El Papa: “Antes que creyentes, estamos llamados a ser humanos”

Papa León XIV reflexiona sobre la compasión del buen samaritano.

CIUDAD DEL VATICANO, 28 de mayo de 2025 – En la audiencia general de este miércoles, el Papa León XIV continuó su ciclo de catequesis sobre las parábolas evangélicas, reflexionando esta vez sobre el relato del buen samaritano (cf. Lc 10,25-37), con una fuerte llamada a la compasión y a la humanidad como base de la vida cristiana.

El Pontífice subrayó que muchas veces la falta de esperanza nace de una visión rígida y cerrada de la realidad, y que las parábolas de Jesús nos ayudan a mirar las cosas desde otra perspectiva. En particular, comentó el encuentro entre Jesús y un doctor de la Ley que pregunta cómo heredar la vida eterna, abordando la pregunta como si se tratase de un derecho y no de una gracia.

El único término sobre el que pide explicaciones es ‘prójimo’, señaló el Papa, para introducir la enseñanza de Jesús a través de la parábola. León XIV explicó que el Señor transforma la pregunta inicial —¿quién me quiere?— en una más madura y comprometida: ¿quién ha querido?. La primera es la pregunta de quien espera pasivamente ser amado; la segunda es la del adulto que ha comprendido el sentido de su vida, añadió.

El camino, lugar del encuentro

El Santo Padre destacó que la parábola se desarrolla en un camino, áspero y difícil, como la vida, en el que un hombre es asaltado, golpeado y abandonado. A su paso, un sacerdote y un levita —representantes del culto en Jerusalén— no se detienen. La práctica del culto no lleva automáticamente a ser compasivos, afirmó. Antes de ser creyentes, estamos llamados a ser humanos.

El Papa denunció la prisa como uno de los grandes obstáculos de nuestra época para la compasión: Quien piensa que su viaje debe tener la prioridad, no está dispuesto a detenerse por otro.

La compasión del samaritano

El protagonista de la parábola —un samaritano, es decir, alguien despreciado— sí se detiene. Se acerca, limpia las heridas, lo carga, lo lleva a una posada, gasta dinero y se compromete a regresar, explicó el Papa. Solo se ayuda de verdad si se está dispuesto a sentir el peso del dolor del otro.

El Papa invitó a todos los fieles a reconocerse en el hombre herido y a recordar todas las veces que Jesús se detuvo para cuidar de nosotros, como fuente de una auténtica compasión cristiana.

Saludo a los peregrinos de lengua española

En su saludo a los fieles hispanohablantes, el Papa reiteró que la parábola no es solo un relato moral, sino una invitación a cambiar de perspectiva: dejar de pensar que el prójimo es quien me aprecia, para convertirse uno mismo en prójimo de quien sufre.

Nos pide estar dispuestos a reducir las distancias, a implicarnos, a ensuciarnos si es necesario, a hacernos cargo del dolor del otro, afirmó.

El Papa concluyó animando a contemplar con esperanza todas las veces que Jesús se detuvo ante nosotros cuando nos encontrábamos caídos al borde del camino, y a pedirle tener entrañas de misericordia.


Texto íntegro de la catequesis papal

Queridos hermanos y hermanas:

Continuamos meditando sobre algunas parábolas del Evangelio que nos ofrecen la oportunidad de cambiar de perspectiva y abrirnos a la esperanza. La falta de esperanza, a veces, se debe a que nos quedamos atrapados en una cierta forma rígida y cerrada de ver las cosas, y las parábolas nos ayudan a mirarlas desde otro punto de vista.

Hoy me gustaría hablarles de una persona experta, preparada, un doctor en la Ley, que sin embargo necesita cambiar de perspectiva, porque está concentrado en sí mismo y no se da cuenta de los demás (cf. Lc 10,25-37). De hecho, le pregunta a Jesús cómo se «hereda» la vida eterna, utilizando una expresión que la considera como un derecho inequívoco. Pero detrás de esta pregunta, quizás se esconde precisamente una necesidad de atención: la única palabra sobre la que pide explicaciones a Jesús es el término «prójimo», que literalmente significa «el que está cerca».

Por eso, Jesús cuenta una parábola que es un camino para transformar esa pregunta, para pasar del «¿quién me quiere?» al «¿quién ha querido?». La primera es una pregunta inmadura, la segunda es la pregunta del adulto que ha comprendido el sentido de su vida. La primera pregunta es la que pronunciamos cuando nos situamos en un rincón y esperamos, la segunda es la que nos impulsa a ponernos en camino.

Audiencia general

La parábola que cuenta Jesús tiene, de hecho, como escenario un camino, y es un camino difícil y áspero, como la vida. Es el camino que recorre un hombre que baja de Jerusalén, la ciudad en la montaña, a Jericó, la ciudad bajo el nivel del mar. Es una imagen que ya presagia lo que podría ocurrir: efectivamente, sucede que ese hombre es asaltado, golpeado, despojado y abandonado medio muerto. Es la experiencia que se vive cuando las situaciones, las personas, a veces incluso aquellos en quienes hemos confiado, nos quitan todo y nos dejan tirados.

Pero la vida está hecha de encuentros, y en estos encuentros nos revelamos tal y como somos. Nos encontramos frente al otro, frente a su fragilidad y su debilidad, y podemos decidir qué hacer: cuidar de él o hacer como si nada. Un sacerdote y un levita bajan por ese mismo camino. Son personas que prestan servicio en el Templo de Jerusalén, que viven en el espacio sagrado. Sin embargo, la práctica del culto no lleva automáticamente a ser compasivos. De hecho, antes que una cuestión religiosa, ¡la compasión es una cuestión de humanidad! Antes de ser creyentes, estamos llamados a ser humanos.

Podemos imaginar que, después de haber permanecido mucho tiempo en Jerusalén, aquel sacerdote y aquel levita tienen prisa por volver a casa. Es precisamente la prisa, tan presente en nuestra vida, la que muchas veces nos impide sentir compasión. Quien piensa que su viaje debe tener la prioridad, no está dispuesto a detenerse por otro.

Pero he aquí que llega alguien que sí es capaz de detenerse: es un samaritano, es decir, alguien que pertenece a un pueblo despreciado (cf. 2 Re 17). En su caso, el texto no precisa la dirección, sino que solo dice que estaba de viaje. La religiosidad aquí no tiene nada que ver. Este samaritano se detiene simplemente porque es un hombre ante otro hombre que necesita ayuda.

Buen samaritano

La compasión se expresa a través de gestos concretos. El evangelista Lucas se detiene en las acciones del samaritano, al que llamamos «bueno», pero que en el texto es simplemente una persona: el samaritano se acerca, porque si quieres ayudar a alguien, no puedes pensar en mantenerte a distancia, tienes que implicarte, ensuciarte, quizás contaminarte; le venda las heridas después de limpiarlas con aceite y vino; lo carga en su montura, es decir, se hace cargo de él, porque solo se ayuda de verdad si se está dispuesto a sentir el peso del dolor del otro; lo lleva a una posada donde gasta su dinero, «dos denarios», más o menos dos días de trabajo; y se compromete a volver y, si es necesario, a pagar más, porque el otro no es un paquete que hay que entregar, sino alguien que hay que cuidar.

Queridos hermanos y hermanas, ¿cuándo seremos capaces nosotros también de interrumpir nuestro viaje y tener compasión? Cuando hayamos comprendido que ese hombre herido en el camino nos representa a cada uno de nosotros. Y entonces, el recuerdo de todas las veces que Jesús se detuvo para cuidar de nosotros nos hará más capaces de compasión.

Recemos, pues, para que podamos crecer en humanidad, de modo que nuestras relaciones sean más verdaderas y más ricas en compasión. Pidamos al Corazón de Cristo la gracia de tener cada vez más sus mismos sentimientos.

Saludo en español

Queridos hermanos y hermanas:

En esta catequesis releemos la parábola del buen samaritano. El Señor la dirige a un hombre que, a pesar de conocer las Escrituras, considera la salvación como un derecho que le es debido, algo que se puede adquirir. La parábola le ayuda a cambiar de perspectiva, y a pasar de centrarse en sí mismo a ser capaz de acoger a los otros, sintiéndose llamado a hacerse prójimo de los demás, sin importar quienes sean, y no sólo juzgar cercanas a las personas que lo aprecian.

La parábola gira en torno al camino que hace cada personaje, al modo de aproximarse a los demás y a cómo se comporta cada uno cuando ve al prójimo en dificultad. En definitiva, la parábola nos habla de compasión, de comprender que antes de ser creyentes debemos ser humanos. El texto nos pide reflexionar sobre nuestra capacidad de detenernos en el camino de la vida, de poner al otro por encima de nuestra prisa y de nuestro proyecto de viaje. Nos pide estar dispuestos a reducir las distancias, a implicarnos, a ensuciarnos si es necesario, a hacernos cargo del dolor del otro y gastar de lo nuestro, volviendo a su encuentro, porque el prójimo es para nosotros alguien cercano.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en modo particular a los grupos provenientes de España, México, Argentina, República Dominicana, Puerto Rico, Colombia, Guatemala y Chile. Los animo a contemplar con esperanza todas las veces que Jesús se detuvo ante nosotros cuando nos encontrábamos caídos al borde del camino, pidiéndole que nos dé entrañas de misericordia para tener la misma compasión con los demás que Él tuvo con nosotros. Muchas gracias.