| 20 enero, 2022
Pienso que se debe leer, luego cada uno sacará las conclusiones que quiera y las publicará o no.
http://caminante-wanderer.blogspot.com/2022/01/el-espejo-del-traditiones-custodes.html
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Y evidentemente no es lo mismo Wanderer, o yo, que un cardenal, un obispo o un sacerdote.
Ni somos lo mismo, ni tenemos las mismas obligaciones, responsabilidades o riesgos.
Y no digo ya quien firma D’Artagnan o El Gato con Botas
Ciertamente hay que leerlo. Plantea varios temas, pero me fijaré en uno. Se lamenta que todos estén callados ante los desmanes.
Es posible que se deba, como dice J. Manuel Ramilo a un deseo de no mojar la ropa cuando se nada, pero también puede ser una pobre interpretación de la obediencia al Papa. No entiendo de esas cosas, pero debe haber una finísima línea entre decirle al Papa algunas verdades, como hicieron aquellos grandes que menciona y faltar a la obediencia.
Mi postura, la de un lego absoluto, es muy clara, acato las decisiones del Papa, pero cumplo según cuales.
No voy a meterme en le charco de las razones teológicas de la obediencia, porque no tengo ni idea. Así que obedezco, como no puede ser menos, pero critico aquello que me parece mal y no lo hago demasiado alto.
Existen razones aparentes para perjudicar la Misa tradicional, la principal es que se ha relacionado con los sedevacantistas. Puede que los sedevacantistas hagan de la forma extraordinaria su bandera principal, que no lo sé. Lo que ´si sé es que la inmensa mayoría de los que asistimos a ella, somos respetuosos y obediente con el Papa y por tanto no es justo que paguen todos por el pecado de algunos.
Existen miles de formas de celebrar la Misa, como son miles los curas creativos, algunas de ellas son absolutamente sacrílegas, pero todos impasible el ademán. Sin embargo se hace una Misa, la misma de los últimos 1 500 años, siguiendo escrupulosamente el misal y esa es la sacrílega.
Si el Papa la llega a prohibir, lo aceptaré, lo que no quiere decir que esté conforme.
leyendo este irrefutable articulo de wanderer, se puede afirmar, sin lugar a dudas, que bergoglio es un hipócrita lleno de falsedad que predica misericordia, pero que actúa como un cruel tirano tercermundista, de la misma calaña del felizmente extinto fidel castro.
Mi opinión: silencio no es aquiescencia. Puede ser prudencia e incluso astucia. No conozco a las jerarquías de la Iglesia, pero me huelo que mucha gente está callada esperando el «hecho biológico» para darle la vuelta a la tortilla. En España, diez minutos después de morir don Francisco Franco, los franquistas empezaron a dejar de serlo y muchos de ellos corren por ahí hoy como antifranquistas desde antes de nacer; ejemplos paradigmáticos: Cebrián, Ansón, Mayor Zaragoza, Ónega y podría añadir miles. ¿Qué pretendo decir? Que hay mucho jerarca que nada y guarda la ropa, pero que tiene la daga florentina guardada en la manga (y si es italiano, no lo supongo, lo aseguro). El francisquismo morirá con ese señor de Roma; con su cuerpo sin enterrar apenas quedarán francisquistas y vendrán los de «hay que pasar página». Muchos cardenales guardan un silencio ambiguo y calculado al milímetro; no se significan, no destacan, no hablan, no protestan, pero sospecho que, en su fuero interno, se están acordando de la señora madre de alguien (y esa señora no es la Santísima Virgen, se lo aseguro).