Cuñadismo pontificio: última moda del prime time

Cuñadismo pontificio: última moda del prime time

Ha muerto un Papa. Y, de pronto, el mundo ha redescubierto que existe algo llamado “Iglesia Católica”. Lo han descubierto las tertulias de sobremesa, los políticos en campaña, los opinadores profesionales y, cómo no, toda la fauna mediática que se autodenomina “analista religioso” después de haberse leído medio tuit de un teólogo progre de moda.

No, no es interés religioso. No es respeto por el Sucesor de Pedro. Lo que hay es hambre de clics, morbo revestido de espiritualidad vintage y esa irresistible fascinación del mundo moderno por jugar con las ruinas de lo que desprecia.

Incluso algunas plataformas audiovisuales, esas que hasta hace nada producían series donde la Iglesia era la gran villana de Occidente, han empezado a lanzar contenido “religioso”. No por conversión, sino porque han descubierto que el santoral también genera audiencia. Eso sí, mientras no les obligue a hablar de pecado, redención, sacrificio o castidad.

Y claro, ha muerto el Papa, y todo el mundo opina. En las televisiones, en los periódicos, en las redes. De derecha y de izquierda. Católicos de misa dominical y ateos de manual. Todos con opinión formada, aunque no tengan ni idea de lo que hablan. Es lo que yo llamo el cuñadismo pontificio, nueva modalidad del deporte nacional.

Muchas de las opiniones vertidas estos días por los gurús de la opinión —columnistas, tertulianos y líderes de opinión de usar y tirar— causan verdadera hilaridad, no por lo brillantes, sino por lo burdamente ignorantes. Se lanzan a hablar de concilios, reformas, dogmas y pastoral con una seguridad inversamente proporcional a su formación. Gente que no sabría decirte qué significa “consustancial”, explicándote con solemnidad los “cambios profundos” del pontificado. Periodistas que no pisan una iglesia desde su primera comunión, llorando la muerte del Papa como si acabaran de perder a su director espiritual. Espectáculo dantesco de ignorancia disfrazada de análisis.

Decía un sabio —tal vez Groucho Marx, tal vez Lincoln, o tal vez ningún sabio en particular—: “Más vale callar y parecer tonto que hablar y despejar toda duda.” En estos días, muchos se están empeñando en despejarla del todo.

Pero lo más inquietante, lo que hace saltar todas las alarmas, es la lluvia de elogios que llega desde los sectores más anticlericales y secularistas. Desde los que llevan años intentando vaciar iglesias, cerrar conventos y perseguir a colegios católicos. De pronto, Francisco les parecía cercano, amable, “el Papa de todos”. Ya.

Hay una regla sencilla que nunca falla: cuando los enemigos declarados de la Iglesia aplauden a un Papa, es que algo no encaja. ¿Cómo es posible que los mismos que abogan por el aborto libre, la eutanasia, la ideología de género y la disolución de la familia cristiana, lamenten tan hondamente la muerte de un Papa? A mayor ateísmo y progresía, mayor elogio. Lo cual, lejos de ser un cumplido, debería sonar como campanadas de advertencia para el alma católica.

Los católicos de a pie —los que rezan, comulgan, confiesan, educan en la fe y tratan de vivir en gracia— asisten perplejos al espectáculo. Porque saben que la Iglesia no es trending topic, ni carne de guion, ni excusa para editorialismos almibarados. La Iglesia es Cuerpo de Cristo, peregrina, perseguida y pecadora, sí, pero también portadora de la Verdad eterna.

Y saben que lo que toca ahora no es aplaudir discursos vacíos ni tragarse la versión secularizada del pontificado. Lo que toca es rezar. Rezar por el alma del Papa fallecido, para que el Señor tenga misericordia de él y lo acoja en su gloria. Rezar para que los cardenales reunidos en cónclave acojan con docilidad las inspiraciones del Espíritu Santo. Y rezar por el nuevo Papa que tendremos en breve, para que sea fiel a Cristo, no al mundo; firme en la fe, no en la ideología; pastor de almas, no gestor de consensos. Lo que toca es tener fe. Pero de esa fe que no necesita plató ni plataforma, sino rodillas, Biblia y Rosario.

Por Alfredo Fernández

Ayuda a Infovaticana a seguir informando