RAÍCES CRISTIANAS
Hace mucho tiempo conocí a un joven abogado llamado Enrique Morad, integrante de la cátedra de Derecho Político de la UCA a cargo del recordado Juan Llerena Amadeo y colaborador del mismo en su gestión política durante el Proceso.
Años más tarde me convocaron con el añorado ingeniero Enrique Cassagne a colaborar con la Fundación del Banco de Boston con algunas conferencias que culminaron con un gran homenaje a Saint-Exupéry en la Biblioteca Nacional. Pero un día me encuentro ocasionalmente con otro Enrique Morad, colaborador de esa inmoral pública privada, mentirosa hasta en los números, llamada María Eugenia Vidal y ante mi asombro se mostró de acuerdo con la ley promulgada por ella que determina que los desaparecidos durante el Proceso fueron 30.000 contra el testimonio de la realidad estudiaos” durante años por José D’Angelo en su voluminosa obra “Mentirás tus muertos” (El tatú ediciones, Buenos Aires, 2015, presentada en el Instituto de Filosofía Práctica, con la presencia de Luis Labraña, quien en sus tiempos montoneros inventó ese número.
Impermeable a las razones y argumentos acerca de los desaparecidos, también justificó el portal “Chaú tabú” con el cual esa mala mujer trató de pervertir a muchos con el aval de Mauricio Macri y la colaboración de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (Declaración del Instituto de Filosofía Práctica, del 7 de junio de 2017).
Desde entonces solo lo crucé una vez, hasta que “La Nación” le publicó el artículo “Mama Antula y las raíces cristianas de la Argentina.
Allí, un renovado Morad se refiere a la obra realizada por los jesuitas en el Río de la Plata como “catequesis y derechos humanos” ¿Síntesis sugerida tal vez por la abuela Estela de Carlotto, doctora honoris causa de la Universidad Católica de Córdoba?
Los jesuitas estaban haciendo una obra monumental sobre todo con los guaraníes. Pero, señala Morad en 1767, de manera abrupta expulsó a los jesuitas.
Le informamos al articulista que, en 1750, o sea unos años antes su había firmado el Tratado de permuta. Del tema me ocupé en el Congreso Novitas, 200 años de la restauración de la Compañía de Jesús, cuyo título muestra el fondo del problema: “Un rey perjuro, las enseñanzas de los jesuitas y un héroe indiano Sepé Tiaraju”.
Continúa Morad e inventa una vinculación histórica ajena al mundo real: el trabajo de la nueva santa “con los beneficios que sostiene la Constitución de 1853”.
Y hace la apología del “católico” Alberdi, mientras pasa por alto sin mencionarlos, a los verdaderos fieles que desde antes de la sanción de la carta magna hasta en los debates del 80 fueron los verdaderos defensores de la herencia de los jesuitas y de María Antonia de la Paz y Figueroa: José Manuel Estrada, Pedro Goyena, Félix Frías, Bernardo de Irigoyen, Tristán Achával Rodríguez, Santiago Estrada, Miguel Navarro Viola, Emilio Lamarca, todos omitidos por Morad, quien en cambio nos propone “el realismo católico de Juan Bautista Alberdi que emana de los ejercicios ignacianos”.
No puedo acabar en serio el comentario de un artículo que muestra la radical transformación de una persona que conocí. Solo resaltar la incoherencia de Alberdi quien escribió “gobernar es poblar” y se quedó soltero como se le ocurría ofrecer a esos inmigrantes deseados, de ojos azules, pelo rubio, tez clara, la belleza morena de nuestras mujeres mientras levanta la bandera del cornudismo nacional. Más cipayismp imposible. Obre la santa telúrica.
Buenos Aires, marzo 8 de 2024.
Bernardino Montejano