La entrevista de Spadaro a Prevost que arroja luz sobre el pontificado de León XIV

La entrevista de Spadaro a Prevost que arroja luz sobre el pontificado de León XIV
El 7 de agosto de 2024, el entonces cardenal Robert Francis Prevost concedía una entrevista en la parroquia de St. Jude, en New Lenox (Illinois), que ha permanecido inédita hasta ahora. El texto íntegro aparecerá en el libro Da Francesco a Leone (EDB), del jesuita Antonio Spadaro, que llegará a las librerías el próximo 31 de julio y se presentará el 28 de agosto en el Festival Benevento Città Spettacolo.Las palabras de Prevost, hoy Papa León XIV, resuenan como una hoja de ruta del pontificado que comenzó tras la muerte de Francisco. La lucha contra los abusos, la reforma de la Curia, la sinodalidad, la misericordia y el Año Jubilar son los ejes de esta conversación.

Entrevista a Robert F. Prevost (agosto 2024)

— Usted trabajó en Roma durante parte del pontificado de Francisco. ¿Llegó a conocerlo personalmente? ¿Puede compartir intuiciones o experiencias que quizás no hayan trascendido en los medios estadounidenses? ¿Y contarnos un poco más sobre su relación con él?

— Bueno, las mejores historias no puedo contarlas aquí, pero si me pillan en el estacionamiento tal vez pueda contarles una o dos. Lo primero, ya saben, es la transparencia. Conocí por primera vez al papa Francisco cuando yo era prior general y él era arzobispo de Buenos Aires. Nos encontramos en varias ocasiones por diversos motivos. Hay muchos agustinos en Argentina y, por tanto, cuando iba allí, teníamos varias oportunidades de vernos en la universidad católica o en otras visitas, cosas así; así que nos conocimos allí. Les diré, sin entrar en detalles, que en una de esas ocasiones el Papa —entonces arzobispo de Buenos Aires— estaba interesado en que un determinado agustino realizara un trabajo concreto, y yo, como prior general, le dije: Entiendo, Su Eminencia, pero él debe hacer otra cosa, y lo trasladé a otro destino. Me dijeron que no estuvo contento con eso, como puede suceder, ya saben. Pensé para mí mismo: Cuando sea Papa, probablemente no se acordará de mí; lo pensé ingenuamente, y también pensé que nunca me nombraría obispo.

Otro encuentro se dio tras su elección. Fue elegido el 13 de marzo de 2013. Era mi último año como prior general. Y por una especie de capricho —nunca había sucedido en la historia de la orden— le dije al consejo general: Escribamos una carta al papa Francisco y veamos si quiere celebrar la Eucaristía de apertura del capítulo de la orden agustiniana. Somos una orden desde 1244 y el Papa siempre ha enviado delegados; ningún Papa había presidido jamás. Así que le escribí la carta y él dijo que sí. Y entonces fue como: ¡Dios mío, ¿qué hacemos ahora?! ¡El Papa viene!. Así que organizamos la celebración de apertura en San Agustín, en Roma. Algunos de ustedes han estado en Roma, está cerca de la Piazza Navona.

— ¿Y después de la Misa?

— Es una larga historia, pero quiero decir que fue realmente atento y saludó uno por uno a todos los miembros del capítulo. Luego hablamos un poco él y yo, y no solo se acordaba de mí, sino que… es como una nota al pie. Me dijo algo que… aparte de aquel pequeño incidente del que hablé, hubo otro en el que yo intervine a su favor en uno de los dicasterios de Roma. Y él me dijo: Nunca olvidaré lo que hiciste, y yo respondí: Está bien, Santo Padre, puede olvidarlo si quiere. Pero no lo olvidó y de ahí nació lo que acaban de oír del padre Ray: me nombró obispo en Perú, y luego, nueve años después, me llevó a Roma. Conozco a Francisco desde hace mucho tiempo y puedo dar testimonio personal de que tiene buena memoria.

Pero trabajando con él, añado que tiene un compromiso profundo con la justicia, la caridad y la misericordia. Y su sentido pastoral, que a veces desconcierta a algunos, es tan agudo que realmente intenta vivir en profundidad lo que dice el Evangelio. En una ocasión —yo era obispo en Chiclayo— me encontraba en Roma y tuve una audiencia con él. Estábamos hablando y tratábamos una situación desagradable de un caso de abuso sexual. Los obispos tienen que enfrentarse a esto siempre, por desgracia. Intentamos ser lo más respetuosos posible, ante todo con las víctimas, pero también con la comunidad. Muchas personas están heridas y afectadas por este fenómeno, y por tanto puede ser una verdadera lucha. Estábamos compartiendo algunos pensamientos al respecto y él dijo: Espera, quiero mostrarte algo. Fue a su habitación y trajo una foto de una talla en una catedral gótica de Francia en la que se veía una imagen de Judas después de haberse quitado la vida, y Jesús al lado de él, sosteniendo el cuerpo de Judas entre sus brazos. Y él dijo: No hay nada dogmático en esto, ¿qué podría significar? No hace falta entrar en toda la cuestión del cielo y el infierno, sí, existen, pero ¿es posible pensar que la misericordia de Dios pueda alcanzar incluso al peor de los pecadores?

Y ese mensaje en la vida de Francisco… algunas personas se enfadan terriblemente y dicen: Bueno, debería hablar con más firmeza sobre esto y debería condenar aquello. Francisco dice a todos: Ya hay muchas personas que condenan, no necesitamos más. Necesitamos personas, y sobre todo ministros, que puedan vivir, expresar y ofrecer a los demás la misericordia, el perdón y la sanación de Dios. De eso se trata, dice. Y si solo pudiéramos entender que Francisco es exactamente eso…

Cuando fue elegido Papa el 13 de marzo, su primera misa pública fue el 17 de marzo de 2013, en una iglesia que resulta ser la de los agustinos; yo también estuve allí. La homilía fue sobre la mujer adúltera. Y la homilía de Francisco giró en torno a la misericordia. Y luego, en 2016, fue el Jubileo extraordinario de la Misericordia. Esto dice mucho de quién es Francisco: justicia para los oprimidos, para los pobres, los que sufren, los inmigrantes, los que más necesitan la misericordia de Dios y de la Iglesia. Francisco ha llevado a cabo varias iniciativas importantes, pero la más grande en los últimos años ha sido el Sínodo.

— ¿El Sínodo marcará una dirección diferente para la Iglesia en el futuro?

— Sínodo significa caminar juntos. No es el sacerdote arriba en el púlpito con muchos espectadores. Todos somos parte. Esto se ha enseñado por años, pero en algunas partes del mundo no ha llegado. En otras sí: hay asambleas parroquiales y diocesanas, comunidades vivas. No se trata de suprimir la autoridad, sino de reunir los dones de todos. Hay lugares donde un sacerdote tiene que esperar tres meses para ver al obispo. ¿Qué comunión hay ahí?

El Sínodo busca cambiar eso. Por primera vez, nos sentamos todos juntos, en mesas redondas, laicos, sacerdotes, obispos, cardenales. Muchos laicos decían: Nunca había hablado así con un cardenal. Se supera el miedo y se reza, se discierne, se construye. Todos somos misioneros. Este proceso lleva tiempo, la Iglesia no cambia en un día, pero hay esperanza.

Reportaje adicional: El calvario de Francisco y el discernimiento del Espíritu

— Hay algunos medios católicos que no son muy amables con Francisco.

«Los medios los conocemos todos. Algunos son buenos, otros no. El problema es que muchos no saben en quién confiar. Hay que leer con espíritu crítico. Es fácil mezclar verdad con falsedad y hacer daño. Y eso ha pasado con Francisco. A veces no se le comprende. Me gustaría contar una historia.

Su primera JMJ fue en Río. Millones de jóvenes. Algunos dicen que los jóvenes no creen. No es verdad. Hay que preguntar: ¿cómo los atraemos? Francisco lo logra. Dijo: Hagan lío, sean un problema para sus obispos. Como religioso, aplaudí. Como obispo, pensé: ‘¿y ahora qué harán?’»

— ¿Francisco es un reformador?

«Tiene visión. Sabe que las instituciones pueden encerrarse: Siempre lo hicimos así. Pero eso puede impedir oír al Espíritu Santo. El Espíritu sopla y dice: Tal vez es hora de cambiar. Francisco no teme sacudir la barca. Algunos se incomodan. Pero el Espíritu Santo no abandona la Iglesia. Yo creo firmemente que su elección fue providencial: era el Papa que la Iglesia necesitaba en 2013. En otros momentos lo fue Benedicto, o Juan Pablo II. Pero siempre, el Espíritu guía».

— ¿Un mensaje de esperanza?

«2025 es Año Jubilar. Viene del Antiguo Testamento: cada 25 años, se perdonaban deudas, se liberaban esclavos. No era solo espiritual: era real. Hoy permitimos deudas impagables. Ya no creemos en el jubileo. Pero el Evangelio sí. Francisco quiere devolver ese mensaje: misericordia, perdón, nuevo comienzo. Eso es esperanza».

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