UNA SANTA PAGANA: LA REINA DE SABA
Para satisfacer el legítimo interés de mis amigas de la Capilla del Santo Cristo, Estela y María y también para dar cabida al “cupo” femenino, esto último va en broma, me ocuparé hoy de la Reina de Saba, santa de la religión cósmica, árabe, extraña a la revelación de Israel, en la cual nuestra tradición “ha visto el ejemplo del alma pagana que busca la sabiduría”.
Ella aparece en los evangelios de Mateo y Lucas. En el primero, aparece llamada por Jesús “reina del Mediodía”, porque vino de las extremidades de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón” (12, 42).
Esa sabiduría es un don directo de Dios, como se encuentra escrito. Es respuesta a la súplica del joven rey: “Da a tu siervo un corazón dócil, para juzgar a tu pueblo, para distinguir entre el bien y el mal”. Estas palabras agradaron al Señor, quien le dijo: “Por cuanto has pedido esto y no has pedido para ti larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino que has pedido para ti inteligencia para aprender justicia, sábete que te hago según tu palabra; he aquí que te doy un corazón tan sabio e inteligente como no lo ha habido antes de ti, ni lo habrá después de ti. Y aun lo que no pediste te lo doy: riqueza y gloria, de suerte que no habrá entre los reyes ninguno como tú en todos tus días” (Libro Tercero de los Reyes, 3, 9, en Sagrada Biblia, versión directa de los textos primitivos, por monseñor Dr. Juan Straubinger, La Prensa Católica, Chicago, 1958, p. 256).
Esta es la sabiduría que buscaba la Reina de Saba cuando se puso en camino a través del desierto con su larga caravana “llevando oro e incienso, preludiando ya, en las profundidades de las prefiguraciones, esta otra partida, la de los Magos, en quienes la tradición verá reyes de Oriente” (Jean Daniélou, Los santos paganos del Antiguo Testamento, Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1960, p. 99).
Esta santa pagana llegó a Jerusalén “con camellos cargados de aromas, de oro en gran cantidad y de piedras preciosas” y Salomón a su vez, “dio a la Reina todo lo que ella deseó”.
Como mujer, había en ella una cierta dosis del vicio de la curiosidad, pero, como señala Daniélou, “también, en el fondo de su corazón, un oculto amor a la sabiduría. A menudo, ambas cosas se dan mezcladas. Y es aquí, donde ella se vuelve ejemplar. Porque el amor a la sabiduría evidencia la profundidad del alma” (Ob. cit., p.99).
La búsqueda de la sabiduría, se nos presenta como una opción fundamental, respecto a tantas cosas que nos convocan; de esa preferencia nos habla el libro “Sabiduría” de las Sagradas Escrituras, cuando hace el elogio de ella: “Rogué y vino sobre mí el espíritu de sabiduría. La preferí a los reinos y tronos, y en su comparación tuve por nada las riquezas; ni parangoné con ella las piedras preciosas, porque todo el oro, respecto de ella, no es más que una menuda arena, y a su vista, la plata será tenida por lodo. La amé más que la salud y la hermosura y propuse tenerla por luz porque su resplandor es inextinguible” (Sagrada Biblia, Sabiduría, 7, 7/11, ed. cit., p. 523).
Este libro, junto con los Proverbios y el Eclesiástico, son atribuidos a Salomón, cuya fama se extendió por todo Oriente. Ante él, la Reina de Saba le abrió su corazón, manifestó los secretos de su conciencia y se arrepintió de sus pecados; reconoció que la sabiduría de Salomón no era la de los hombres y por eso le dijo: “Verdad es cuanto en mi tierra me dijeron acerca de tus cosas y de tu sabiduría. Tienes más sabiduría que la fama que a mi tierra había llegado. Benditas tus gentes, tus servidores, que están siempre ante ti y oyen tu sabiduría. Bendito sea Yahweh, tu Dios, que te ha hecho la gracia de ponerte en el trono de Israel” (Primer libro de los Reyes, X, 6/8),
Respecto a esta santa pagana, san Isidoro de Sevilla señala el alcance de la alabanza de Cristo, quien no solo la asocia a la gloria de los santos, sino que la hace participar en el poder de juzgar, prometido a los apóstoles: “es declarada digna, por el poder del propio Juez, del poder apostólico para juzgar a los judíos adúlteros”.
Como escribe Daniélou, “la Reina de Saba nos parece la expresión del misterioso Adviento de Cristo en el alma pagana” (Ob. cit., p.103).
Espero que con esta explicación, mis amigas de la Capilla del Santo Cristo, ambas igualmente buenas, pero tan distintas, una urbana, otra campestre, una razonadora con el sabio control de monseñor Podestá, un grande exiliado en la campiña, otra intuitiva e inquieta, que cree todo lo que digo, aunque después me pida complementos y aclaraciones.
Este es un fruto de la vida capillense y del fervor y constancia de fray Pedro Gómez, O.S.B., quien cada día, en cada Misa, renueva en forma incruenta al Supremo Sacrificio y en sacro banquete, nos regala el cuerpo y la sangre del Señor.
Estancia San Joaquín, San Serapio de Azul, octubre 26 de 2024.
Bernardino Montejano
Hermoso escrito, don Bernardino. Hermosa reseña. Trae Paz, es agua para el sediento.