En plena cuenta atrás hacia el cónclave, el cardenal salesiano español-paraguayo se postula con una entrevista tan simpática como preocupante.
El cardenal Cristóbal López Romero, arzobispo de Rabat, se ha dejado entrevistar en Roma como quien se deja llevar por la corriente: entre bromas químicas, capuchinos y apelaciones a la «Iglesia que camina», ha pintado su retrato como papable. ¿Qué retrato? El de un clérigo que, aunque se confiesa “de Cristo”, es indistinguible de la escuela de Francisco.
La entrevista, publicada en El Confidencial el 30 de abril, es una mina. A falta de doctrina, sobran ocurrencias. A la pregunta sobre si bendecir a parejas homosexuales es aceptable, responde con la lógica del veterinario: «Si se puede bendecir un perro, un coche o una casa, ¿por qué no una persona?» No es broma. O sí, porque en el universo retórico del cardenal López, todo empieza o termina con un chascarrillo.
Pero hay algo más grave que su humor involuntariamente grotesco. El cardenal dice, sin rubor, que en Paraguay “la Iglesia es enorme, pero el Reino de Dios es muy pequeño”, mientras que en Marruecos, con un cristianismo residual, ese Reino sería algo mayor. ¿Qué entenderá por Reino de Dios? ¿Una ONG donde no hay corrupción administrativa? ¿Un lugar donde el islam es hegemónico, pero reina la “fraternidad” de Abu Dabi?
Como si lo anterior no bastara, López insiste en que la Iglesia no está para crecer ni implantarse. Para él, evangelizar ya no es convertir, sino “caminar con otros” aunque no crean en Cristo. Y remata su visión diciendo que el Espíritu Santo hace “horas extra” fuera de la Iglesia. Esta frase, que parece sacada de un anuncio de cerveza, refleja la teología gaseosa que contamina no pocos sectores del colegio cardenalicio.
En cuestiones políticas, también se retrata: su modelo de Iglesia es el del “consenso”, no el de la verdad. Comparte que en el sínodo un obispo se escandalizaba al escuchar la palabra “consenso”, y él le corrigió: “no es mitad más uno, es que todos hablemos y tratemos de ponernos de acuerdo”. Es decir, la verdad revelada queda sujeta a asambleas interminables y al relativismo pastoral.
Pero el momento culminante llega cuando se le pregunta por la posibilidad de un retroceso respecto a las “reformas” de Francisco. Con una metáfora de manual de autoayuda, responde: «La Iglesia no retrocede. Y si lo hace, es como el que da un paso atrás para saltar más alto.» Tal vez debería haber recordado que, a veces, también se retrocede porque se va hacia el abismo.
Es comprensible que su nombre figure en las listas de papables. Su perfil es perfecto para los tiempos de confusión que corren: amable, simpático, inofensivo, y sobre todo, sin ancla dogmática. Él mismo se describe como “incalificable”, y no le falta razón: no es que no encaje en ninguna categoría, es que se resiste a toda claridad.
En resumen, Cristóbal López Romero representa la continuidad exacta de Francisco: un pontificado de gestos, de frases redondas pero vacías, de inclusión sin conversión, de apertura sin contenido. Si este es el perfil que se impone en el cónclave del 7 de mayo, la Iglesia no dará un salto con pértiga. Caerá de bruces.
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Ojalá hubiera sido un pontificado de gestos y no de chiste. Porque según todos los testimonios que describen los momentos previos a la elección de este señor para el cardenalato, fueron un par de oportunos chistes amenizando una sobremesa de Bergoglio los que inclinaron al Papa-Rey a asignarle la birreta. Si para Enrique IV París bien valía una misa, ahora para el cardenalato ni eso. Esperemos que al menos fueran buenos de verdad, porque conociendo el humor de Bergoglio…
Creo que debemos prepararnos para lo peor. Con sólo 18 cardenales tradicionales y con el resto amorfo y periférico que venga Dios y vea. Prevost, Parolin y Tagle junto a este espécimen son para hacer morir de tristeza a un payaso y vaya que lo son
El muy impresentable del salesiano este sigue en su campaña de autopromoción. Hoy entrevista en Lo País aún más ridícula y lamentable que la de El Confidencial. Parece una folclórica vieja paseándose por los platós de televisión contando sus intimidades. Le recomiendo que se eche un novio cubano, como hizo una folclórica ya difunta. Lo mismo así consigue que lo nombren Papa.
Con cuatro chistes llegó a ser cardenal.
Con ocho chistes le gustaría llegar a ser papa.
Defensor de pedrestasy de obispos corruptos, se salvó porque en Marruecos se tapan todas estas cosas. en Europa estaría en la picota.