A dos días del cónclave, Parolin queda al descubierto: su firma en el caso Becciu revela que permitió el escarnio de su subordinado mientras él aprobaba la operación
Faltan apenas dos días para que los cardenales entren en la Capilla Sixtina y eligen al sucesor de Francisco, y el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, sigue sonando en muchos corrillos como el “mal menor”: el candidato moderado, capaz de mantener un frágil equilibrio entre facciones, sin entusiasmar pero sin asustar. Sin embargo, una revelación explosiva publicada por Il Tempo acaba de dinamitar esa imagen: ha aparecido un documento clave del caso Sloan Avenue, con la firma inequívoca de Parolin.
La firma que lo cambia todo.
Porque si algo ha caracterizado el escándalo del palacio londinense —que provocó la destitución y posterior juicio del cardenal Angelo Becciu— ha sido la estrategia de cargar todo el peso de la culpa sobre Becciu y su entorno, mientras la Secretaría de Estado alegaba ignorancia o engaño. Ahora sabemos que no era así. El documento filtrado, un memorándum fechado el 25 de noviembre de 2018, prueba que Parolin no solo estaba informado, sino que aprobó expresamente la operación inmobiliaria que acabó costando decenas de millones a las arcas vaticanas y una humillación internacional a la Santa Sede.
Peor aún: mientras Becciu era defenestrado, procesado y expuesto al escarnio público, su superior directo mantenía un silencio cómplice, presentándose como ajeno a las decisiones que él mismo había rubricado. La narrativa oficial construyó a Becciu como chivo expiatorio, y Parolin, cómodamente instalado en el poder, permitió que la cabeza rodara… mientras su firma estaba estampada en el documento que autorizó la operación.
A dos días del cónclave, esta revelación plantea una pregunta incómoda: ¿puede un hombre que permitió sacrificar a su propio colaborador para salvar su imagen erigirse ahora en garante de la unidad y la transparencia en la Iglesia? ¿Es este el “mal menor” o simplemente otro capítulo del clericalismo más despiadado?
Mientras sus defensores siguen viéndolo como la carta segura, el documento de Il Tempo muestra que Parolin ha sido, al menos, corresponsable de las decisiones que arrastraron a la Santa Sede a uno de los peores escándalos financieros de las últimas décadas. Su aval no fue circunstancial: según el memorándum, Parolin apoyó las cláusulas del contrato y las recomendaciones de los intermediarios externos, incluidos los nombres que después fueron procesados por fraude.
Becciu ya ha pagado su precio. Su caída ha servido de espectáculo ejemplarizante. Pero la verdad estaba escondida en un papel: la firma del jefe, esa firma que ahora aparece cuando las urnas están a punto de cerrarse y las fumatas a punto de subir.
Quienes veían en Parolin al hombre de Estado prudente, al cardenal diplomático capaz de garantizar la continuidad, tendrán ahora que mirarlo a la luz de este documento: no como el moderado, sino como el calculador que no dudó en consentir el sacrificio público de su subordinado para proteger su silla.
La pregunta ya no es si Parolin será Papa. La pregunta es: ¿qué Iglesia elegiría como Pastor Supremo a un hombre que permitió el escarnio de su mano derecha mientras él firmaba las órdenes?
El humo blanco está cerca. Pero sobre la Capilla Sixtina, esta firma amenaza con teñirlo de gris ceniza.