Gracias por la corrección del lapsus. Su acotación me da pie a una reflexión sobre la ominosa sombra del socialismo en la Universidad. En concreto la Autónoma de Madrid, aunque la okupación (rindámonos ante el palabro) por excelencia es la Carlos III, desde que se creó para Peces Barba. La Autonóma de Madrid, desde la llegada de González al poder, se ha distinguido por el sectarismo de sus rectores, respaldados desde las páginas de El País, ya fueran humanistas, como Gómez Mendoza, o científicos, como Cayetano López. Ese adueñamiento de las instituciones en tiempos felipistas ha sido uno de los puntales del ataque del socialismo contra la Iglesia, a la que han denigrado en cualquier ocasión que han tenido. Hasta la RAE sufrió el embate. Baste repasar el elenco de nuevos académicos, desde Cebrián, Muñoz Molina, García Montero, Sánchez Ron y así hasta el último llegado, Cercas. Este último se ha sentido obligado a explicar por qué perdió la fe en su presentación. No pocos de ellos han ocupado incluso puestos de relieve en nombre del partido socialista. Cuando se estudie cómo España perdió la fe, ese capítulo de la universidad y otras instituciones deberá pasar a primer plano.
Una de las razones de la inanidad de buena parte del episcopado español reside en su falta de preparación. Empezando por la formación humanista. El conocimiento de la historia, incluida la reciente, de España es infantil, elemental. Por tanto, plagado de simplismos. Tenemos un cardenal en el noreste que, en su ignorancia supina, se ha prestado nada menos que a patrocinar la presentación del mayor enemigo de la Iglesia en la República y uno de los autores de las leyes más duras contrarias a la Iglesia. Me refiero al cardenal Omella presentando en Roma, ante la ministra socialista de educación, cuya inquina hacia la doctrina del Evangelio es conocida por más que envuelta en su celofán de señora de clase bien y rica. El autor de la biografía es un así llamado socialista católico que no es más que un palmario enemigo de la Iglesia en su «labor de consejero de asuntos religiosos» de aquella vicepresidenta de Zapatero que llamaba cuervos a los sacerdotes, fruto de sus lecturas de La Traca y el Fray Lazo. El personaje biografiado es Fernando de los Ríos. En la Gaceta de Madrid del 35, por ejemplo, pueden leerse algunas de sus medidas contra los templos católicos. Pero eso a Omella le importa un bledo. O no parece saberlo.
A propósito del trabajo de Gabilondo, al que hemos visto acompañado de algún obispo despistado, nada cabe dudar de que su sectarismo iba a convertirse en una suerte de venganza, de ajuste de cuentas, de su pasado corazonista, como si quisiera hacérselo perdonar. Habiendo sido rector de la Complutense por influjo de su todopoderoso hermano en el partido socialista a través de la Ser, careció de la deontología necesaria para retirarle el falso doctorado a Sánchez desde el ministerio de educación.
No tienen los obispos que militar en ningún partido. Va de soi. Pero sí deben, por imperativo moral, denunciar la maldad allí donde se anida. Y es obvio que se anida en el Partido Socialista y en los secesionismos de todo pelaje. Los socialistas porque todo su programa es degradante de la persona, los separatismos (PNV, Junts…) por su carácter nazi de raza escogida merecedora de pleitesía y apartamiento del resto de los españoles. Pero tenemos obispos ignaros y, lo que es peor, cobardes. Cómo echa uno de menos a Woytiwa, o a Wynzisky cuya tumba visité agradecido en la catedral de san Juan Bautista de Varsovia.
Ángel Gabilondo fue rector de la Universidad Autónoma de Madrid, no de la Complutense.
Gracias por la corrección del lapsus. Su acotación me da pie a una reflexión sobre la ominosa sombra del socialismo en la Universidad. En concreto la Autónoma de Madrid, aunque la okupación (rindámonos ante el palabro) por excelencia es la Carlos III, desde que se creó para Peces Barba. La Autonóma de Madrid, desde la llegada de González al poder, se ha distinguido por el sectarismo de sus rectores, respaldados desde las páginas de El País, ya fueran humanistas, como Gómez Mendoza, o científicos, como Cayetano López. Ese adueñamiento de las instituciones en tiempos felipistas ha sido uno de los puntales del ataque del socialismo contra la Iglesia, a la que han denigrado en cualquier ocasión que han tenido. Hasta la RAE sufrió el embate. Baste repasar el elenco de nuevos académicos, desde Cebrián, Muñoz Molina, García Montero, Sánchez Ron y así hasta el último llegado, Cercas. Este último se ha sentido obligado a explicar por qué perdió la fe en su presentación. No pocos de ellos han ocupado incluso puestos de relieve en nombre del partido socialista. Cuando se estudie cómo España perdió la fe, ese capítulo de la universidad y otras instituciones deberá pasar a primer plano.
Una de las razones de la inanidad de buena parte del episcopado español reside en su falta de preparación. Empezando por la formación humanista. El conocimiento de la historia, incluida la reciente, de España es infantil, elemental. Por tanto, plagado de simplismos. Tenemos un cardenal en el noreste que, en su ignorancia supina, se ha prestado nada menos que a patrocinar la presentación del mayor enemigo de la Iglesia en la República y uno de los autores de las leyes más duras contrarias a la Iglesia. Me refiero al cardenal Omella presentando en Roma, ante la ministra socialista de educación, cuya inquina hacia la doctrina del Evangelio es conocida por más que envuelta en su celofán de señora de clase bien y rica. El autor de la biografía es un así llamado socialista católico que no es más que un palmario enemigo de la Iglesia en su «labor de consejero de asuntos religiosos» de aquella vicepresidenta de Zapatero que llamaba cuervos a los sacerdotes, fruto de sus lecturas de La Traca y el Fray Lazo. El personaje biografiado es Fernando de los Ríos. En la Gaceta de Madrid del 35, por ejemplo, pueden leerse algunas de sus medidas contra los templos católicos. Pero eso a Omella le importa un bledo. O no parece saberlo.
A propósito del trabajo de Gabilondo, al que hemos visto acompañado de algún obispo despistado, nada cabe dudar de que su sectarismo iba a convertirse en una suerte de venganza, de ajuste de cuentas, de su pasado corazonista, como si quisiera hacérselo perdonar. Habiendo sido rector de la Complutense por influjo de su todopoderoso hermano en el partido socialista a través de la Ser, careció de la deontología necesaria para retirarle el falso doctorado a Sánchez desde el ministerio de educación.
No tienen los obispos que militar en ningún partido. Va de soi. Pero sí deben, por imperativo moral, denunciar la maldad allí donde se anida. Y es obvio que se anida en el Partido Socialista y en los secesionismos de todo pelaje. Los socialistas porque todo su programa es degradante de la persona, los separatismos (PNV, Junts…) por su carácter nazi de raza escogida merecedora de pleitesía y apartamiento del resto de los españoles. Pero tenemos obispos ignaros y, lo que es peor, cobardes. Cómo echa uno de menos a Woytiwa, o a Wynzisky cuya tumba visité agradecido en la catedral de san Juan Bautista de Varsovia.