León XIV a los periodistas: “La paz comienza con cada uno de nosotros”

Papa León XIV reflexiona sobre la compasión del buen samaritano.El Papa León XIV durante su audiencia general, destacando la importancia de la compasión en la vida cristiana.
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Ciudad del Vaticano, 12 de mayo de 2025 – El Papa León XIV recibió esta mañana en el Aula Pablo VI a los representantes de los medios de comunicación que cubrieron las jornadas del cónclave y la elección del nuevo Pontífice. Se trata de la primera audiencia pública del nuevo Papa, que aprovechó para agradecer el trabajo de los comunicadores y lanzar un mensaje en favor de una comunicación que promueva la paz.

“Les agradezco el trabajo que han realizado y realizan en este tiempo, que para la Iglesia es esencialmente un tiempo de Gracia”, dijo el Papa al iniciar su discurso, antes de reflexionar sobre el llamado de las Bienaventuranzas: “Bienaventurados los que trabajan por la paz” (Mt 5,9). En ese contexto, pidió una “comunicación desarmada y desarmante”.

“La paz comienza con cada uno de nosotros: con la forma en que miramos a los demás, escuchamos a los demás, hablamos de los demás”, afirmó. “Debemos decir ‘no’ a la guerra de palabras y de imágenes, debemos rechazar el paradigma de la guerra”.

El Santo Padre recordó además la difícil situación de muchos periodistas encarcelados en el mundo, y pidió su liberación: “El sufrimiento de estos periodistas encarcelados interpela la conciencia de las naciones y de la comunidad internacional, llamándonos a todos a salvaguardar el bien precioso de la libertad de expresión y de prensa”.

León XIV agradeció a los comunicadores su labor durante las últimas semanas en Roma: “Han estado en Roma estas semanas para contar la Iglesia, su variedad y, al mismo tiempo, su unidad. Acompañando los ritos de la Semana Santa; han relatado el dolor por la muerte del Papa Francisco, pero a la luz de la Pascua”.

Animó a los periodistas a no ceder a la mediocridad: “Nos piden a cada uno de nosotros, en nuestras diferentes funciones y servicios, que no cedamos nunca a la mediocridad”. Y citó a san Agustín: “Vivamos bien y los tiempos serán buenos. Nosotros somos los tiempos”.

“La comunicación no es solo transmisión de información, sino creación de una cultura, de entornos humanos y digitales que se conviertan en espacios de diálogo y confrontación”, subrayó. Y retomando la invitación de la próxima Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, concluyó: “Desarmemos la comunicación de todo prejuicio, rencor, fanatismo y odio; purifiquémosla de agresiones. Les pido que elijan consciente y valientemente el camino de la comunicación pacífica”.

Finalmente, ha impartido la bendición.

A continuación, el discurso íntegro del Papa:

Discurso del Santo Padre

¡Buenos días! Good morning, ¡y gracias por esta maravillosa acogida! Dicen que cuando se aplaude al principio no significa mucho… Si siguen despiertos al final, y todavía quieren aplaudir… ¡Muchas gracias!

¡Hermanos y hermanas!
Doy la bienvenida a ustedes, representantes de los medios de comunicación de todo el mundo. Les agradezco el trabajo que han realizado y están realizando en este tiempo, que para la Iglesia es, esencialmente, un tiempo de Gracia.

En el “Discurso de la Montaña”, Jesús proclamó: «Bienaventurados los que trabajan por la paz» (Mt 5,9). Es una bienaventuranza que nos interpela a todos y que los implica directamente a ustedes, llamando a cada uno a comprometerse con una comunicación diferente: una que no busque el consenso a toda costa, que no se revista de palabras agresivas, que no adopte el modelo de la competencia, que nunca separe la búsqueda de la verdad del amor con el que debemos buscarla humildemente. La paz comienza por cada uno de nosotros: por la manera en que miramos a los demás, los escuchamos, hablamos de ellos. Y, en ese sentido, el modo en que comunicamos es de importancia fundamental: debemos decir “no” a la guerra de palabras e imágenes, debemos rechazar el paradigma de la guerra.

Permítanme entonces reafirmar hoy la solidaridad de la Iglesia con los periodistas encarcelados por haber intentado contar la verdad, y con estas palabras pedir también su liberación. La Iglesia reconoce en estos testigos —pienso en quienes narran la guerra incluso a costa de sus vidas— el valor de quienes defienden la dignidad, la justicia y el derecho de los pueblos a estar informados, porque sólo los pueblos informados pueden tomar decisiones libres. El sufrimiento de estos periodistas encarcelados interpela la conciencia de las Naciones y de la comunidad internacional, recordándonos a todos la necesidad de custodiar el bien precioso de la libertad de expresión y de prensa.

Gracias, queridos amigos, por su servicio a la verdad. Han estado en Roma estas semanas para contar la vida de la Iglesia, su diversidad y, al mismo tiempo, su unidad. Han acompañado los ritos de la Semana Santa; han narrado luego el dolor por la muerte del Papa Francisco, ocurrida, sin embargo, a la luz de la Pascua. Esa misma fe pascual nos ha introducido en el espíritu del Cónclave, que los ha visto especialmente implicados en jornadas agotadoras; y también en esta ocasión han sabido narrar la belleza del amor de Cristo que nos une a todos y nos hace ser un solo pueblo, guiado por el Buen Pastor.

Vivimos tiempos difíciles de recorrer y de narrar, que representan un desafío para todos nosotros y del que no debemos huir. Al contrario, estos tiempos exigen de cada uno —en nuestras diversas funciones y servicios— no ceder nunca a la mediocridad. La Iglesia debe aceptar el desafío de su tiempo y, del mismo modo, no pueden existir una comunicación ni un periodismo fuera del tiempo y de la historia. Como nos recuerda san Agustín: «Vivamos bien y los tiempos serán buenos. Nosotros somos los tiempos» (Sermón 311).

Gracias, por tanto, por lo que han hecho para salir de los estereotipos y lugares comunes con los que a menudo se interpreta la vida cristiana y la misma vida de la Iglesia. Gracias, porque han sabido captar lo esencial de lo que somos y transmitirlo al mundo entero con todos los medios disponibles.

Hoy, uno de los desafíos más importantes es el de promover una comunicación capaz de sacarnos de la “torre de Babel” en la que a veces nos encontramos, de la confusión de lenguajes sin amor, a menudo ideológicos o partidistas. Por ello, su servicio —con las palabras que emplean y el estilo que adoptan— es importante. La comunicación no es solo transmisión de información, sino creación de una cultura, de ambientes humanos y digitales que se conviertan en espacios de diálogo y de encuentro. Y, ante la evolución tecnológica, esta misión se vuelve aún más necesaria. Pienso, en particular, en la inteligencia artificial con su inmenso potencial, que exige sin embargo responsabilidad y discernimiento para orientar las herramientas hacia el bien de todos, de modo que puedan generar beneficios para la humanidad. Esta responsabilidad incumbe a todos, en proporción a la edad y al rol social que cada uno ocupa.

Queridos amigos, con el tiempo aprenderemos a conocernos mejor. Hemos vivido —podemos decir juntos— días realmente especiales. Ustedes los han compartido por todos los medios de comunicación: televisión, radio, internet, redes sociales. Me gustaría que cada uno de nosotros pudiera decir que estos días nos han revelado algo del misterio de nuestra humanidad, y que nos han dejado un deseo de amor y de paz.

Por eso, hoy repito ante ustedes la invitación que el Papa Francisco hizo en su último mensaje para la próxima Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: desarmemos la comunicación de todo prejuicio, rencor, fanatismo y odio; purifiquémosla de la agresividad. No hace falta una comunicación estruendosa, musculosa, sino una comunicación capaz de escuchar, de recoger la voz de los débiles que no tienen voz. Desarmemos las palabras y contribuiremos a desarmar la Tierra. Una comunicación desarmada y desarmante nos permite compartir una mirada diferente sobre el mundo y actuar en coherencia con nuestra dignidad humana.

Ustedes están en primera línea narrando los conflictos y las esperanzas de paz, las situaciones de injusticia y de pobreza, y el trabajo silencioso de tantos por un mundo mejor. Por eso les pido que elijan con conciencia y valentía el camino de una comunicación de paz.

Gracias a todos ustedes. ¡Que Dios los bendiga!

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