PÍO V, PAPA SANTO
Hace un tiempo he publicado algunas notas acerca de santos paganos; hoy en cambio me ocuparé de san Pío V, (1504-1572) un papa santo del siglo XVI, quien enfrentó en su pontificado situaciones muy difíciles, es un ejemplo para sus sucesores. Nació en el pequeño pueblo de Bosco, diócesis de Tortona, junto a Alejandría, en Italia.
No hace mucho, Roberto de Mattei publicó un libro acerca de él, titulado “Storia di un papa santo”, Lindau, 2021, donde señala cuatro aspectos salientes de su gran pontificado: “Defensor de la fe contra la herejía, artífice de la victoria de Lepanto, reformador de la Iglesia, restaurador de su vida litúrgica”.
Hombre de letras, bien formado, estudió en Bolonia, cuya Universidad, junto a la de París, son las primeras de Europa.
Como señala Francisco Martín Hernández, en la Gran Enciclopedia Rialp, en él se reunieron las siguientes condiciones: “celoso por la salvación de las almas, santo y sacrificado, bondadoso y afable en el trato, a la vez que inflexible en todo aquello que tocara los principios de la fe y los derechos de la Iglesia”, (Rialp, Madrid, 1981, T. 18, págs. 518 y 519).
En su papado, ejecuta lo resuelto por el Concilio de Trento, terminado en 1563 y toma una medida muy saludable, pues obliga a los obispos a residir en sus diócesis y se preocupa por la fundación de seminarios en ellas.
Durante su pontificado creó 22 cardenales elegidos desde una perspectiva estrictamente eclesiástica, desterrando el nefasto nepotismo. Como destacan Ricardo García Villoslada y Bernardino Llorca, “con la designación de nuevos cardenales y obispos que sobresalían principalmente por sus cualidades morales, inició un cambio benéfico en este punto, ya que una buena parte de los cardenales y prelados se consideraban más bien como príncipes seculares que como reformadores religiosos” (Historia de la Iglesia, Biblioteca de Autores Cristianos, T. III, Madrid, 1960, p.856).
Hace publicar el Catecismo Romano, destinado especialmente a los párrocos y el Misal Romano, que dará un nuevo vigor a la Liturgia.
Da ejemplo de austeridad, hace vida de fraile, con ayunos y penitencias y distribuye grandes sumas de dinero entre los pobres, que antes se destinaban a fiestas y celebraciones pontificias; establece nuevos montepíos.
En su trabajo por reformar las costumbres y mejorarlas trat de eliminar los festivales o diversiones inmorales; en Carnaval, se retiraba al convento dominico de Santa Sabina; prohíbe la asistencia de sacerdotes a las corridas de toros. Dicta leyes contra los simoníacos y la usura, limitando la actividad de los judíos. Modera el lujo y boato de obispos y cardenales.
Se ocupa de la defensa de la fe, fomenta las misiones, no teme hacer proselitismo, “a la vez que condena a los herejes declarados y desenmascara a los nuevos, porque muchas de las nuevas herejías son renovación de otras que se presentan con otros atavíos lingüísticos.
Por tal motivo “alentó la vigilancia de la Inquisición Española, por la cual fueron descubiertos y aniquilados los dos focos principales de protestantismo en Valladolid y en Sevilla” (García Villoslada y Llorca, ob. cit., p. 859).
Con particular coraje encara las relaciones exteriores y excomulga a Isabel de Inglaterra en 1570; tiene roces con Felipe II por cuestiones del Patronato Regio.
Pero en este campo, su gran empresa fue la formación de la Liga Santa contra los turcos, integrada por la Santa Sede, España y Venecia y su fruto la victoria de Lepanto de las armas cristianas, capitaneadas por Juan de Austria, infligieron a la armada turca una terrible derrota. En recuerdo del triunfo, san Pío V instauró en la Iglesia la fiesta del Santísimo Rosario.
Es un papa que se dedica a predicar al pueblo y el día de Corpus Christi, en contra de los usos anteriores lleva la Eucaristía a pie y con la cabeza descubierta por las calles de Roma.
San Carlos Borromeo dice que “desde hacía mucho tiempo, no había en la Iglesia una cabeza mejor y más santa”.
Fue beatificado por Clemente X en 1762 y canonizado por Clemente XI en 1712.
No quiero hacer ninguna comparación con el actual pontificado, la dejo a mis lectores, pero le pido a Dios, que nos regale un Pío XIII, que con la inteligencia y santidad de su antecesor san Pío V, encare la imprescindible tarea de restauración desde los cimientos que necesita nuestra Santa Madre Iglesia hoy.
Buenos Aires, octubre 30 de 2024. Bernardino Montejano