gótica. Entonces ¿por qué los hombres de aquellos tiempos se esforzaron tanto en construir algo que, en definitiva, no era más que un montón de piedras? Pues porque tenían un proyecto de civilización cuya expresión absoluta es el arte. Esta es una pregunta que los católicos de hoy deben hacerse con urgencia. Porque si el cristianismo ya no es un modelo de civilización, entonces sólo es una opción moral más. Y lamentablemente, el estado actual de la liturgia y el arte católico muestran síntomas evidentes de la pobreza del modelo de civilización que los católicos pueden ofrecer al mundo.
De hecho, el estado de la cuestión del canto eclesiástico se puede resumir en los siguientes términos:
1.- Cada vez más personas se sienten atraídas por esta música, procedentes de todos los ambientes.
2.- Nunca como hoy habían tenido tal desarrollo los estudios académicos sobre estas materias.
3.- La Iglesia, en general, desprecia su herencia. Y aun cuando no, le resulta muy difícil integrar la liturgia moderna y la tradicional.
4.- Hay que encontrar soluciones que hagan confluir a estas diferentes corrientes.
5.- Y corresponde a la Iglesia tomar la iniciativa.
—La estética gregoriana de Solesmes y la que usted propone parecen dos mundos muy diferentes. ¿Podría definir ambas en relación a la renovación litúrgica buscada por la Iglesia durante el siglo XX?
—Nuestro trabajo es un intento de ampliar las referencias culturales que concurren en el acto litúrgico. Una pretensión a la vezprofundamente tradicional y totalmente volcada en el presente. Tradicional, ya que tiene en cuenta la información disponible desde la Antigüedad tardía, para aprender de todos los siglos que nos han precedido. Y también contemporánea porque nos sitúa en el corazón de los problemas de hoy. La contemporaneidad nos plantea el reto de confrontarnos con sociedades que no evolucionan al mismo ritmo que la nuestra. Para entendernos con ellas y anticipar sus reacciones, tenemos que superar una concepción demasiado lineal del tiempo.
—Y todo eso, ¿en qué se traduce, musicalemente?
—El primer paso es dar al Canto Romano Antiguo el lugar que le corresponde en la renovación del acervo litúrgico católico. Este repertorio, descubierto hace un siglo, ha sido completamente desatendido por los gregorianistas, ya que no se puede ejecutar de acuerdo a las reglas de interpretación de Solesmes. En lugar de desafiar estas normas, se ha preferido considerar este canto como algo decadente y sin interés. Sin embargo, el Canto Romano Antiguo ocupa un lugar central en la historia de la música religiosa. Es la clave de bóveda que da origen, sentido y coherencia al edificio de lo que debería ser la conciencia litúrgica del Cristianismo. En su curso alto, enlaza con el canto del Templo de Jerusalén y la herencia musical griega. Aguas abajo, nos permite entender la belleza de la monodia coránica. Fuera de ciertos círculos muy restringidos de la musicología, este repertorio es hoy día desconocido por músicos, eclesiásticos y público. Sin embargo, nos da la versión más antigua de la música greco-latina de la Antigüedad tardía y es el eslabón perdido entre el canto bizantino, el copto o el siríaco, y la música árabe y la occidental.
Hasta el siglo XIII este repertorio acompañaba las liturgias pontificales en Roma. Pero cayó en el olvido al trasladarse los Papas a Aviñón. Redescubierto a principios del siglo XX, todavía no se le ha dado el lugar que le corresponde en el acervo estético de la cultura occidental. Y de la judía y la musulmana, que comparten la misma herencia semita y griega. Hoy en día, el Canto Romano Antiguo todavía está ausente de las reflexiones sobre música religiosa, ecumenismo o relaciones con el Islam. Nosotros preparamos la publicación de este repertorio.
—Y ¿cuáles serían hoy día las actuaciones prioritarias?
—Reconstruir una memoria litúrgica brillante, poniendo el rito romano tradicional en el centro de la restauración litúrgica, pero no en exclusiva. En concreto, hay que establecer centros de formación en cada diócesis para iniciar a sacerdotes y fieles en una recuperación del patrimonio litúrgico. En suma, ampliar el acervo litúrgico de los católicos reviviendo de verdad el espíritu de las antiguas liturgias. Dejar de considerar la atención al patrimonio como una empresa retrógrada. Muy al contrario, es mediante este ejercicio como se construirá el futuro de la Iglesia y se abrirán nuevas vías al ecumenismo. Por último, entender y transmitir que el latín no es sólo un vestigio del pasado, sino que constituye el futuro de la Iglesia porque sólo esta lengua, según recuerda el Concilio Vaticano II, puede ser el medio de la comunión eclesial. Benedicto XVI no podría ser más claro sobre este tema. El uso exclusivo de las vernáculas ha encerrado a las iglesias nacionales en guetos lingüísticos, pero ese tiempo ha pasado. La apertura al mundo, la circulación cada vez más intensa de individuos, reclama la recuperación del latín como el vehículo más apropiado para afrontar el reto de la mundialización.
Entrevista realizada por Christophe Geffroy.

Discografía de Marcel Pérès 

El CERIMM (Centro Europeo de Investigación sobre la Interpretación de Música Medieval), convertido después en el CIRMA (Centro Itinerante de Investigación sobre Música Antigua), organiza a lo largo del año sesiones de canto en Moissac y en otros lugares
. Cada año celebra la fiesta de Santiago Apóstol, el 25 de julio. Una semana antes, los estudiantes se reúnen en Moissac para preparar los oficios de esta solemnidad y una misa polifónica. Este año, la Misa Pange Lingua de Josquin des Prés. En este mismo período se ofrecen prácticas para niños. 

Últimos discos del Ensemble Organum, dirigido por Marcel Pérès:
 Vísperas de Santiago de Compostela, del siglo XII (Naïve, 2006). 
 Vísperas de San Luis de los Inválidos, manuscrito del siglo XVII (Naïve). 
 El canto de los Templarios, manuscrito del Santo Sepulcro, siglo XII (Naïve, 2006). 
 Cantos de la Iglesia de Roma, periodo bizantino (Harmonia Mundi, 2003). 
 Cantos de la Iglesia de Milán (Harmonia Mundi, 2003). 

El CIRMA también publica partituras de canto litúrgico en su notación original. Para más información: 
CIRMA. 1, Rue de l’Abbaye, Moissac 82200 (Francia). 
Tel. : 05 63 05 02 03. 
Correo electrónico: [email protected]  
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