No tengo especial simpatía a Francisco Javier Martínez Fernández (Madrid, 20.12.1947), arzobispo de Granada pero, ante hechos como el presente, con él sin la menor duda.
Estaba el obispo celebrando los oficios del Viernes Santo en la catedral con asistencia de veinte personas. Lo que está permitido por el estado de alarma. Pues alguien en la Policía de Granada se cree con más autoridad que la ley y suspende, porque es la fuerza, un acto religioso muy importante.
El arzobispo de Granada no fue de los que, yéndose por la pata abajo, cerraron sus iglesias, bien por Martínez, esperemos que ante esa violación de su iglesia, se ve que aprendieron el camino con el Valle de los Caídos y el consiguiente silencio obsequioso episcopal, proteste de la violencia ejercida con él y con su Iglesia.
Se permite ir a comprar macarrones, el Hola o tabaco, sacar al perro, pasear al hijo autista, todo me parece muy bien, y se echa a las personas que guardando todas las normas, y autorizadas por la ley, van a una iglesia y de paso a quien celebra la misa o el oficio. Entiendo que haya gente que en su ignorancia o en su odio a Dios, piensen que la lectura del Hola o el perro son muy importantes y la misa una bobada que bueno sería acabar con ella y de paso con esa anticualla inútil del pasado que es un obispo. Aunque en lo de inútil puedan estar acertados en unos cuantos casos.
Ya ven los obispos, y los católicos, que cabe esperar de estas autoridades. Y más si siguen diciendo que llueve cuando se lo hacen por encima de ellos. Que triste el que tengamos que decir que tienen lo que se han buscado.
Y vuelvo a decir que cerrar las iglesias me parece demencial lo haya dispuesto la princesa altiva o la que pesca en ruin barca. Guardando por supuesto todas precauciones mandadas. Ahora parece que el Gobierno va a recomendar el uso general de la mascarilla, ya verán como habrá obispo que la declare obligatoria y que además se deberá llevar con un lazo morado en la oreja izquierda.
Y una vez más en los miserables delatores, soplones, chivatos, acusicas y en la madre que los parió.
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