JESÚS ARGUMENTA
Jesús es nuestro Salvador, es quien nos revela a Dios padre pues nos dice: “Quien ve a mí ve al Padre”. Pero además es nuestro Maestro, incluso en el campo de la argumentación.
En el Instituto de Filosofía del Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires estuvimos estudiando unos cuántos años la teoría de la argumentación, desde los logógrafos, sofistas y retóricos griegos hasta los actuales Chaim Perelman, Lucie Olbrechts-Tyteca. Antnoio Hernández Gil, Luis Recasens Siches, Georges Kalilowski, Stephen Toulmin, Nel Maccormick, Theodor Viehweg, Juan Vallet de Goytisolo, Miguel Atienza, Francisco Puy y Danilo Castellano, pasando por Aristóteles, su tópica y retórica, hasta la especial para predicadores de fray Luis de Granada. Durante el curso fuimos incorporando a nuestro armario de la memoria un buen arsenal para participar en diálogos, debates y controversias, con algún conocimiento de las herramientas argumentativas.
En la Misa de hoy, encontramos el uso del argumento a fortiori, que tiene dos formas: a minori ad maius y a maiori ad minus. En el primer caso, se aplica de una prescripción negativa; en el segundo en el caso de una prescripción positiva. Ejemplo de la primera: si está prohibido herir, está prohibido matar; ejemplo de la segunda, cuando Jesús en el Sermón de la Montaña nos indica que, si Dios cuida de las aves del cielo y de los lirios del campo, con mayor razón se ocupará de los hombres.
En el evangelio de hoy, Jesús nos dice: “pedid y se os dará, llamad y se os abrirá… Que padre hay, que, si su hijo le pide un pez, le da una culebra o si le pide un huevo le dará un escorpión… si vosotros siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más dará el Espíritu Santo a quienes lo pidan” (Lucas, 11, 9/13) y utiliza el argumento a fortiori, en su forma a miori ad minus.
También el evangelio según san Mateo nos habla de la eficacia de la oración y nos da una versión parecida del argumento: ¿O hay acaso alguno de entre vosotros que al hijo que le pide pan le da una piedra o si le pide un pez le da una culebra? Si pues vosotros siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a quienes se las pidan” (7,9/11).
Nosotros somos malos, pecadores en mayor o menor grado, pero ninguno enteramente inocente.
Sin embargo, existen hombres malísimos, protervos, a quienes Jesús no se refiere. Siempre recuerdo a una querida ex alumna, que se pasó años buscando a su padre, hasta que un día por fin lo encontró y este degenerado la recibió así: vos no sos mi hija, sino el producto de una eyaculación equivocada
. En mi larga vida he conocido muchos hombres muy malos, asesinos, ladrones, estafadores, mentirosos, grandes hipócritas, desleales, traidores, pero como este, ninguno. Para acabar con el relato: a mi ex alumna la encontré un día años después en el correo y me contó que se había casado, que tenía varios hijos y un matrimonio feliz, en la medida en la cual los hombres podemos ser felices, como nos enseña Aristóteles de Estagira. Dios, el Padre eterno no se había olvidado de ella, su hija, y la había bendecido y ese padre malísimo nunca pudo conocer a sus nietos ni gozar de su compañía. Se perdió esos diálogos sencillos pero fecundos, con otras generaciones que recién despiertan a la vida, ese volver a vivir.
Un ejemplo: con mi nieta Franca, quien con toda su familia se incorporó con entusiasmo a la cultura italiano y empezó por aprender la armoniosa “lingua”; un día con diez años, me encaró con una pregunta directa: ¿por qué no te gusta el papa Francisco? Porque dice cosas que no son verdaderas, contesté. ¿Cómo, cuál? Que todas las culturas son iguales, y no es así, porque existen culturas superiores a otras. ¿Estás estudiando italiano, es fácil o difícil? Fácil, muy fácil. Querida Franquita: es fácil el aprendizaje, porque vos perteneces a la hispanidad, a la cultura latina y el castellano, como el italiano y el francés, derivan del latín. Esa es la razón, si vos fueras una india pampa ¿te sería tal fácil? No, sería como estudiar japonés o chino.
Franca, lúcida e inteligente, entendió mis razones y entonces pude comentarle mis otras discrepancias con el pontífice acerca de la ecología, el cambio climático, el medio ambiente, el caminar juntos y tantas otras cosas, siempre imprecisas, difusas, genéricas, necesitadas de aclaraciones y determinaciones.
Buenos Aires, octubre 8 de 2024. Bernardino Montejano