Un Papa cercano a la Iglesia martirizada

masacre Nigeria
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La violencia contra la Iglesia Católica en Nigeria no cesa. La madrugada del 24 de abril de 2025, el padre Ibrahim Amos, párroco de la iglesia de San Gerald en Kurmin Risga (estado de Kaduna), fue secuestrado en su propia residencia.

El suceso, confirmado por la diócesis de Kafanchan, se suma a una larga lista de ataques recientes contra sacerdotes y fieles en la región, donde profesar la fe católica se ha convertido en un acto de riesgo. Mientras las comunidades locales oran por la liberación del padre Amos, la Iglesia universal enfrenta una pregunta de fondo: ¿será capaz de responder a este martirio cotidiano con algo más que comunicados formales?

Mientras buena parte del discurso eclesial contemporáneo se preocupa de causas que acaparan titulares en Europa y América —desde los problemas climáticos hasta los debates de identidad de género—, en África, miles de cristianos son asesinados cada año por el simple hecho de profesar su fe.

Nigeria, en particular, se ha convertido en el epicentro de una tragedia que apenas logra abrirse paso en los grandes medios. Según el último informe de Puertas Abiertas, en 2024 fueron asesinados allí más de 3.100 cristianos, el 69% del total mundial. Los secuestros, los ataques a iglesias, los desplazamientos forzados y los asesinatos de sacerdotes son parte de la dramática cotidianidad de una Iglesia que sigue resistiendo bajo la amenaza constante de la violencia islamista y la indiferencia de gran parte de Occidente.

La violencia no se detiene. El último episodio ha tenido lugar hace apenas unos días. El padre Ibrahim Amos, párroco de la iglesia de San Gerald en Kurmin Risga, en el estado de Kaduna, fue secuestrado en la madrugada del 24 de abril de 2025. El canciller de la diócesis de Kafanchan, padre Jacob Shanet, confirmó el suceso en un comunicado oficial en el que expresó: «Con profundo dolor, anunciamos que el reverendo padre Ibrahim Amos (…) ha sido secuestrado. El triste suceso ocurrió en su residencia hacia las doce y cuarto de la noche».

La diócesis pidió a los fieles mantenerse firmes en la fe y evitar caer en la tentación de tomarse la justicia por su mano, mientras se elevan oraciones por la pronta liberación del sacerdote. El secuestro del padre Amos se suma al asesinato reciente del padre Sylvester Okechukwu, también en el estado de Kaduna, cuyo trágico final conmocionó a la comunidad cristiana apenas unas semanas antes.

En este contexto de sangre y silencio, el próximo cónclave se perfila como una encrucijada crucial: ¿será capaz la Iglesia de elegir un Papa que comprenda de verdad lo que significa vivir bajo la amenaza del martirio y el lugar que debe ocupar en la agenda de la Iglesia?

No todos los candidatos que suenan para suceder a San Pedro parecen tener esta sensibilidad. Muchos provienen de entornos cómodos, donde la pobreza y la persecución se estudian en congresos, pero no se sufren en la piel. Frente a esta tendencia, surge con fuerza el ejemplo de figuras como el cardenal Robert Sarah.

Nacido en un pequeño poblado de Guinea, Sarah creció en la más extrema pobreza material, bajo el régimen represivo de Sékou Touré, que llegó a poner su nombre el primero en la lista negra de los futuros asesinados. No aprendió sobre la pobreza en los libros, ni descubrió el dolor en las estadísticas. Lo vivió. Su episcopado no se forjó en un lugar privilegiado, sino en una Guinea en la que aceptar el arzobispado de Conakri era casi una una sentencia de muerte.

África necesita un Papa que conozca no solo la teoría de la periferia, sino la brutalidad de sus heridas abiertas. Y la Iglesia, si quiere mantenerse fiel a su esencia, necesita un pastor que escuche el grito silenciado de tantos mártires olvidados. No basta con expresar solidaridad en comunicados de prensa: se requiere una fe que no tema llamar a las cosas por su nombre, ni a vivir la Cruz cuando el mundo exige acomodarse.

Los cristianos asesinados en Nigeria no piden ser trending topic ni convertirse en eslóganes de moda. Piden una Iglesia que no los olvide. Piden pastores que no miren hacia otro lado. Piden, en definitiva, una fidelidad que sepa que la sangre de los mártires sigue siendo semilla de cristianos.

Porque ante tanta violencia y abandono, la elección de un Papa que sepa abrazar a la Iglesia martirizada no es solo una opción: es una necesidad.

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Comentarios
2 comentarios en “Un Papa cercano a la Iglesia martirizada
  1. No sé si Sarah es del opus, o no, lo q no es de recibo es que haya cristianos mártires y que el difunto Francisco no haya hablado de esas periferias, quizá hablo pero si los medios anticristianos no le dieron bola, tenía q haber insistido. Yo no voy a pedir q Francisco sea santo, ni súbito ni no súbito.
    Sarah sería un papa cojonudo.

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