«Le escribo para saber si, bajo su pontificado, los sacerdotes como yo podemos volver a casa»

Sacerdote
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En estas primeras semanas del pontificado de León XIV, marcadas por gestos de sencillez, referencias agustinianas y una promesa de restaurar la unidad herida en la Iglesia, resuenan voces que reclaman algo más que palabras. InfoVaticana ha tenido acceso a una carta abierta dirigida al nuevo Papa por el sacerdote estadounidense Gene Thomas Gomulka, quien no busca polemizar, sino interpelar desde la fidelidad y el sufrimiento.

Una vida sacerdotal truncada por denunciar abusos

Gomulka fue ordenado sacerdote en 1974 para la diócesis de Altoona-Johnstown. Durante tres décadas sirvió como párroco, capellán militar y formador. Colaboró con el dominico Thomas Doyle en la denuncia de abusos sexuales y encubrimientos en el clero, lo que le valió represalias. En lugar de silenciarse, dedicó su vida a acompañar a otras víctimas y denunciantes, convirtiendo su «ministerio sin parroquia» en un ágora de consuelo y denuncia.

La carta: un grito y una pregunta al nuevo Papa

En su extensa misiva, Gomulka plantea al Papa una pregunta esencial: ¿Será León XIV el Pontífice que limpie el templo? Le recuerda que su elección generó esperanza, pero también preguntas urgentes, especialmente entre quienes han sufrido abusos o han sido testigos silenciados. Entre los puntos que plantea destacan:

La necesidad de actuar frente a obispos y cardenales norteamericanos acusados de encubrimientos sistemáticos.

El caso del Pontificio Colegio Norteamericano en Roma, implicado en denuncias por abusos y represalias contra seminaristas.

La continuidad de sacerdotes y superiores en puestos de autoridad a pesar de acusaciones creíbles.

El fracaso del mecanismo Vos estis lux mundi para investigar a obispos por parte de sus propios pares.

La urgencia de escuchar y restaurar a sacerdotes fieles que fueron castigados por denunciar.

La carta está escrita desde el dolor, pero también desde la fe. Gomulka cita ejemplos históricos de Papas que ignoraron las corrupciones internas y los compara con otros que no dudaron en purificar la Iglesia desde dentro.

Una oportunidad para la justicia y la unidad

Desde el caso del padre Marko Rupnik hasta las denuncias no respondidas de víctimas peruanas o estadounidenses, Gomulka recuerda que no hay verdadera reforma sin justicia. Y que la unidad que proclama León XIV no puede edificarse sobre el silencio ante el dolor de las víctimas.

Lejos de exigir una agenda concreta o asumir un tono vengativo, el sacerdote cancelado concluye con una petición humilde: saber si hay espacio, en la Iglesia de León XIV, para sacerdotes que fueron cancelados por decir la verdad.

Carta abierta a Su Santidad León XIV

10 de mayo de 2025

Santo Padre:

Cuando fui ordenado sacerdote para la diócesis de Altoona-Johnstown en 1974, lo hice porque creía que respondía a una vocación de Cristo para «Ven y sígueme». Tras 30 años de fecundo ministerio como párroco, director provida, formador en seminario y capellán militar, fui castigado y forzado a abandonar el sacerdocio junto al dominico Thomas Doyle por nuestro trabajo al denunciar el abuso sexual y los encubrimientos en la Iglesia.

Cuando en julio de 2018 Mons. Steve Callahan me informó de que el papa Francisco estaba dispuesto a laicizarme, le dije que a mis 70 años no deseaba casarme y que, si alguien debía ser laicizado, eran los sacerdotes abusadores y los obispos que los encubrieron y me castigaron por denunciar los abusos y la conducta homosexual en el ámbito militar. Me pregunté por qué debía ser yo laicizado por decir la verdad mientras solo 8 de unos 150 obispos habían recibido igual castigo.

Escribí al obispo McElroy en septiembre de 2018, tras la publicación del Informe del Gran Jurado de Pensilvania y el «Testimonio» de Mons. Viganò, diciendo que no podía volver al ministerio mientras el papa Francisco y tantos obispos siguieran encubriendo el abuso de menores y adultos vulnerables. McElroy ya había encubierto el informe de abuso de julio de 2016 del psicoterapeuta Richard Sipe sobre doce seminaristas y sacerdotes víctimas de Theodore McCarrick, y el abuso satánico de Rachel Mastrogiacomo.

Como sacerdote cancelado, mi «ministerio sin parroquia» consiste hoy en ofrecer consuelo a víctimas abandonadas por la Iglesia, al borde de la desesperación y el suicidio, tras ser ignoradas, amenazadas y ver a sus abusadores protegidos.

Porque creo en la autenticidad de mi vocación sacerdotal, podría verme rezando por «nuestro papa León» si la Iglesia estuviera guiada por un Pontífice que haya expulsado a abusadores y castigado a los que los protegen. Mientras tanto, no puedo prometer respeto u obediencia a quienes han encubierto o reprimido a sacerdotes justos.

Le escribo para saber si, bajo su pontificado, los sacerdotes como yo podemos volver a casa, o si los que castigan a los que dicen la verdad seguirán protegidos.

Muchos celebran su elección, pero también surgen temores por denuncias que le implican, como las de María Quispe Díaz y sus hermanas. Espero que aproveche esta ocasión para ser pastor incluso de los que han sufrido corrupción sexual y encubrimientos.

Le planteo cinco preguntas concretas:

1. ¿Cómo mostrará al mundo que castigará también a cardenales estadounidenses acusados de encubrimiento?

2. ¿Qué hará con rectores y superiores como los del NAC implicados en abusos a seminaristas?

3. ¿Qué medidas tomará para que sacerdotes y seminaristas no sean castigados por denunciar?

4. ¿Reformará el sistema Vos estis para que las investigaciones no se reduzcan a encubrimientos mutuos?

5. ¿Expulsará a los abusadores y encubridores de los espacios eclesiales donde siguen representando un peligro?

Le animo a imitar a su homónimo León XIII y no a León X o Julio III. Incluso si debe algo a quienes le eligieron, debe decidir si estará del lado de las víctimas o de los encubridores.

Le ruego me indique si estaría dispuesto a considerar mi regreso al ministerio una vez purificada la Iglesia.

Con sincero afecto en Cristo,

Gene Thomas Gomulka

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