| 17 noviembre, 2011
El su libro Evangelio y utopía, Don José Mª Iraburu elogiaba a la Comunidad de las Bienaventuranzas como un ejemplo de esas utopías cristianas que vendrían a ser una suerte de contra-mundo en medio de las actuales sociedades descristianizadas. En los últimos días, justo es reconocerlo, Infocatólica no ha dejado de informar sobre la deplorable conducta de su «fundador», Ephraïm (Gérard) Croissant.
Gracias a Dios, en un largo y detallado comunicado de prensa, la Comunidad de las Bienaventuranzas reconoce, los «graves delitos» que un grupo «reducido» de sus miembros, que incluye al fundador, cometió en materia de abusos sexuales. El documento fue firmado el 15 de noviembre por el Comisario pontificio nombrado extraordinariamente por la Santa Sede en 2010, el padre dominico Henry Donneaud, y el Consejo General de la Comunidad.
Esta tristísima noticia debe llevarnos a reflexionar una vez más sobre los «fundadores» que se presentan como «iluminados» por el Espíritu Santo y plasman un supuesto «carisma» recibido en sus instituciones. Porque hay estructuras eclesiales que con sus singulares modos heteroprácticos funcionan como facilitadoras del abuso, unas veces espiritual y otras carnal. Recomendamos la lectura de dos entradas de Ludovicus en el blog Wanderer sobre el fundador y la heteropraxis. Dos advertencias muy necesarias para prevenirse de la sectarización movimientista del catolicismo.