Los cuatro deseos del cardenal Ruini para el futuro de la Iglesia

Cardenal Ruini Cardenal Ruini
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Otro cardenal nonagenario ha expresado sus inquietudes de cara al próximo Cónclave que elegirá el nuevo Papa.

El cardenal italiano Camillo Ruini de 94 años y quien fuera uno de los más estrechos colaboradores den san Juan Pablo II ha compartido a través del blog del vaticanista Sandro Magister una una oración para el futuro de la Iglesia. En este escrito, que compartimos íntegro a continuación, el cardenal Ruini expone cuatro «deseos» clave para el futuro de la Iglesia:

Oración por la Iglesia del próximo futuro
Por Camillo Ruini

La herencia del Papa Francisco es una cuestión que interroga en profundidad y conmociona a la Iglesia. En estas líneas la abordaré con una mirada confiada, porque se funda en el poder misericordioso de Dios, que guía nuestros pasos por el camino del bien.

Formularé cuatro deseos —que son también invocaciones— para la Iglesia de un futuro que espero muy próximo. Confío en una Iglesia buena y caritativa, doctrinalmente segura, gobernada conforme al derecho y profundamente unida en su interior. Estas son mis intenciones de oración, que desearía fueran ampliamente compartidas.

1. En primer lugar, por tanto, una Iglesia buena y caritativa. El amor que se hace activo en la vida es, de hecho, la ley suprema del testimonio cristiano y, por tanto, de la Iglesia. Y es lo que la gente, también hoy, más ansía. En nuestro estilo de gobierno hay que eliminar toda dureza innecesaria, toda mezquindad y aridez de corazón.

2. Como escribió Benedicto XVI, hoy la fe es una llama que amenaza con extinguirse. Avivar esta llama es, por tanto, otra gran prioridad de la Iglesia. Para ello se necesita mucha oración, la capacidad de responder desde una clave cristiana a los desafíos intelectuales de hoy, pero también la certeza de la verdad y la seguridad de la doctrina. Durante demasiados años hemos experimentado que, si estas se debilitan, todos nosotros, pastores y fieles, salimos duramente perjudicados.

3. Luego está la cuestión del gobierno. El pontificado de Benedicto XVI se vio dificultado por su escasa aptitud para gobernar, y esta es una preocupación válida para todo tiempo, incluido el próximo futuro. Además, no se puede olvidar que se trata de gobernar esa realidad tan especial que es la Iglesia. Aquí, como he dicho, la ley fundamental es el amor: el estilo de gobierno y el recurso al derecho deben ser lo más conformes posible a esta ley, algo muy exigente para cualquiera.

4. En estos años hemos percibido algunas amenazas —que no quisiera exagerar— a la unidad y comunión de la Iglesia. Para superarlas y hacer brillar plenamente lo que me gusta llamar la “forma católica” de la Iglesia, es decisiva, una vez más, la caridad recíproca, pero también es importante despertar la conciencia de que la Iglesia, como todo cuerpo social, tiene sus reglas, que nadie puede ignorar impunemente.

A los 94 años, el silencio es más apropiado que las palabras. Sin embargo, espero que estas líneas mías sean un pequeño fruto del bien que deseo a la Iglesia.

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