Exclusiva InfoVaticana – Según ha podido saber este medio, la Prelatura del Opus Dei ha presentado recientemente a la Santa Sede su propuesta de adecuación de los Estatutos, tal como requería la normativa emanada de Ad charisma tuendum. La novedad, sin embargo, no está en el gesto —esperado y anunciado—, sino en el contenido: se trata, según nuestras fuentes, de la misma propuesta que ya fue rechazada por el Papa Francisco.
La jugada no carece de elegancia. En un movimiento de manual, los responsables del Opus han esperado al cambio de pontificado para colocar —con el envoltorio bien planchado— el mismo paquete doctrinal, canónico y estructural que ya había sido devuelto por la anterior administración pontificia. Hay que reconocerlo: el intento merece un aplauso técnico. No cualquiera se atreve a presentar al nuevo Papa lo que el anterior desechó, confiando en que el contexto, los tiempos y, tal vez, el talante más sobrio de León XIV permitan una lectura distinta.
De vuelta al punto de partida, pero con mejor papel de regalo
Fuentes cercanas al proceso confirman que el texto entregado al Dicasterio para el Clero este 11 de junio es, en lo esencial, el mismo que fue elaborado tras el Congreso extraordinario de 2023 y enviado a la Santa Sede bajo el pontificado anterior. En aquel entonces, el Papa Francisco —según se supo de manera no oficial— devolvió la propuesta por considerarla insuficiente respecto a las exigencias jurídicas y teológicas contenidas en los motu proprio sobre las prelaturas personales.
Ahora, sin embargo, con la elección de un nuevo Pontífice, el Opus Dei ha decidido probar suerte de nuevo. Y lo ha hecho con una estrategia digna de un viejo zorro: esperar a que escampe, limpiar el expediente, reordenar los papeles, renovar los consejos centrales, y entregar al nuevo Papa la misma mercancía bajo la etiqueta de “propuesta adaptada”.
Astucia, paciencia… y fe
No seríamos justos si no reconociéramos en este gesto una fina comprensión de la política eclesial. El Opus Dei, tantas veces acusado de maquiavelismo, demuestra aquí más bien una especie de fe en la Providencia aplicada a la estructura canónica: si algo no encajó con un Papa, quizá encaje con el siguiente. No es trampa, es esperanza con calendario.
Y hay que admitir que hay un cierto aroma de resurrección en la maniobra: lo que parecía muerto, vuelve; lo que fue descartado, se presenta de nuevo; lo que fue considerado inadecuado, se ofrece ahora como maduro. Todo, por supuesto, en nombre del carisma fundacional y de la deseada continuidad institucional.
¿Se la colarán a León XIV?
La gran incógnita ahora es si el Papa León XIV —cuya prudencia y sentido eclesial comienzan ya a dejarse notar— aprobará el texto sin mayores modificaciones. Cuesta imaginar que un Pontífice que ha puesto orden en otras áreas de la Curia acepte sin más lo que su predecesor mandó revisar. Pero tampoco sería impensable que, por razones mayores —como preservar la paz eclesial o evitar un cisma larvado—, decida dar su visto bueno a un texto que, siendo el mismo, ya no lo parece.
En cualquier caso, la jugada ya está hecha. El Opus Dei ha puesto su ficha en el tablero y ha apostado por la continuidad, no por la reinvención. Y aunque lo ha hecho con cortesía, fidelidad y obediencia —como repiten en todos sus comunicados—, también lo ha hecho con un olfato político eclesial que pocos pueden igualar.
La partida, por tanto, no ha terminado. Pero si el Opus Dei logra colar lo que Francisco rechazó, habrá que reconocerle no sólo su perseverancia, sino su maestría.
Y si finalmente León XIV lo acepta, habrá que concluir que los jesuitas han perdido el control del tablero. Si lo rechaza, en cambio, sabremos que el que sigue gobernando la partida es Gianfranco Ghirlanda —y con él, la compañía que nunca juega en silencio.
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