EL ESCUDO DE AZUL NOS HABLA

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EL ESCUDO DE AZUL NOS HABLA

Como estoy en medio de la pampa gozando de su tierra y de su cielo, quiero dedicar esta nota a evocar nuestra tradición, a través del escudo del partido de Azul.

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La ciudad de Azul tiene su origen en el fuerte San Serapio Mártir de Arroyo Azul, fundado en 1832, por del coronel de milicias Pedro Burgos, por orden del gobernador Juan Manuel de Rosas.

Su escudo nos revela muchas cosas: en él aparecen dos cabezas, de un caballo y de una vaca, un mangrullo, una cruz y dos espigas de trigo.

Los colores celeste y verde significan el cielo y el campo. El ondeado celeste y blanco: el arroyo que atraviesa la ciudad; la cruz y el color rojo: el martirio de San Serapio.

Debajo aparece una cinta azul-celeste y blanca, con el lema “Siempre fiel a la Patria”.

Las cabezas del caballo y la vaca simbolizan las tareas agropecuarias, junto a las espigas de trigo. Los trabajos hoy se realizan y deben afrontar además de los problemas corrientes: sequías, inundaciones, heladas tardías, la persecución de gobiernos de distinto signo que odian al campo.

El mangrullo simboliza la presencia militar que se encuentra en los versos de Carlos Obligado:

“Como el saber, el laborar profundo;

el arte pródigo con sus sustanciosas mieles, l

la espada alerta porque el mundo es mundo,

y así serán eternos los laureles”.

Durante el último gobierno de Perón, la guarnición de Azul sufrió el ataque de la guerrilla y fueron asesinados el jefe coronel Gay y su mujer y secuestrado y después asesinado su segundo Igarzábal, víctimas de quienes querían destruir la Argentina y que gobernaron hasta hace muy poco.

Los colores celeste y verde representan el horizonte de la pampa, que en los atardeceres de los días diáfanos, se levanta como una bandera.

También aparece el arroyo, transformado, por la desidia de las autoridades y por la irresponsabilidad de algunos industriales, en una cloaca al pasar por la zona urbana.

La cruz simboliza la fe del pueblo de Azul, que en otros tiempos más fervorosos construyó su monumental catedral gótica y edificó para su seminario un importante edificio sobre la Ruta 3. Hoy, la catedral no se llena ni en los días festivos y el inmueble de la Ruta aludido se dedica a otros menesteres, ya que los escasos seminaristas fueron remitidos a otros lugares.

Las carmelitas también desaparecieron, tras frustrados intentos de permanecer, con el auxilio de monjas venidas de Concordia y de Santa Fe.

Hoy el catolicismo agoniza, mientras prosperan las sectas y las supersticiones, porque aquí tampoco la naturaleza soporta el vacío.

Que Dios se apiade del pueblo de Azul y que después de los pésimos obispos que la gobiernan y la gobernaron, el actual y sus antecesores, renazca la Iglesia de siempre. Amén.

San Joaquín, San Serapio de Azul, enero 26 de 2024.

Bernardino Montejano

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