El cardenal Kasper y el demonio

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libro_KasperTodo el que se opone a la voluntad divina es «Satanás». Jesús llamó una vez a Pedro «Satanás». Era lo peor que habría podido salir de los labios de Cristo, ya que Satanás es radicalmente malo y sus obras son maldición y condenación, pero es que Pedro en su amor a Jesús quería condenar los designios divinos. El Padre celestial había proyectado que la salvación de los hombres habría de realizarse mediante el sufrimiento, si el pecado había sido cometido buscando un placer, la redención debería ser obra del dolor voluntariamente aceptado. Es interesante el episodio y vamos a tomarlo en su conjunto tal como lo patentiza el Evangelista Mateo: Jesús comenzó a explicar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén y que las autoridades judías, los Sumos Sacerdotes y Maestros de la Ley lo iban a hacer sufrir mucho, les dijo también que iba a ser condenado a muerte y que resucitaría al tercer día. Pedro le lleva aparte y se puso a reprender a Jesús diciéndole: «Dios te libre Señor, no, no pueden sucederte esas cosas dolorosas», pero Jesús se volvió y le dijo «Apártate de mí Satanás, tú me harías tropezar no piensas como Dios sino como los hombres» (Mt 16, 21-23). Sin duda Pedro amaba pasionalmente a Jesús. Por lo que no quería que Cristo sufriera tanto, estaba dispuesto en cuanto a él dependía a evitar las persecuciones y los atropellos que anunciaba para sí su Maestro. Todo esto está muy bien, ya que ninguno desea ver sufrir a la persona que ama, pero Jesús estaba aclarando lo que iba a ser su vida en adelante, las persecuciones de los fariseos y escribas eran corrientes y cada vez más amenazantes. Jesús deseaba que sus discípulos supieran que Él podría evitar todos esos males retirándose a tiempo, pero también quería darles a comprender que había venido al mundo para cumplir los designios del Padre. Pedro discurría como cualquier persona normal, como le indicará Jesús, él piensa como los hombres, según las leyes terrenas, según las apetencias de comodidad y de descanso que deseamos todos, por naturaleza, pero Jesús no vino a gozar del mundo, sino por propio sufrimiento salvar a la humanidad, y el precio que le exigía el Padre era su Pasión. Y el Maestro les avisaba a tiempo para que cuando llegase el momento, recordasen lo que les había anticipado y se comportasen como hombres llenos de fe. Los Apóstoles no debían oponerse a la voluntad  del Padre celestial por muy dura que fuese para Jesús. A pesar de todo los Apóstoles olvidarían las declaraciones de Jesús, así uno de los que estaban con Jesús en Getsemaní sacó la espada e hirió al sirviente del Sumo Sacerdote cortándole la oreja, entonces Jesús le dijo: «Vuelve la espada a su sitio, ¿no crees que puedo llamar a mi Padre y Él al momento me mandaría más de doce ejércitos de ángeles? Pero entonces no se cumplirían las Escrituras». A través de los siglos ningún teólogo había negado la existencia del demonio, es que en la Sagrada Escritura es más fácil demostrar la existencia del diablo que la del Espíritu Santo. Los pocos errores del pasado más bien, estaban dirigidos a exaltar la naturaleza del demonio. El maniqueísmo, así como posteriormente los priscilianos, cátarosbogomiles, sostenían una herejía -prolongación del sincretismo gnóstico (fusión del dualismo persa, ideas budistas y doctrina cristiana)-, que consistía en querer hacer del diablo un dios. En la secta fanática maniquea abundaba el carisma de profecía, sus miembros se presentaban como inspirados por el Espíritu Santo. Un «culto satánico», en el que se da al demonio el culto de latría reservado únicamente a Dios. Pero, lo que nunca aconteció en la historia bimilenaria de la Iglesia ha acontecido en los años recientes: por primera vez se ha venido formando una corriente teológica, sobre todo en el período posconciliar, que prácticamente niega la existencia del diablo. Afirma esta corriente: «existe el mal y es al mal que llamamos diablo; es, por tanto, la personificación del mal». Uno de los principales exponentes de esa corriente que decretó «la muerte del diablo», es entre muchos otros Herbert Haag, básicamente por su escrito «La liquidación del diablo» (1969). Posteriormente en 1978, apareció otro libro herético: «Diablo – demonios – poseídos (sobre la realidad del mal)» cuyos autores son Karl Kertelge y Johannes Mischo, junto a los hoy cardenales de la Santa Iglesia Romana Walter Kasper y Karl Lehmann. Como sabemos el cardenal Kasper es el ícono de las tesis heterodoxas del sacramento del matrimonio, a quien Francisco, Obispo de Roma, elogió su «teología hecha de rodillas». Si el pecado mayor es querer impedir la voluntad del Padre, por lo que Jesús llama «Satanás» nada menos que a uno de sus mejores Apóstoles, también en nuestra vida querer oponerse a los designios de Dios es el mayor pecado, ya que se desprecia la voluntad recta y sabia de Dios. No seamos Satanás oponiéndonos a los planes santísimos del Padre, por muy duros que sean para Jesús y hasta para nosotros. De Dios nadie se burla.

Comentarios
0 comentarios en “El cardenal Kasper y el demonio
  1. El cardenal Kasper dejó claro que no pretendía cambiar la doctrina del sacramento del matrimonio, sino sólo la disciplina. Por lo tanto aquí se le está acusando en falso e indirectamente se está acusando al Papa cuando con sorna se dice: Quien elogió «su teología hecha de rodillas». ¿Por qué tantos se apuntan a la secta de los fariseos, que es la secta que más aborrecía Jesús? Los fariseos eran enemigos de la misericordia y de la comprensión humana, y Jesús enseñó el amor, la comprensión y la misericordia.

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