«Monseñor Carrara se enfrenta a una decisión de hierro: o refunda el Seminario de La Plata (a 103 años de su fundación), con buena doctrina y buenos profesores, o termina de refundirlo». Así, categórico, se expresó uno de los poquísimos obispos sensatos, que quedan en el impresentable episcopado argentino. Y que, por supuesto, para no sucumbir a la vendetta del francisquismo residual, exigió el anonimato.
«Con apenas cuatro seminaristas -herencia envenenada del «Trucho» Fernández, que fue con el propósito de destruir la obra de Aguer- es inviable. Y, además -siguió este prelado-, con su oscuro y mediocre rector, Andrés Magliano, y su ladero, el cura progre, Andrés Rambeaud, sólo puede esperarse más ruina».
Dijo, también, que «para salvar sus ‘modos sinodales’, Carrara comenzó ‘consultas’, con algunos miembros del clero -en su mayoría «de avanzada «-, para ver a quién nombra como nuevo rector. Pero, si es más o peor de lo mismo, sólo logrará que continúe el desbande y la migración de vocaciones hacia otras diócesis más ortodoxas. Parece que corre con ventaja un cura progre, medianamente joven, que estudió en Roma; y que no despertaría demasiada oposición en el clero. Pero que tampoco sería, ni mucho menos, un imán de vocaciones. Si Carrara se decide, finalmente, por ahí, el Seminario tendrá sus días contados. Y el gran edificio de calle 24 (que ocupa toda una manzana), sería alquilado a la Universidad Católica de La Plata; o terminará en una operación inmobiliaria, de esas que gustan al (obispo auxiliar) Bochatey».
De aquellos vientos, estas tempestades. ¿Y el «Trucho» Fernández es mantenido como prefecto en Doctrina de la Fe? ¿Seguirá premiado en ese puesto, o le espera algo así como una nunciatura en Irán, como le pasó al masón de Bugnini?»
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