“Hay en la Santa Misa tantos misterios como gotas de agua en el mar, como átomos de polvo en el aire y como ángeles en el cielo”, dijo San Buenaventura. Ya con esta analogía proclamada por el prenombrado santo doctor, el fiel devoto amplifica su visión del contenido espiritual de la Santa Misa. ¿Cómo poner en palabras las glorias divinas y los altísimos misterios de tan excelso acto de amor de Dios? El Santo Sacrificio de la Misa es lo más precioso que gozan los seres humanos en la tierra; no puede existir nada similar a lo que se vive en la Santa Misa por obra de Dios. Se celebra la Santa Misa, en primer lugar, por un acto de justicia para con Dios, quien nos creó, se encarnó, y nos redimió; debemos darle lo que merece por justa obligación. Valorada esta gran verdad, se abre ante nuestros ojos un abismo de consideraciones sublimes que ensalzan el valor del Sacrificio Eucarístico.
La cantidad de bellezas que uno puede enumerar sobre los misterios de la Santa Misa son para durar toda la vida en su contemplación. Por nuestra naturaleza humana, estar atentos a la magnitud de los divinos misterios es una tarea casi imposible de realizar y por esta razón diferentes autores -tanto santos como piadosos teólogos- han escrito sobre cómo meditar y rezar durante la Santa Misa. Hay que hacer hincapié en que la tarea del fiel durante el Santo Sacrificio de la Misa es primordialmente rezar. En una época donde se ha perdido la noción de las obligaciones de cada uno, ocurre que el feligrés convencional no sabe qué debe hacer durante el Sumo Sacrificio de la Misa realizado de manera incruenta sobre el altar. Se ha vendido la idea de que con solo estar presente en dicho rito es suficiente o que participar activamente (un tema de discusión para otro momento) por medio de los diferentes ministerios (también otro tema abierto a una crítica discusión) que existen dentro de una parroquia, ya con esto basta y sobra para vivir la Misa en su plenitud. Elevo la siguiente pregunta retórica que cada uno debe hacerse de manera honesta: ¿Cuántas veces hemos ido a la Santa Misa y salimos de la Iglesia sin haber rezado ni una sola vez? Esto se ha proliferado a tal punto que es la rutina general: acudir a la Misa para solo mirar lo que pasa, escuchar lo que se dice, e irse cuando termina.
Para educar a quienes arden con un deseo profundo de querer meditar en las verdades encapsuladas en la Santa Misa, a continuación podrán leer el poderoso prefacio escrito por el señor Tomás E. Nelson de la edición en inglés del increíble libro llamado “El Tesoro Escondido” por San Leonardo de Puerto Mauricio. Esta edición del libro, en el prefacio, incluye dos elementos: (1) una reflexión piadosa para excitar nuestra alma por el deseo de conocer la Santa Misa a fondo, (2) una cronología espiritual de lo que hace el sacerdote in persona Christi y ver en las acciones del mismo las etapas de la Pasión, Muerte, y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo suceder en la Santa Misa. Es un recurso de facilidad elemental para cualquier persona poder pasar de lo visible a lo invisible, como bien exhorta el Sacrosanto e infalible Concilio de Trento en la Sesión XXII, Capítulo 5.
El libro de San Leonardo de Puerto Mauricio y este ejercicio de meditación, son sólo aplicables al rito de la Santa Misa Tradicional ya que escribió todo esto pensando en este venerable nuevo y eterno testamento. Tanto la complejidad del rito, las acciones únicas que prescribe para su ejecución, y la riqueza inagotable de su contenido, que por siglos ha alimentado a una cantidad incalculable de almas, todo esto es lo que hace que tenga sentido lo que vamos a leer a continuación. Dentro de la Santa Misa Tradicional es donde se puede admirar la integridad indesulible de lo que nos transmite San Leonardo, aunado a las meditaciones subsiguientes, que sus etapas son evidenciables exclusivamente en el rito de siempre. Cabe destacar, a manera de conclusión, que, como este método de meditación de la Santa Misa, así hay una multitud de otros que han sido compuestos con oraciones para cada momento, frases de los santos para cada acción, y jaculatorias tradicionales para prepararse para la Sagrada Comunión. Leamos, meditemos, y elevemos nuestra alma con este manjar devoto:
Prefacio de la edición en inglés del libro “El Tesoro Escondido” por San Leonardo de Puerto Mauricio, escrito por el Sr. Tomás E. Nelson:
«Donde no hay misa», escribe uno de los Padres del Oratorio inglés, «tampoco hay cristianismo». La razón es evidente: La vida de Cristo fue un sacrificio: – no sólo un sacrificio figurado de alabanza y oración, sino un acto exterior, de sufrimiento y de muerte. Su religión debe ser como Él mismo: debe ser la continuación de la vida divino-humana que Él llevó en la tierra, representando y perpetuando, por algún rito sagrado, el sacrificio que comenzó en el vientre de María y terminó en la Cruz del Calvario. Ese rito es la Santa Misa. ¿Nos damos cuenta siempre de ello? ¿Se hunde en nosotros la convicción, cuando ofrecemos o asistimos al adorable sacrificio, de que Jesús está realizando, en nuestra presencia, los misterios de su vida y de su muerte?
El altar de la Misa es la santa casa de Nazaret, el pesebre de Belén, el lugar egipcio del destierro, la colina del Calvario, la tumba del jardín en la que reposó el cadáver de Nuestro Salvador y el Monte de los Olivos desde el que ascendió. La Pasión, es cierto, es lo que principalmente se representa y continúa en la Santa Misa; sin embargo, las oraciones y los ritos del sacrificio se refieren, a veces, a otros misterios. Así, la caída de una parte de la Sagrada Hostia en el cáliz, antes del Agnus Dei, representa la reunión del alma de Cristo con su Cuerpo y Sangre en la mañana de la Resurrección. Para una descripción de las muchas y bellas analogías entre la vida eucarística de Nuestro Señor y Su Sagrada Infancia, remitimos al lector al Tratado del Padre Faber sobre el Santísimo Sacramento.
La Misa es verdaderamente un «tesoro escondido» y, por desgracia, nuestra fe fría y muerta permite que siga siéndolo. Si la valoráramos como es debido, correríamos todas las mañanas a la iglesia, sin importarnos las nieves del invierno ni los calores del verano, para poder participar de las riquezas de este tesoro.
Los Santos conocían el valor de una Misa: era un día oscuro en su calendario en el que se veían privados del feliz privilegio de decir u oír Misa. Aunque San Francisco de Sales estaba sobrecargado de trabajo apostólico en la Misión del Chablais, se propuso nunca faltar a su Misa diaria. Para mantener su santa resolución, tenía que cruzar con frecuencia el río Drance, hasta el pueblo de Marin, en el que había una Iglesia Católica. En el invierno de 1596, una gran tromba de agua se llevó una parte del puente sobre el río y, en consecuencia, los pasajeros se vieron obligados a cruzar sobre un tablón colocado sobre los arcos de la estructura rota que habían resistido las aguas. Las fuertes nevadas, seguidas de fuertes heladas, hacían que esta tabla fuera muy resbaladiza, por lo que resultaba peligroso intentar pasar por ella; pero San Francisco de Sales no se dejaba disuadir, pues, a pesar de las protestas de sus amigos, hacía el peligroso viaje cada mañana, arrastrándose por la tabla helada sobre sus manos y pies, arriesgando así diariamente su vida antes que perder la Misa.
Querido lector cristiano, ruega a este glorioso Santo que nos consiga a ti y a mí una porción de su ardiente amor por el santísimo y adorable sacrificio del altar.
Reflexión piadosa sobre el Santo Sacrificio de la Misa:
[Nota: Primero se lee la acción del Sacerdote o momento específico en la Santa Misa y al lado vemos lo que significa en la vida de Nuestro Señor Jesucristo]
- Entra al Santuario / Entra al Huerto de Olivos.
- Empiezan las Oraciones al pie del altar / Empieza la oración en el huerto.
- Se reza el Confiteor (Yo confieso) / La agonía y transpiración de sangre.
- Se acerca al lado de la Epístola en el Altar / Es tomado prisionero y llevado ante Anás.
- Se lee el Introito / Es acusado falsamente y blasfemado.
- Se mueve al centro del altar, recita el Kyrie Eleison (Señor ten piedad) / Es llevado ante Caifás y negado por San Pedro tres veces.
- Se da la vuelta y dice Dominus Vobiscum (El Señor sea con vosotros) / La mirada a San Pedro y lo convierte.
- Va al Misal y lee la Oración Colecta y la Epístola / Es llevado ante Pilato.
- Va al centro del altar y después al lado del Evangelio / Es llevado ante Herodes y burlado.
- Regresa al centro del altar / Regresa donde Pilato.
- Descubre el velo del Cáliz / Se le arrancan sus vestidos.
- Ofrece el pan y el vino / La flagelación.
- Cubre el Cáliz con la palia / La Coronación de Espinas.
- Se lava las manos en el lado de la Epístola / Es declarado inocente por Pilato.
- Se da vuelta y dice Orate Fratres… (Oremos hermanos…) / Es mostrado a la gente por Pilato quien a su vez dice Ecce Homo (He aquí el hombre).
- Reza en silencio la Oración Secreta / Se burlan de él y le escupen.
- Recita el Prefacio y el Sanctus (Santo…) suena la campana / Es condenado y Barrabás es liberado.
- Hace el Memento pro vivis (Memento de los vivos) / Lleva la Cruz camino al Calvario.
- Bendice el pan y el vino con la Señal de la Cruz cinco veces / Es clavado en la Cruz.
- Consagración de la hostia, la adora, y la eleva / La Cruz es alzada.
- Consagración del vino, y eleva el Cáliz / La Preciosa Sangre fluye de sus heridas.
- Reza en voz baja / Tiende de la Cruz y mira a su Madre arrodillada.
- Se dice en voz alta el Nobis quoque peccatoribus (También a nosotros, tus siervos pecadores…) / Reza por toda la humanidad.
- Reza en voz alta el Pater Noster (Padre Nuestro) / Enuncia las 7 últimas palabras desde la Cruz.
- Fracciona la Hostia consagrada / Muerte en la Cruz.
- Suelta una partícula de la Hostia en el Cáliz / Su alma desciende al Limbo.
- Recita el Agnus Dei (Cordero de Dios) / Cristo es reconocido como el Hijo de Dios por aquellos que están parados alrededor de la Cruz.
- Recibe el Cuerpo y la Sangre de Cristo / Su Cuerpo es llevado al sepulcro.
- Se purifica el Cáliz / Su Cuerpo es ungido.
- Prepara el Cáliz de nuevo en el Altar / Resucita de entre los muertos.
- Se da la vuelta y dice Dominus Vobiscum (El Señor sea con vosotros) / Se aparece a su Madre y a los Apóstoles.
- Lee la Oración de Comunión y la Poscomunión / Enseña por 40 días.
- Se da la vuelta y dice el último Dominus Vobiscum (El Señor sea con vosotros) / Se despide de los Apóstoles.
- Dice el Ite Missa est / Comisiona a los Apóstoles con la misión de Evangelizar a todas las naciones y tiene lugar su gloriosa Ascensión.
- Imparte la bendición a los fieles / La venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés.
- Lee el Último Evangelio / Cristo es predicado y alabado en todo el mundo como el Hijo de Dios hecho hombre.
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