El Opus Dei niega la tormenta mientras se ahoga

El Opus Dei niega la tormenta mientras se ahoga

La escena es tan grotesca como predecible: al Opus Dei le están reformando los cimientos con el pretexto de Ad charisma tuendum, le han cambiado de dicasterio, le han quitado el obispo, le exigen reformar los estatutos desde hace dos años y, ahora que por fin han entregado una propuesta al Papa, publican un artículo de “preguntas y respuestas” como si estuvieran hablando de un cambio de letra en el himno de la Obra. Pero no, no les están quitando el “viva el Padre”, les están quitando el suelo. Y ellos siguen diciendo que es agua bendita lo que les cae encima. Aunque huela a otra cosa.
Fuente oficial aquí.

En este comunicado actualizado el 11 de junio, el Opus Dei responde con la clásica voz monocorde y autoindulgente a preguntas que nadie les ha hecho: “¿Es cierto que nos han dado un ultimátum?” «Nooo, qué va, sólo hemos presentado los nuevos Estatutos después de dos años, una sede vacante y un Papa nuevo, porque nos gusta el proceso sinodal y participativo”.

Por supuesto, nada de eso impide que se siga negando que haya habido presión, imposición, ni la más mínima concesión a la sospecha de que el Papa Francisco haya querido reducir la influencia de la Obra. El problema no es la amputación, sino que no se aplique anestesia.

Congresos que no congresan

En abril se convocó un Congreso ordinario que, debido a la muerte del Papa, terminó siendo un “Congresito” para renovar cargos y bendecir lo ya decidido por otros. Intentaron meterle un gol a Roma, y León los convocó el primer día de mandato, y les recordó que le debían unos estatutos.

El Prelado, por cierto, se reunió con León XIV y —según la nota— le comunicó “el estado del trabajo”. Imaginamos la escena: el Papa asintiendo grave mientras mira los folios, y el Prelado intentando transmitir entusiasmo por algo que todos saben que no es más que el último capítulo de una rendición cuidadosamente disimulada.

“No pasa nada, sólo cambiamos el marco jurídico y el espíritu”

Una de las joyas de este texto es el modo en que se pretende explicar que el marco jurídico no afecta la vida de los fieles. Claro, claro. Porque todos sabemos que cuando una institución pierde su configuración original, cambia de dicasterio, se le niega el rango episcopal a su cabeza y se le exigen nuevos Estatutos redactados bajo supervisión ajena… lo que no cambia es lo esencial.

Es decir, te cambian la casa, te despiden del trabajo, te asignan un tutor legal y te dicen que no es para tanto, que sigues siendo tú. Y si no te convence, es que no has entendido bien el carisma.

A callar, que es mejor

Por supuesto, el texto aclara que no se harán públicos los cambios hasta que los apruebe el Papa. Es decir, no sabremos lo que se ha negociado, cedido o reformado hasta que ya no haya nada que discutir. Transparencia a la carta. O mejor dicho: a la romana.

Mientras tanto, el Opus repite su estribillo favorito: obediencia, fidelidad, unidad. Como si repetirlo bastara para detener el cambio tectónico que tienen bajo los pies. Pero no temamos: el “carisma” seguirá intacto, dicen. Quizá algún día también sigan existiendo en forma de asociación privada de fieles, pero con el carisma “intacto”.

A estas alturas, queda claro que quien quiera defender la integridad del Opus Dei tiene dos opciones: o reconocer que están siendo desmontados paso a paso desde Roma, o seguir jugando al juego estúpido del “todo está bien”. Nosotros, sin defenderles —porque también tienen su parte de culpa en la historia reciente de la Iglesia—, al menos no vamos a hacer de palmeros de su autoengaño institucional.

Porque cuando alguien te hace pis en la cara y tú agradeces que te rieguen, no sólo quedas empapado: quedas deshonrado.

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