Es ciertamente cuestión que me preocupa. Y que preocupa a muchos más.
Creo que soy contenidísimo en enjuiciar al Santo Padre. Y no niego que en ocasiones me cuesta esfuerzo. No ya en el ahorrarle insultos, que jamás han salido de mi pluma, sino incluso en callarme críticas que me podrían salir del corazón. Prefiero el silencio orante.
No falta quien piensa que este es un Blog denigratorio del Papa. Quien así juzgue lo hará por comentarios y no por textos míos aunque seguramente en algunos apunte la preocupación dolorida. Ya los comentarios que aparecen pueden ser, y algunos lo son, mucho más críticos. Me lo he planteado en varias ocasiones y llegué a la conclusión de que haría un flaco favor a la Iglesia y al mismo Santo Padre si ocultara algo que está ahí. Y que los lectores deben saber que está. Lo compartan o no.
Leo todos los días artículos, no pocos muy sólidos, que ponen de chupa de dómine al Papa Francisco. No los enlazo. Aunque pueda compartir el fondo, no tanto la forma, de los mismos. Pero creo que no sería bueno, ni justo, suprimir opiniones, en ocasiones muy duras, de algunos de mis lectores. Católicos de voluntad todos ellos. Lo que existe es inútil ocultarlo porque ahí está. Y es bueno que todos sepamos que ahí está. Y quienes visitan el Blog tienen, en su inmensa mayoría, criterio para juzgar sobre ello. Sea el de compartirlo o el de rechazarlo. Borro gravísimos insultos, no pocos viscerales, la visceralidad no es constructiva ni racional, y es posible incluso que en algunos casos me pase en la acogida. Es muy difícil el calibrar hasta donde.
Mi actitud, como la de cualquiera, es criticable. Mis espaldas son anchas y aguantan mucho. Creo que en el Blog hay buena prueba de ello. Y es evidente que no se trata de un espacio sedevacantista y ni se le aproxima. He vivido bajo siete Papas, todos han sido mi Papa. Aunque evidentemente tenga mis preferencias. Al que llevo más en el corazón es a Benedicto XVI. Y el que más me ha preocupado es Francisco. Con razón o sin ella. Digo lo que llevo en el corazón. Y no porque todo lo de Benedicto me parezca bien ni con todo lo de Francisco esté en desacuerdo, aunque ciertamente bastante tácito por mi parte. Es mi opción. Acertada o equivocada.
Una de mis preocupaciones, dolorosamente sentida, es el aspecto sincretista de algunos hechos y palabras, del actual Papa. Digo el aspecto y eso es muy personal. Muchas cosas no son lo que parecen o lo que a algunos nos parecen. El luteranismo fue lo que fue y una inmensa quiebra para la Iglesia. Eso es historia. Una queja, probablemente muy fundada, a deficiencias de la Iglesia en su época, derivó en cisma y en herejía. Indudables. Catastróficos. La unidad de la Iglesia, ya herida por el cisma de Oriente, se vio de nuevo amenazada hasta extremos agónicos. La Esposa de Cristo sobrevivió, hasta con una pléyade de santos, y el luteranismo es hoy una pequeña parte cada vez más reducida de lo que en su día fue.
No es este el momento de hablar de la Contrarreforma, de Trento, de España… Ni de San Ignacio de Loyola, uno de cuyos hijos es el Papa actual. Los luteranos, especie biológica a extinguir, es lógico que evoquen a su fundador. Una desgracia para la Iglesia. Ya que el Papa contribuya a esos minúsculos fastos es cosa discutible aunque todo sería bienvenido si contribuyera a que lo que queda de aquello, casi nada, volviera a la Iglesia de Cristo. Todos los esfuerzos del Papa para ello serían encomiables. Para que los luteranos vuelvan a la Iglesia. No para que la Iglesia vaya a Lutero.
La imagen con la que ilustro la entrada me parece dolorosa y me quedo corto con el calificativo. Quiero creer que se trata de un obsequio que la comisión luterana que acudió a visitar al Papa le hizo de su fundador. Y que naturalmente apareció en la fotografía. No podemos, ni debemos, hacer de eso, si fue así, cuestión capital. Es sólo una anécdota. Y la imagen irá destinada al polvo de los almacenes vaticanos como tantísimos otros regalos que el Papa recibe.
Si ya fue voluntad del Papa buscar una imagen de Lutero para recibir tras ella a los luteranos pues, en mi línea, diré que muy preocupante y doloroso. Como no sé cual fue la causa quiero inclinarme por la primera. Aunque ciertamente con preocupación.
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