| 30 noviembre, 2011
El redentorista norteamericano Joseph Tobin es el secretario de la Congregación para la Vida Religiosa. En una entrevista publicada en ReL reconoce la perplejidad que le provocan determinados casos. Si bien no cuestiona la muy discutible teoría del carisma, no deja de ser digno de mención la honestidad con la que reconoce su perplejidad y la falta de respuestas para algunos interrogantes. Es nuestro humilde deseo que, partiendo de la experiencia, se logre superar la perplejidad y se someta a sana crítica una explicación teológica (la “teoría del carisma”) cuya validez parece cuanto menos discutible y no pertenece al Magisterio definitivo de la Iglesia.
Se han dado casos de fundadores disciplinados o apartados: Maciel enla Legión de Cristo, Gerard Croissant en Bienaventuranzas, Alfonso María Duran en Miles Iesu… ¿quién supervisa a los supervisores? ¿Qué aprendemos de estos casos?
– Nuestro dicasterio, para aprobar un instituto, juzga que el carisma sea un don auténtico del Espíritu Santo y que el instituto tenga madurez para desarrollar el carisma. Pero hay casos (no hablo de estos en concreto) en los que pienso que engañaron al dicasterio, con datos falsos, igual que engañaron a sus co-hermanos de comunidad. Además, el Concilio Vaticano II, en el decreto «Perfectae Caritatis«, pide siempre volver a «la inspiración originaria de los Institutos», y el ejemplo del fundador. Pero ¿cómo es que un fundador que tuvo una vida desordenada puede seguir siendo punto de referencia? Yo no tengo respuesta a esta perplejidad.