UN GRAN CARDENAL SUECO
El 20 de septiembre Infovaticana publicó una entrevista de Javier Arias al cardenal Anders Arborelius titulada: “La revolución sexual ha destruido muchas cosas”.
El cardenal el 24 del mes pasado cumplió 75 años y lleva más de 25 liderando la Iglesia Católica en Suecia. Lo razonable sería que siguiera hasta los 80 por los frutos de su tarea, una Iglesia que crece en medio de la debacle de otros países de la Europa y del Occidente católico: Alemania, Argentina, España, Bélgica, Suiza, etcétera. Solo se salva Holanda, que resucita con la sabia conducción de cardenal Jacobus Eijk.arzobispo de Utrech. Y luchan Polonia y Hungría y una parte de Francia. Y permanece fiel Liechtenstein, con su capital Vaduz, donde gobierna Juan Adán II, un príncipe en serio, con poder político, nada que ver con otras monarquías nominales, afeminadas, disfrazadas de republicas, “como los hombres de mujeres en una orgía de carnaval” como España, Reino Unido, Luxemburgo o los países nórdicos.
Hoy en Suecia, la Iglesia crece, lenta pero constantemente, ante la burocratizada y vitalmente inexistente religión oficial luterana. Y crece gracias a conversiones de jóvenes y no jóvenes y al aporte de inmigrantes católicos. Hoy, los católicos suecos son 135.000 sobre 9 millones de habitantes.
Recomiendo la nota de Infovaticana del 12 de agosto de este año titulada “El catolicismo crece en la cultura laicista sueca”. En una década hay 20.000 católicos más mientras en Alemania, en el año 2023 el resultado de la gran simonía colectiva, de sus rebuscado y muy rico episcopado es 400.000 católicos menos. Sin caer en la “cuantofrenia” denunciada por el gran sociólogo ruso Pitirim Sorokin, en su libro “Achaques y manías de la sociología contemporánea y ciencias afines” estos números cantan la verdad de una Iglesia no en salida, sino en liquidación.
Anders Arborelius es el primer sueco cardenal; es un converso del luteranismo y señala “que su conversión fue un largo proceso de crecimiento en la fe”. Ingresó en los carmelitas descalzos, motivado por la lectura de la autobiografía de santa Teresita del Niño Jesús, nueva doctora de la Iglesia, modelo de humildad y sencillez.
Cuando el periodista le pregunta acerca de los desafíos que debe enfrentar su sucesor, los indica con claridad: “unir a los diferentes grupos de diversas nacionalidades, ritos, opiniones; encontrar nuevas formas de evangelización en nuestro entorno secular, ayudar a las segundas generaciones de inmigrantes a permanecer en la Iglesia, construir nuevas iglesias y capillas”.
Mientras en otros países, las iglesias y capillas se demuelen o se venden, se transforman en mezquitas u hoteles, en restaurantes o negocios de diversos ramos, en Suecia se proyectan nuevos lugares de culto. Así, en la Francia de Macron o Micron, según Rinaldi, la única capilla en construcción que conozco es la que se edifica en los cuarteles de la Legión Extranjera, con el único aporte de caballeros legionarios y está dedicada a Charles de Foucauld, en agradecimiento de los legionarios quienes no olvidan el fervor, con el que el nuevo santo cuidó a sus camaradas heridos, después de una heroica batalla en el desierto, ante enemigos que los superaban en número pero no los igualaban en valor. De ellos, comenta el eremita, con legítimo orgullo, no se murió ninguno.
Acerca del tema de la sexualidad dice el cardenal: “Hay demasiada confusión. La revolución sexual ha destruido muchas cosas. La castidad es necesaria”. Esta virtud, que pertenece al ámbito de la templanza, en la Argentina, no se menciona ni en las homilías. Por suerte debo reconocer ciertos progresos en este campo, con algunas oportunas medidas del gobierno nacional, mientras en la Provincia de Buenos Aires, el perverso Kicillof continúa por el camino de la promoción de cuantas porquerías existen en la materia, con fondos públicos que bien merecerían destinos más sanos: salud, educación, hospitales, escuelas, rutas y caminos, especialmente rurales, canales y saneamiemiento de los ríos; todo necesario y sano, sin enfermar a nadie.
Respecto al Sínodo de la sinodalidad, este “caminar juntos” sin muchas precisiones, porque puede ser hacia el abismo, la respuesta es clara e invoca a la mejor intercesora que tenemos, la “omnipotecia suplicante: “Espero que la Virgen ayude a la Iglesia a escuchar más la palabra de Dios y a ser más fiel al Evangelio”.
Respuesta breve y admirable de un gran cardenal, porque es hombre enemigo de las ambigüedades y de las confusiones y ni siquiera se refiere a la ecología enfermiza, al cambio climático, a la Pachamama, al pobrismo, a la justicia social ni a otros temas sobrevalorados en una errónea e ineficaz nueva pastoral no proselitista, que por tal motivo no promueve las conversiones de protestantes, ortodoxos, judíos, musulmanes, budistas, hinduistas o agnósticos al catolicismo.
Si ya no existe el viejo pecado que comenzó con la soberbia de Adán y Eva e instauró el desorden en el universo, si ya no existen los pecados concretos contra los diez mandamientos, promulgados por Dios en el monte Sinaí desde densa nube, que conocemos y cometemos, porque no somos santos, ¿para qué la confesión, penitencia o reconciliación?
¿Qué sentido tiene prepararse para el juicio particular, a nosotros pecadores, si el infierno no existe o está vacío? ¿Para qué esforzarse en resistir a las tentaciones que nos ponen a prueba todos los días e incluso viajan con nosotros, como ya lo señalaban en la antigüedad los Padres del desierto?
Al margen de los deseos insólitos de quienes nos gobiernan y exhiben una equivocada pastoral, recordemos las postrimerías y obremos en consecuencia. Que Dios nos ayude cada día.
Estancia San Joaquín, octubre 4 de 2024. Bernardino Montejano
Muy buena reflexión ,D.Bernardino.En cuanto a lo que se dice de Suecia , gracias por recordar que cuando la iglesia local es fiel a Cristo ,aumentan sus feligreses . Gracias también a este Cardenal por recordar la importancia de predicar y vivir la PUREZA ; de predicarse mas , las noticias de abusos serian excepciones y ,por supuesto,mas castigados
Todo parece indicar que el cardenal sueco es uno de los pocos verdaderamente buenos de este pontificado. Ojalá no me equivoque.