A TODO PREFERIMOS EL VER
Ayer, tuve que volver a Buenos Aires por un terrible dolor de muelas, porque en Azul ni en Tapalqué, existen guardias odontológicas, lo cual vuelve realidad el dicho popular: “Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires”.
A la bronca de tener que irme de san Joaquín, en un magnífico día de primavera, se sumó el tener que viajar en un sucio transporte, sumado a un peligroso asiento fuera de su lugar, que volvía peligroso todo movimiento y me obligaba a estar paralizado.
Pero, a poco de llegado a Buenos Aires, Dios me regaló algo extraordinario: la Misa dominical, oficiada el sábado al atardecer en la Parroquia del Señor del Milagro, por el sacerdote Jorge Benson Sorondo, primo del conocido arzobispo Marcelo Sánchez Sorondo, lacayo al servicio de Francisco, útil para cualquier mandado, turista en China, divulgador de las excelencias de un régimen tiránico y putrefacto. Los parientes se ligan.
También tuve la alegría de volver a encontrar una parroquia en la cual se reza por la patria argentina, tan necesitada de la plegaria de todos los creyentes, para sobrevivir como tal.
La homilía de Benson acerca de un pobre ciego, preparada, vibrante, me hizo recordar un magnífico texto del pagano Aristóteles de Estagira, “el maestro de los que saben”, según otro grande, el Dante.
En su Metafísica, el sabio griego compara las dificultades y molestias de un viaje a Olimpia, análogas a viajar hoy a Azul en el nuevo monopolio Plusmar, El Cóndor y la Estrella, para ver un gran espectáculo deportivo, cuánto más debemos esforzarnos por ver y contemplar la verdad, “porque a todo preferimos el ver”.
Y este gran maestro pagano se refería a la verdad del ser, que podemos buscar y parcialmente encontrar con la luz natural de la razón, en los ámbitos de las ciencias y de la filosofía; pero el hombre aspira a más y es lo que escribe el recordado Abelardo Rossi: “El físico, el químico, el médico mucho nos pueden hablar sobre el hombre, pero también el psicólogo, el sociólogo y el filósofo. Pero, al final, ¿de qué nos sirve todo ello, si no escuchamos al teólogo que nos explique nada menos que lo que el Padre comunicó a sus hijos y el Creador dijo de sus creaturas. ¿De qué te sirve ganar el mundo si pierdes tu alma?” (Universidad e integración del saber, en Universitas, Buenos Aires, 1978, n° 47, p. 34).
Quien escribió lo citado, fue ministro de nuestra Corte Suprema de Justicia; basta compararlo con algunos de los actuales, como el pérfido, codificador y trenzador Ricardo Lorenzetti, para comprobar hasta donde llega la decadencia de nuestra administración de justicia.
El texto del Evangelio de hoy se refiere al ciego de Jericó, llamado Bertimeo, sentado junto al camino pidiendo limosna. Al enterarse que Jesús pasaba, “empezó a gritar diciendo: ¡Jesús, hijo de Ddvid, ten compasión de mí! Muchos lo increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se detuvo y dijo: llamadle. Llaman al ciego, diciéndole: ¡ánimo. levántarte. Te llama. Y él, arrojando su manto dio un brinco y vino dónde Jesús, quien dirigiéndose a él le dijo: ¿qué quieres que te haga? Él ciego le dijo: ¡Señor que vea! Jesús le dijo: ve, tu fe te ha salvado. Y al instante recuperó la vista, y le seguía por el camino” (Marcos, 10, 46/50, conf.Lucas, 18, 35/42).
En su homilía el P. Benson comentó este pasaje y lo puso como ejemplo de oración. El ciego de Jericó es un hombre ubicado, un pecador como nosotros y comienza su ruego expresando su fe, cuando lo llama “hijo de David”, el Mesías, a quien se dirige con humildad. A pesar de todas las dificultades creadas por quienes lo rodeaban y trataban de callarlo, persiste en su súplica y grita: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Y consigue que Jesús se detenga y haga el milagro al devolverle la vista.
Hoy en día, casi todo lo que nos rodea pone obstáculos para la oración, impide que nuestra alma se eleve a Dios, intenta alejarnos del Creador y Redentor.
Y así vivimos en la Ciudad Apóstata de Buenos Aires, con un laicismo que lo invade todo, sin que nos demos cuenta que una Ciudad sin Dios, sin templo, es una ciudad inhumana, porque si es verdad que Dios todopoderoso no necesita de nosotros, en contra de lo que entona la herética canción “Pescador de hombres”, cuando dice: “Tú necesitas mis brazos”, nosotros necesitamos de Dios, necesitamos su presencia en la ciudad de los hombres.
Por eso en las ciudades humanas necesitamos la presencia de los templos; para decirlo con palabras de Saint-Exupéry: “esos graneros para el alma y el corazón… donde uno se baña en la paz, en el aquietamiento de las pasiones y en la justicia sin desheredados, donde el dolor de las úlceras se transforma en cántico y plegaria, donde la amenaza de la muerte se transforma en aguas por fin tranquilas” (Ciudadela, XIX).
En sus últimos tiempos encontramos muchas oraciones, de este discípulo del ciego Jericó. En una de ellas compara a la gracia con la primavera en una hermosa metáfora: “No es suficiente podar en el corazón del hombre para salvarlo: es necesario que la gracia le toque. No es suficiente podar el árbol para que florezca: es necesario que la primavera se ocupe de él” (Écrits de guerre, 1939-1944, Gallimard, París, 1982, p.1939).
Para terminar una de las plegarias, de las tantas que aparecen en su obra póstuma e inconclusa: “Ten piedad de mí, Señor, pues me pesa mi soledad… Te basta iluminarme el espíritu acerca de mi morada para curarme… No pido, Señor ni siquiera que mi morada esté cerca… La soledad Señor no es más que el fruto del espíritu cuando está enfermo. No habita más que una patria que es el sentido de las cosas. No tiene alas más que para este espacio… Haz, simplemente que aprenda a leer. Entonces, se habrá acabado mi soledad” (Ciudadela, CXXIV).
Bertimeo le pidió a Jesús ver. Saint-Exupéry al Señor, aprender a leer, ambos humildes y necesitados. Dos ejemplos de oración.
Buenos Aires, octubre 27 de 2024. Bernardino Montejano
Vaya, dos preferidos de papapancho, se juntaron en el cura al que tuvo usted ocasión de escuchar
Benson y Sorondo
Muy buena reflexión mientras ud. se va a la gran,enorme y densa ciudad en busca del remedio médico.Gracias por esa profundidad,por ver más allá de los mundano