La importancia de la perfección personal

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«Que cada uno procure ser perfecto en su orden y en el fiel desempeño de todas sus funciones y con esto llegará al grado y forma de santidad a que está destinado y contribuirá en lo posible a la edificación común. El verdadero progreso individual siempre influye muy eficazmente en el colectivo; y es una vana quimera el intentar uno grandes reformas sociales, que de él no dependen, mientras descuida lo que está en su mano, que es la propia reformación, con lo cual, por lo pronto habría impedido no pocos males y dado algunos buenos ejemplos. Que se reformen y perfecciones muchos miembros de una sociedad y muy luego empezará a sentirse el beneficio de esa reforma. Cuando un alma aspira de veras a la perfección cristiana, siempre arrastra con su ejemplo y lleva en pos de sí muchas; y tantas más cuanto más eficaces son esos ejemplos, cuando mayor sea la configuración de esa alma con los padecimientos del Salvador, como dice Santa Teresa, (Vida c. 11) Y mejorando con eso toda la Iglesia, ese progreso colectivo redundará a su vez en el de todos sus miembros y muy particularmente en el de quien lo provocó. Déjense, pues, todos llevar de la acción e inspiración de Dios, que en cada momento les determina lo que entonces deben hacer o padecer para irse reformando y configurando a imagen del hombre nuevo (Ef 2,15) y realizar así plenamente los adorables designios de la Providencia. Déjense penetrar por la unción del Espíritu Santo, que los ablandará y suavizará y fortalecerá, haciéndolos dóciles a la voz de la verdad y firmes en practicarla.” (Fr. Juan González Arintero, OP)

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