Es un principio clásco de la moral cristiana que creo no debemos absolutizar.
Ciertísimo respecto a Dios, en quien todo es bueno por inexistencia de defecto alguno. Y si alguno se le advirtiera sería a causa de nuestro débil entendimiento y no de la esencia de Dios. Pero si lo aplicamos a los hombres no existiría obra buena por nuestros propios y omnipresentes defectos y debilidades. Ni los santos serían buenos.
Y claro que hay obras buenas de los hombres. Aunque todas tengan algún defecto. Pues podrían haber sido todavía mejores. Y eso es ya algún defecto.
Quocumque. Hasta el martirio, que es absolutamente bueno en sí, llega acompañado de circunstancias mejorables. Aunque no lo hagan defectuoso en ningún sentido. No seamos tiquismiquis. Hay obras humanas excelentes. Aunque las acompañen pequeños defectos. Que no las desvirtúan.
Hay otro dicho clásico, que tampoco debemos absolutizar pero que encierra no poca sabiduría: lo mejor es enemigo de lo bueno. No hagamos cosas buenas ya que podríamos hacerlas mejores.
¿Qué tendrán defectos? Pues claro. El pecado original nos acompaña. Pero no nos anula con la gracia de Dios. No somos perfectos pero podríamos ser Santos, Con nuestros defectos. Que no anularían la santidad.
Y ello para nada significa canonizar los defectos. Simplemente constatarlos.
Si se come la preposición «ex» delante de «integra» y delante de «quocumque», la máxima latina del titular se vuelve difícil de entender…
Hoy don Paco Pepe nos ilustra con unas maximas eticas que, por mi reconocida insuficiencia, no alcanzo a conectar con algún hecho actual. ( Aunque la verdad, se puede aplicar a todo lo que con recta intención, se hace).