La moralina laicista: no fume, pero delate a quien lo haga

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Este artículo verá, Dios mediante, la luz pública en papel a finales de febrero, en el número correspondiente de la Revista Ibiut, que dirige mi amigo don Ramón Molina Navarrete, a quien se lo envié ayer.

Ante la tremenda noticia que aparece en la portada de Libertad Digital, que los amigos lectores la pueden observar pulsando aquí, en estos momentos, como autor, he decidido colgarlo en El Olivo, dada su actualidad en estos primeros días de enero, y en la Fiesta de los Reyes Magos, quienes nos han traido en vez de paz, una ley antitabaco que ha levantado un guerra social.

‘Desde hace unos años en España está de moda la salud de la sociedad en general. Pero, con unas líneas marcadas imposible de traspasar, que han llevado a hundir aquella frase escrita en las paredes del Paris de 1968: Prohibido prohibir.

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Ahora esta permitido prohibir todo lo que les ha dado la gana a la autoridad que goza con prohibir desde no comer hamburguesas de tales dimensiones; de no tomar bollería industrial en los colegios; de no usar un lenguaje políticamente incorrecto; de caminar por un pensamiento único; hasta fumar en un montón de sitios.

La moralina laicista
En las clases de Educación para la ciudadanía se está imponiendo una moralina laicista, que está siendo cuestionada por los tribunales internacionales, pero que les importa tres pitos a los gerentes y garantes de una educación absolutamente hipócrita.

Mientras en las mentes infantiles se les implantan ideas propias de una ingeniería social que ya se impuso en la extinta Unión Soviética, por ejemplo, la bondad de las relaciones sexuales a todo trapo, sin tapujos ni responsabilidad; la bondad de beber el alcohol posible en los botellodromos construidos por los ayuntamientos a los que se invita por medio de mensajes de las redes sociales; la bondad de la toma de la píldora del día después como lo más natural del mundo; la bondad del aborto como sistema de libertad y de un derecho femenino alcanzado en este siglo; la bondad de la eutanasia como algo necesario para aligerar los hospitales y evitar el colapso de la medicina pública y el hundimiento del sistema integral de las pensiones a jubilados.

Todo esto se hace, y más, sin que las familias puedan exigir ser ellas los únicos educadores de sus hijos en el hogar, según la moral de la religión que esa casa practique. El derecho a la objeción de conciencia ha sido limitado desde el Tribunal Supremo y determinados colegios privados han entrado en el carril de esta moralina laicista, por el miedo a que les retiren el concierto económico a la institución propietaria del centro educativo.

Prohibido prohibir
El resto de la sociedad estamos hartos de que se metan en todos los aspectos de la vida personal y social. Están prohibidas un montón de formas de expresarse y ser. El remate con el comienzo del año ha sido la ley antitabaco. Con la justificación de la salud de los fumadores pasivos, es decir, los que no fumamos, han llegado a sacar una ley que raya en la demencia social total.

Esta locura social tiene su punto más alto en decir, desde un medio de comunicación adicto a la moralina laicista, que los ciudadanos se conviertan en chivatos, en delatores, de la gente que vean fumar en los sitios prohibidos que son casi todos. Estas denuncias están siendo aprovechadas, desde el anonimato, para que el vecino denuncie al otro vecino que no traga y fuma en el ascensor; están siendo aprovechadas para que el compañero de trabajo denuncie, desde el anonimato, al otro compañero de trabajo ante el jefe para conseguir subir un escalón en el peloteo al que manda, diciendo que lo ve fumar en los servicios de la empresa.

Ahora mismo, estamos como en los mejores tiempos de las dictaduras comunistas que eran y son el espejo donde se miran estos gobernantes adictos al prohibido prohibir lo que a ellos les plazca con la doble moralina que hemos dicho más arriba. Esto se llama hipocresía social en todos los casos.

Dentro de los centros educativos
Los gobernantes se creen que así están salvando a una juventud sin humos de tabaco y de otras sustancias estupefacientes. Esto es mentira, esto es vivir de espaldas a la realidad.

Los servicios sanitarios de los centros escolares son verdaderos antros, no solamente de los olores de las inmundicias que todos expulsamos, sino del humo que exhalan las jóvenes gargantas, donde se fuman un cigarro detrás de otro, como cuando se les daba de fumar a los murciélagos cogidos en el interior de una cueva en películas que todos recordamos en torno a la persona del conde Drácula.

Las familias, especialmente, las madres de los alumnos menores, cuando llegan a sus casas la ropa que llevan huele a humo a todo meter. Les regañan por ser fumadores. Y no lo son, sino victimas inocentes de entrar en los servicios y tragarse el humo de los más grandes que infectan los pequeños espacios de unos lavabos y unos wáteres. Ese abundante humo se pega en la ropa como una doble piel.

Los padres, en las asociaciones escolares, no toman el asunto con seriedad y responsabilidad por los motivos que cada uno sabrá. La realidad es que se prohíbe fumar a los mayores con una ley permisiva de los puntos de venta de tabaco, y los jóvenes están tan envilecidos y adictos al tabaco como lo hicieron los de la generación anterior y la otra anterior y así para atrás sucesivamente.

Total que todo esto es una pura mentira y una forma más de la hipocresía social en la estamos desde que cayó la libertad proclamada en la Declaración de los derechos humanos, y fue mal vestida por la moralina laicista que ahora tenemos.

Todo esto sin contar con el hundimiento industrial de la hostelería, donde las colas del paro siguen subiendo y sin detenerse. Esto debe tener una solución a lo largo de los próximos quince meses. De lo contrario, dan ganas de coger el primer ovni que pase y largarse a otro planeta.’

Tomás de la Torre Lendínez

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