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«Uno sólo es vuestro maestro, el Mesías» (Mt 23, 12)

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Es el Evangelio de ayer, XXXIº domingo del TO, del que copio una par de frases: Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno sólo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar maestros, porque uno sólo es vuestro maestro, el Mesías.

Lo recojo porque me parece que la actual situación de confusión y polémica que se ha generado -y se genera- de unos años a esta parte, es una situación inédita en toda la historia de la Iglesia: es lo nunca visto ni oído. Y la explicación no puede ser sólo que estamos en la era digital. Es una polémica generada en su interior, y está partiendo en dos a la Iglesia Católica: porque la está polarizando y, en consecuencia, está enfrentando y fracturando las dos partes. ¿De intento? Da toda la impresión, porque no hay otra explicación posible: sería y se haría ininteligible.

Las posturas, que se hacen públicas ya no sólo sin ningún pudor sino también con “ganas», podrían concentrarse en estas dos. Una, la que “está a muerte” con el Santo Padre, diga lo que diga, y haga lo que haga; da lo mismo: ” él es la Cabeza de la Iglesia, y puede hacer y deshacer; además, nosotros no somos nadie para juzgarle». Por supuesto, es lo que dice “literalmente” la Doctrina Católica y es la postura “ortodoxa», por decirlo de alguna manera, respecto a lo primero: “es la Cabeza de la Iglesia», y no tengo inconveniente en recojerlo, aunque luego volveré sobre el tema. Respecto a las otras connotaciones o añadidos, ahí hay mucho que matizar. Y lo haré.

La otra postura está en las antípodas: sin negar la verdad del postulado anterior, que no lo niega en absoluto: “el Papa es la Cabeza de la Iglesia», y no pretende discutirlo ni cambiarlo, a la vez “discierne», “compara», “critica” y “valora” lo que el Romano Pontífice dice y hace como tal, como Cabeza; precisamente para “ver», “comprender” y “razonar” si lo que hace y dice como tal está en línea con el Magisterio perenne de la misma Iglesia, a la que el Papa ha de ser el primero en servir. Y se siente con todo el derecho o la obligación de hacerlo; también con la Doctrina en la mano.

Un inciso: la demostración práctica y visible de que esta segunda postura no (re)niega esa doctrina es que, hasta hace unos poquitos años, toda esta gente -buena gente, por cierto, diría que de lo mejor- no había dicho esta boca es mía. Cosa que no pueden decir los anteriores, porque muchos de ellos son los mismos que pusieron a caldo -a caer de un burro- a san Juan Pablo II, y a Benedicto XVI: cosa que han callado como muertos; bueno, como moribundos que estaban, para ser más exactos. Y han revivido, la verdad.

Es una “virtud” que está teniendo este Papa: ha conseguido que los perseguidores de los papas anteriores se hayan hecho más papistas que el propio Papa. Otra cosa es por/para qué lo hacen; y aquí la cosa ya no está tan clara, la verdad.

¿Por qué ha surgido en una gran parte de los hijos fieles de la Iglesia esta como “necesidad” -les sale del alma- de “discernir, comparar, criticar y valorar” y, además, decirlo a los cuatro vientos? Pues porque de los dichos y hechos del Santo Padre -es lo que dicen- han surgido primero, los asombros; más tarde, las dudas; finalmente los “enfados” -por decirlo en lenguaje coloquial-, transformados en “celo por la casa de Dios»…; hasta el punto de que se está llegando a un rechazo frontal de algunas -muchas, ya- de las cosas que dice y hace. Cosas que él mismo ha dejado bien claro que las dice y hace precisamente como Papa. Y esto es lo que a muchos les parece lo más grave. Y lo más intolerable: lo catalogan de “abuso», cuando no con otras expresiones.

Porque a estas alturas ya se ve que no es sólo un problema de “vocabulario», de “expresiones y modismos” a los que no estamos acostumbrados, etc. Eso podría caber quizás en el ámbito del idioma español; pero es que es lo mismo en el idioma alemán, francés…, o en el que sea.

El papa Francisco -dicen estos segundos a las claras- nos ha acostumbrado a soltar las cosas tal cual, sin matices; a verle y oirle disparar con perdigones de grueso calibre, y ante cosas marginales para la vida de la Iglesia muchas de ellas; a manejarse como un elefante en una cacharrería…Y esto, cuando están por medio las cosas de la Iglesia, que son muy delicadas y hay que tratarlas por tanto delicadamente, y cuando se está dirigiendo a las personas -sus gentes- que merecen todo respeto y delicadeza, fruto del cariño y del servicio que les debemos en la Iglesia -«el hombre es el lugar de la Iglesia», nos dejó escrito san Juan Pablo II-, NO ES DE RECIBO. Y siento mucho recogerlo y escribirlo.

Para más inri, nos había invitado a “armar lío»; ya se ve que empezando por él como el que más: es el primero que lo practica, y a base de bien. Le “gusta», podríamos decir: ahí está en su salsa; porque es bienconsciente del revuelo que ha generado. El problema se complica cuando el “lío” que se monta no es de su agrado; y entonces no tiene ningún inconveniente en cortar por lo sano; o por lo insano. Y lo hace: en esos momentos y con esas personas no le tiembla el pulso; para nada.

Volvemos al Evangelio de ayer, en el que san Mateo recoge estas matizaciones del Señor -del mismísimo Jesús-, que, además de reveladoras -nunca mejor dicho: “son” Revelación-, son un mandato expreso de mismo Dios para que aprendamos a manejarnos como hijos de Dios. Dice así: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen.

Como es patente, es Jesucristo quien nos empuja, quien nos manda JUZGAR, que es “emitir juicio»; o sea, que debemos “mojarnos” -intelectual y moralmente- respecto a lo que vemos y oímos: también aunque venga de los que están más arriba, aunque sea la misma “cátedra de Moisés». Pero con las tragaderas que pretenden que tengamos los de la primera postura, es imposible, porque es su negación: nos niegan lo que Cristo mismo nos ha mandado. O sea, nos callan y Le callan, lo cual es bastante fuerte.

Y lo hacen al modo que ven en la cúpula. Y así, no dudan en calificar de “escándalo” una “filial corrección», exquisitamente delicada en la forma y en el fondo; corrección, que primero fue particular y en privado; en descalificar como “enemigos del Papa” a los cardenales de las “dubia», que antes se las habían enviado particular y privadamente al Santo Padre; en acusar de generar “zozobra, inquietud y dudas” cuando alguien de la segunda posición se atreve a decir que tal cosa -tal afirmación, tal gesto- no casa con lo católico, porque choca frontalmente con la Doctrina de siempre en la Iglesia; o no casa con lo que “es” el Papa, porque no le corresponde.

Para mayor explotación de tal postura, al descalificar a los que siguen el mandato de Cristo, nunca se “rebajan” a explicar, por qué está mal, en qué se equivocan, o qué parte de la Doctrina Católica -o del Catecismo o del Credo o de los Sacramentos- ha dejado de tener vigencia y valor en aras de una pastoral de la “inclusión». [«Inclusión” que no se para en tonterías: según el James, cercanísimo al papa Francisco, es indignante que los obispos de todo el mundo no estén clamando por “los derechos” de los católicos LGTBI. Por poner un poner]. No se despeinan ni se enfangan rebajándose a “oler a oveja»; que, por cierto, es otra de las aportaciones del Santo Padre actual.

Una recomendación que él no sigue, porque calla aunque le pregunten privadamente: se podría decir que se acoge al tan socorrido “silencio administrativo»; que luego y ya si eso, los de la primera postura, o los “mandados” de las revistas del Vaticano, o el entrevistador oficial del Papa, ya montarán el pollo cuando se hace público lo que en principio y por deferencia y respeto al Papa había sido particular y privado; o ya matizarán, o aclararán, o seguirán erre que erre lo dicho y hecho por él. Silencio que también ejercita cuando alguien de la Jerarquía “se sale de madre” católicamente hablando -excepto con la pederastia, que sí ha fustigado-. Calla también en estos casos. O los abraza; que esa es otra.

Con lo que han recogido los de la segunda postura se podrían aportar cientos de citas o de gestos del Papa actual para ilustrar todo lo que estoy describiendo. Pero no voy a hacer referencia a ninguna porque, para cualquiera que esté en el ajo, no hace falta, no lo necesita. Y para el que no lo esté, no quiero “abrirle los ojos y los oídos»; que luego se meten conmigo, que no he sido más que el cartero, y no me he inventado nada.

Sí, añadir algún detalle más. Los de la primera postura, creen que están haciendo bien, que es lo que deberíamos hacer todos en la Iglesia. Y que tragar y callar al respecto es lo católico. Y que así no hacen nada malo. Y se equivocan de medio a medio. Totalmente.

Primero, porque están poniendo -señalan los de la segunda postura- las enseñanzas del Papa por encima de las de Cristo; cosa que ya denunció Él mismo: porque habéis invalidado la ley de Dios por vuestra tradición, la cual habéis transmitido, y hacéis muchas cosas semejantes a estas. Y uno sólo es vuestro Maestro, como reza el título. Antes, mucho antes que cualquier miembro de la Jerarquía Católica, está el Señor y está la Iglesia: el Papa es el tercero en la escala no el primero, ni siquiera respecto a nosotros sus “ovejas», aunque sea el más inmediatamente visible.

Segundo: “tragar” sin “discernir” NO ES CATÓLICO, porque ni siquiera es humano: la operación más propia del hombre, lo que lo especifica por encima de los animales, es precisamente el JUICIO. Y el Señor no puede contradecirse a sí mismo: no puede habernos hecho así y luego pedirnos que “a callar y a tragar». Es hasta metafísicamente imposible. No digamos moralmente. Por eso no es católico, ni lo puede ser. De hecho, son unas cuantas las ocasiones en las que Jesús nos pide, exactamente esto: discernir, entender, juzgar. O hablar. O hacer imperativamente. Pero, ¡si hasta las leyes civiles recogen la “libertad de expresión»!

Tercero, callar cuando hay que hablar ES INMORAL. Y esto se lo dejó muy claro el Señor a todos, pero especialmente a los miembros de la jerarquía del momento; cosa que, por supuesto, vale para todos en la Iglesia: mucho más cuanto más arriba se está en la escala.

Y cuarto: el mismo Código de Derecho Canónico recoge la obligación en conciencia de los fieles de hablar -decir, manifestar o cualquier otro sinónimo- a los superiores lo que deban decirles: también si es preciso una corrección filial. Como no puede ser de otra manera.

Siento si me he alargado: no era mi intención al empezar, pero así ha salido. He pretendido recoger lo que hay, lo que está ahí, con intención de clarificar y ayudar a valorar lo que está pasando. Si a alguno le ha servido, me doy por bien pagado.

Pero no puedo dejar de citar al papa Benedicto XVI: “Un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, útiles para la convivencia social, pero marginales. De este modo, en el mundo no habría un verdadero y propio lugar para Dios. Sin la verdad, la caridad es relegada a un ámbito de relaciones reducido y privado. Queda excluida de los proyectos y procesos para construir un desarrollo humano de alcance universal, en el diálogo entre saberes y operatividad». “La caridad en la verdad es, por tanto, la principal fuerza propulsora para el verdadero desarrollo de cada persona y de toda la humanidad“. (Tomado de su encíclica Caritas in veritate).

Comentarios
2 comentarios en “«Uno sólo es vuestro maestro, el Mesías» (Mt 23, 12)
  1. » La verdad os harà libres » : Juan 8: 31-32. Si esto es así, como lo es, pues son palabras de Nuestro Señor Jesucristo, ¿ porqué tan pocos sacerdotes, obispos y cardenales se atreven a decir la Verdad mientras la inmensa mayoría han optado por la ambigüedad o el silencio ?

  2. El cultivo creciente e insano de la papolatría por parte de la Iglesia actual y sus organizaciones se ha acabado volviendo contra la misma fe de los Apóstoles. Ahora basta con llegar a pontífice para subir «in continenti» al Cielo y a los altares. Próxima parada: beatificación innecesaria y burocrática de Juan Pablo I. Y, de paso, engrasada queda la maquinaria santificadora para cuando fallezca el felizmente reinante. Ya les vale, hombre, ya les vale.

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