De Cruzada a Guerra Civil

Por Rodrigo Menéndez Piñar Cruces más grandes del mundo Cruz del Valle de los Caídos
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He querido esperar un tiempo ─con el sosiego de unos días de reflexión y de conocimiento de las diversas noticias y artículos─ hasta escribir sobre el pacto del Gobierno con las autoridades eclesiásticas sobre El Valle de los Caídos, su “resignificación” y la “salvaguarda” del culto y de la simbología religiosa del gran monumento.

Cualquier persona con sentido común repararía en el espíritu de revanchismo, odio y venganza que mueve a sus promotores, siendo un paso más a la exhumación forzosa de los restos mortales de Francisco Franco y otras análogas. Y, también, cualquier persona con sentido común se daría cuenta de la poca y frágil ─¿quizá ninguna?─ oposición a estos atropellos por parte de la jerarquía eclesiástica. Se intentará dilucidar si esto último se debe a ciertas concesiones para evitar consecuencias indeseables ─la ausencia de explicaciones no ayuda a clarificarlo─; si a un simple y llano sometimiento a la presión gubernamental; o si, incluso, a una cierta anuencia ideológica para que la Igleisa sea aceptable para la democracia. Habría que considerar la hoja de ruta, dizque marcada por Roma, siendo quizá la actuación de la jerarquía española un simple reflejo de lo dictado por instancias superiores. Además, se debería preguntar a la orden benedictina en qué medida se resistió, pues tiene una responsabilidad directa sobre “lo suyo” ─mucho más suyo que del arzobispo de la capital, por ejemplo─. En todo este proceso habrá informaciones sesgadas ─como la “salida impuesta” de Santiago Cantera de la comunidad benedictina─ o lecturas parciales, destacando la “unanimidad” dentro de la Conferencia Episcopal. Todo lo anterior lo dejo a mejores conocedores en la materia que quien suscribe, sin quitar nada a las muchas y muy acertadas plumas que van saliendo a la palestra.

A mi modo de ver, mucho antes de las leyes de “memoria histórica o democrática” se ha dado una reelaboración falsaria de los acontecimientos de la contienda bélica de 1936-1939. De aquí viene todo, no nos engañemos. Y mucho antes de las “resignificaciones” que se van produciendo con la colaboración del estamento eclesial ─sea de omisión, tácita o, incluso, positiva─ ha habido un giro copernicano en la consideración del papel que desempeñó en la guerra la fe católica y el apoyo moral de la jerarquía, tanto romana como española.

La guerra comienza tras un tiempo de terribles vejaciones y tropelías en el último período de la República contra el alma de España, cuyo principio configurador no es otro que la fe católica. Se produce, providencialmente, un levantamiento cívico-militar para restaurar el orden y la justicia y para defender los fundamentos de la civilización cristiana. No se trata de una guerra de odio fratricida o de querellas entre hermanos, sino de la difícil y peligrosa tarea de defender y restaurar los derechos y el honor de Dios y de la Religión (Pío XI, 14 de septiembre de 1936) frente al comunismo, que en España

no ha derribado alguna que otra iglesia, algún que otro convento; sino que, siempre que le fue posible, destruyó todas las iglesias, todos los conventos y hasta toda huella de religión cristiana, aunque se tratase de los más insignes monumentos del arte y de la ciencia. El furor comunista no se ha limitado a matar Obispos y millares de sacerdotes, de religiosos y religiosas, escogiendo precisamente a los que con mayor celo se ocupaban de los obreros y de los pobres: sino que ha hecho un número mucho mayor de víctimas entre los seglares de toda clase, que aún ahora son asesinados cada día, en masa, por el mero hecho de ser buenos cristianos o, al menos, contrarios al ateísmo comunista (Pío XI, 19 de marzo de 1937).

Cuando terminó la guerra, las primeras palabras de la Santa Sede ─en este caso ya Pío XII─ fueron las siguientes:

Con inmenso gozo Nos dirigimos a vosotros, hijos queridísimos de la Católica España, para expresaros Nuestra paterna congratulación por el don de la paz y de la victoria (la negrita es mía), con que Dios se ha dignado coronar el heroísmo cristiano de vuestra fe y caridad, probado en tantos y tan generosos sufrimientos […]. La Nación elegida por Dios como principal instrumento de evangelización del Nuevo Mundo y como baluarte inexpugnable de la fe católica, acaba de dar a los prosélitos del ateísmo materialista de nuestro siglo la prueba más excelsa de que por encima de todo están los valores eternos de la religión y del espíritu […]. Persuadido de esta verdad el sano pueblo español, con las dos notas características de su nobilísimo espíritu, que son la generosidad y la franqueza, se alzó decidido en defensa de los ideales de la fe y la civilización cristianas, profundamente arraigados en el suelo fecundo de España; y ayudado por Dios, «que no abandona a los que esperan en Él», supo resistir al empuje de los que, engañados con lo que creían un ideal humanitario de exaltación del humilde, en realidad no luchaban sino en provecho del ateísmo (Pío XII, 16 de abril de 1939).

Esta posición de la Santa Sede no era sino un coronamiento de la posición moralmente unánime del episcopado español, que quedó consignada de manera precisa en la famosa Carta colectiva del 1 de julio de 1937, encabezada por el primado de España, el cardenal Gomá. No es necesario reproducir los largos pasajes de esa carta que todos pueden leer con tranquilidad. Sirvan de ejemplo de la toma de postura de la jerarquía unas palabras de Gomá en otra ocasión. Cuando se liberó Toledo el 27 de septiembre de 1936, el arzobispo de la sede toledana, envió un mensaje radiofónico con una clara consigna de gozo y alegría: ¡Toledo es nuestro! Es un mensaje lleno de regocijo, pero a la vez profundo y grave, pues daba cuenta de que

a Toledo se le iba a arrancar su alma cristiana, porque iba a ser de los sin Dios o contra Dios; y sin Dios, sin Jesucristo nuestro Dios, le falta a Toledo el espíritu que la vivifique y la clave que interprete sus maravillas. Toledanos, albricias: Toledo vuelve a ser nuestro. Al difundirse ayer la gran nueva se llenó España de júbilo; porque en Toledo radica el espíritu genuinamente español. Ella es el centro espiritual de nuestra patria. Es la ciudad de los Concilios, de la unidad católica, del cristianísimo imperio español, que tuvo su trono en el Alcázar. Ahí, en Toledo, se apoyó y se movió durante siglos el resorte de todas nuestras grandezas.

Alguno podría pensar que estas declaraciones son una cesión a la epopeya ideológica que pretende justificar las propias acciones. El mismo Gomá, con el conocimiento que da el tiempo y las circunstancias, escribió un artículo casi dos años después en el que señala en qué se concretaba esta lucha de cosmovisiones irreconciliables:

Mientras en el Alcázar se escribía una epopeya incomparable, la ciudad era presa de tragedia horrenda. El robo y el pillaje, organizados por bandas de ladrones, «científicos» y vulgares; matanzas en masa de ciudadanos pacíficos, el cogollo de la Ciudad Imperial. ─«Pero ¡si va lo mejor de la ciudad!»─ decía una sencilla mujer, a la vista de un grupo numerosísimo de ciudadanos que iban a ser fusilados; la tortura de unas semanas interminables, vivida entre todos los horrores; la conmoción tremenda, por tres veces, del peñón en que la ciudad se asienta, causada por la explosión de las minas del Alcázar; la orgía callejera, infernal, que parecía el canto del triunfo definitivo de la barbarie sobre la civilización cristiana de siglos, encarnada en nuestra ciudad… (18 de agosto de 1938).

La consideración moral de la guerra es clara: una Cruzada en defensa del orden natural y cristiano frente a las fechorías y desmanes de sus enemigos. Claro que las autoridades de entonces no obviaban que una guerra siempre trae gravísimos males y hay que evitarla, mientras sea posible. Por eso, se esforzaron por la conquista de una paz estable en la que hubiese una reconciliación entre los españoles. Signo preclaro de esa reconcilación es la gran cruz de El Valle de los Caídos y el extraordinario complejo monumental que alberga a los de un bando y de otro. Pero es una paz, fruto de la victoria; es una España reconciliada, fruto de haber regado sus campos con la sangre de sus mejores hijos; y es una Cruz imponente, fruto de no haber arriado la bandera de Cristo, esencia de nuestra Patria. Esto es lo que no se puede olvidar.

No es que la Iglesia “tomase postura” o “eligiese un bando”. Ni siquiera es que se viera obligada por la persecución a ponerse bajo el amparo del bando sublevado. Es que la misma vida de la Iglesia ─si de verdad nos creemos eso de que “la Iglesia somos todos los cristianos”─ desencadenó un alzamiento en defensa de Dios y de España, tomando cada uno el papel que le pudiera corresponder: los sacerdotes y religiosos rezando, atendiendo espiritualmente al pueblo y sufriendo el martirio con caridad heroica; los militares cumpliendo con su deber de defender a España; los seglares de todo tipo y condición: unos tomando las armas, otros ayudando en todo lo posible fuera del frente; los obispos ─sufriendo doce de ellos el martirio─, fortaleciendo moralmente a sus ovejas, a la vez que procurando todas las posibles gestiones materiales y diplomáticas para atenuar los efectos devastadores de una guerra…; pero todos ellos católicos, todos ellos Iglesia. Esto es lo que no se puede olvidar.

Podrían multiplicarse tanto los testimonios históricos que no se acabaría este artículo. Solo queda hacer un llamamiento y poner verdad en las conciencias para que no olviden lo que no se puede olvidar. No es cuestión ni de equilibrios ni de polarizaciones o sandeces memocráticas. Es una cuestión de verdad histórica, con los matices que pueda adquirir esa presentación de la verdad con el paso del tiempo. El día en que una gran parte del estamento eclesial y del pueblo español olvidaron esto, ese día se pusieron los cimientos de los pactos y las resignificaciones.

Y ese día fue hace décadas. A qué quejarse tanto del presidente del gobierno o del arzobispo de la capital, a no ser que en esta queja se incluyan los trabajos sistemáticos de “resignificación” tras la muerte de Franco ─incluso antes─. A qué tanta queja, si la mayoría ha estado muy a gusto con el Estado desde la Transición, rompiendo así con los siglos de historia hispánica. Fue esa historia y ese alma de España lo que se defendió el 18 de julio; y sus vestigios ─vestigios, sí, pues así los quiso la mayoría democrática─ son hoy los atacados en El Valle de los Caídos. Por eso es tan simbólico y tan trascendente.

No es la ofensiva a una persona que gobernó 40 años España, sino a lo que representa; no es un mero símbolo religioso, por muy grande que sea, lo que molesta, sino lo que ese símbolo y esa obra representan: la esencia de España. Y, antes de los enemigos de hoy, los “amigos” de ayer olvidaron y renegaron de España, porque lo hicieron de la Cruzada. Señalemos las causas, no sólo las consecuencias.

Es triste ver cómo los enemigos tienen más razón que muchos de “los nuestros”, pues nos atacan porque nos consideran defensores de un orden político cristiano que ha vivificado la historia de España; mientras que “los nuestros” reniegan de aquello que se les achaca, pasando por abogados del consenso democrático. ¿No sería más noble reconocerse hijos y descendientes de los grandes del pasado? Si sólo insistimos en que la Cruz es signo de reconciliación, como una especie de mantra del olvido, ignorando quiénes lucharon por esa Cruz, nos colocamos en una posición inexistente. Hay que elegir entre la barbarie y la civilización. Nuestros antepasados tuvieron que elegir, incluso cuando esa elección tenía graves y dolorosas consecuencias.

¡Despierta pueblo español! Has caído en la trampa de que hubo una guerra civil que hay que olvidar. Esa ha sido la desgracia: la hemos olvidado. Ellos no. La historia no se olvida, sino que se aprende de ella. Una lección de la que puede ser un símbolo representativo Francisco Franco. Más allá de los juicios propios que de todo su gobierno se puedan hacer, no se le puede negar ser representante de la “Victoria del 18 de julio” y de una voluntad clara y firme de auténtica paz y reconciliación, alcanzada mediante la lucha armada y consignada para la historia en El Valle de los Caídos. A causa de todo lo que hizó y lo que representaba recibió el máximo reconocimiento y distinción por parte de la Santa Sede.

Fue una Cruzada. Lo fue, aunque dentro de una misma patria y, por eso, fue también guerra civil. Entre hermanos, sí. Desearíamos que nada semejante se produzca de nuevo, pero más debemos desear la defensa de aquello por lo que lucharon nuestros mayores y que quedó simbolizado en las pétreas estructuras de El Valle de los Caídos.

En la adaptación cinematográfica a la leyenda artúrica de Jerry Zucker (El primer caballero, 1995), el Rey Arturo (Sean Connery) sostiene una conversación con el antagonista de la película, Meleagante (Ben Cross). Éste acude a negociar, pretendiendo el influjo sobre el reino de Lyonesse, pero choca con la postura firme de Arturo:

– Otros pueblos viven con otras leyes, Arturo. ¿O es acaso la ley de Camelot la que rige el mundo entero?

– Hay leyes que esclavizan a los hombres, y leyes que los liberan. O nos preocupamos de que la justicia, bondad y lealtad sean justicia, bondad, y lealtad para todos los pueblos de Dios Nuestro Señor, o seremos otra más de esas tribus saqueadoras.

– Vuestras hermosas palabras os apartan de la paz y os conducen a la guerra

– Hay una paz que sólo está al otro lado de la guerra. Si ha de llegar esa guerra, yo lucharé.

Les invito a hacer este ejercicio de memoria histórica y no dejar que los que atacan El Valle de los Caídos tengan más razón que nosotros.

Rodrigo Menéndez Piñar

Biznieto de defensores del Alcázar de Toledo

Nieto de requeté y marinero voluntario de la Cruzada

Sobrino de mártires in odium fidei

12 de abril de 2025

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Comentarios
26 comentarios en “De Cruzada a Guerra Civil
  1. Es evidente y lo saben los prelados. A qué viene repetir tres veces la falsa unanimidad de los obispos que hizo el Magan? Son los primeros que conocen su felonía.
    La cuestión es que el sistema del 78 se montó contra la Cruzada del 36 y para volver a dar paso a los rojos bajo una supuesta reconciliación de los españoles en la Transición. Fue todo falso y con el apoyo de los obispos, que quedaron reos de un sistema masónico anticristiano hasta el día de hoy y lo que venga.
    Es el cristiano neocon traidor

  2. LOOR Y GLORIA A LOS HÉROES DEL ALCÁZAR, DEL SANTUARIO DE LA VIRGEN DE LA CABEZA, DEL CUARTEL DE SIMANCAS, y de tantos otros sitios donde el heroísmo del español auténtico, dejó la huella imborrable de la vieja España que no se resigna a morir.
    Enhorabuena por el artículo, veo que la estirpe de los héroes se mantiene, yo por eso sigo siendo carlista, por mis antepasados que me transmitieron el cuatrilema histórico, y los principios inmutables de la Santa Causa Tradicionalista. Somos pocos, los Sin Dios y los de la anti España han realizado una labor eficaz de abominación, para arrancar el alma al machacado pueblo español. Pero mientras quedemos unos cuantos, no perdamos la esperanza y la fe, en que Dios un día nos dará la salvación. Somos los defensores de la Cruz Invicta, empuñemos la espada del espíritu que es la palabra de Dios. Viva Cristo Rey

  3. No recuerdo donde lo he leído:

    «A l Rey emérito D. JC. I se le dió todo tras la muerte de Franco y ahora, se puede decir, que ha perdido todo».

    No creo que haya que olvidar que D. Juan Carlos I traicionó todos los principios tradicionales y morales que heredó tras la muerte de Franco.

    1. Don Juan Carlos regaló a Patrimonio sus derechos en la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Por eso ahora los patronos de la Fundación, a quien pertenece el Valle, son Patrimonio Nacional y los benedictinos (estos ya lo eran desde el principio). De ahí la obsesión de los social-comunistas de quitar de en medio al Padre Cantera, que con su voto en contra, según el Concordato, habría logrado que el Valle no se tocara

  4. Lo que nadie comenta es el papel de la masonería que incluso, logró infiltrar de manera sagaz el gobierno de Franco, actuando tras bastidores, lenta, sigilosa porque Franco la conocía a fondo. Mientras tanto la masonería internacional a través de los gobiernos de Inglaterra y Estados Unidos hicieron lo propio, la CIA tuvo un papel preponderante para lograr la ascensión de los socialistas, la idea era y es hoy no permitir el surgimiento de España, algo que Franco estaba en vías de obtener, ya España sobresalía en todos los aspectos y eso era inaceptable para los planes del nuevo orden mundial que se ejecuta hoy.

    Les guste o no, Franco es ya la figura más relevante del siglo XX, me atrevo a decir la más grande de España después de Isabel la Católica, logró contra todo pronóstico vencer a la masonería internacional cuyos tentáculos tenía que acabar con España, labor que hoy hace el PP, PSOE, otros impresentables que odian a España, el vaticano incluido que está secuestrado, masones…

    1. «Lo que nadie comenta es el papel de la masonería que incluso, logró infiltrar de manera sagaz el gobierno de Franco»

      ¡Sin duda!
      A la cabeza el «hermano Montini», que designó en 1967 como nuncio en España a Dadagio Luigi (núm. 37 de la «lista Pecorelli» de masones vaticanos) enemigo declarado de Franco como el propio Montini (Llegó a haber manifestaciones en España donde se gritaba «Franco sí, Montini no»).
      Dadagio fue nombrado cardenal en mayo de 1985 por JPII (¿No conocía JPII la lista Picorelli y no aparecía Dadagio en el informe del obispo Gagnon sobre la masonería vaticana que le presentaron y no quiso ni abrir?).
      En 1969 Montini nombró al pieza de Tarancón Arzobispo de Toledo y cardenal primado de España, iniciando la degeneración de la CEE desde dentro.
      La m***** que cubrió la jerarquía eclesiástica española traía el «made in» Vaticano.

      1. Libertad Digital, en un artículo elogiando a Tarancón por enfrentarse a Franco, daba el listado de algunos de sus admirados secuaces: «Pont i Gol, Jubany, Añoveros y Masnou».
        En septiembre de 1971, la «Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes, celebrada en Madrid», decía:
        «Reconocemos humildemente y pedimos perdón porque nosotros no supimos ser a su tiempo verdaderos ministros de reconciliación en el seno de nuestro pueblo dividido por una guerra entre hermanos».
        ¡Todo, por supuesto, en nombre del CVII!
        Al final, Franco, un cantamañanas que no le mandó a Montini a estos sinvergüenzas emplumados en alquitrán, como en el Oeste, con un regalito con mensaje (Por ejemplo, un «pectoral del juicio» del sumo sacerdote judío con las doce piedras que representaban a las doce tribus de Israel (Exd. 28), de recambio para cuando a «su santidad» se le estropeara el que lucía a veces colgado del pecho debajo de la Cruz).

        1. Franco en el final de su vida tuvo más altura de miras que usted y no quiso morir enfrentándose a la Iglesia Católica.
          Por lo demás, Franco murió con una bendición especial transmitida por su santidad San Pablo VI y monseñor Tarancón al que le tocó una época especialmente difícil, en todos los testimonios que le escuché o leí, siempre tuvo palabras de afecto y respeto hacia el que denominaba Caudillo, que siempre procuro la conciliación, no tantas respecto a personas de su entorno.

          1. Dilecto sorprendido, Franco no se enfrentó a la iglesia oficial por que era una persona católica practicante, por que era ya viejo, solo y traicionados por todos, y por que no sabia que nos deparaba el futuro. Para un Tradicionalista, si el régimen de Franco hubiera sido carlista, con el concilio de marras habríamos roto relaciones diplomáticas ipso facto, por que antes está el reinado social de Cristo y la UNIDAD CATÓLICA vigente desde la época visigoda que la libertad religiosa, blasfemia inaudita del decreto conciliar. Con aquel concilio se dejó caer a su suerte al régimen, fue la cobarde puñalada trapera de la jerarquía, empezando por Pablo VI en Roma y Tarancón en España, un renegado doble, por en su juventud fue carlista.De aquella estafa conciliar tenemos estos frutos podridos, que son los que están provocando la mayor crisis de la historia de la iglesia católica en su historia.

  5. Por Dios lucharon los carlistas, por una España donde reinara la justicia social, algunos falangistas bien intencionados.
    Franco, Cabanellas, Mola, Queipo de Llano…, en aquel entonces de católicos tenían muy poco, luchaban por convertir España en un inmenso cuartel en beneficio de los mismos grupos oligárquicos que habían dominado la restauración pretendidamente liberal.
    De hecho, Franco era conocido en Africa, como el hombre de las tres emes “sin miedo, sin mujeres y sin misas”.
    La barbarie anticatolica de los rojos, la prolongación imprevista de la guerra y la necesidad de ganar apoyo entre los católicos de otros países, hace que lo que en un principio era solo un intento de establecer una dictadura militar similar a la de Primo de Rivera, se convierta en una pretendida cruzada.

    1. En 1.910 y ya en su primer destino en el regimiento nº 8 del Ferrol, se inscribió en la Adoración Nocturna como adorador activo y fue vocal de la Junta directiva de dicha organización.

      Consta que en tiempo de la Segunda República y siendo capitán general de Baleares, acostumbraba a hacer Adoración nocturna en Palma de Mallorca en un turno formado por militares.
      Se demuestra así que la religiosidad de Franco no se improvisó ni empezó a crecer desde el 36, como han sostenido algunos, sino que venía de mucho antes.

  6. Desde tierras latinoamericanas que acogieron a miles de exiliados que huyeron del fascismo…hoy más que nunca pensamos que se debe resignificar totalmente el valle de cuelgamuros para que sirva de referente y aviso a las generaciones presentes y futuras de lo que supuso una nefasta dictadura que se sirvió del brazo de unos militares golpistas y una Iglesia al lado de un Catolicismo convertido en Ideología. Aprendamos del Cristo de los Pobres, en torno a la Asamblea de Tod@s

    1. «En la Jerusalén futura esto no será destruido.
      El Valle de los Caídos será uno de esos lugares donde esté perenne mi Cruz y donde no llegue la destrucción del hombre, por efecto milagroso, porque intentarán a toda costa derribarlo, incluso bombardearlo. Pero Yo os prometo que este lugar quedará para el Final de la Historia.
      Es un lugar que entierra los restos de una guerra fratricida por la religión, [1] donde también se ofrecen Misas por los enemigos de la fe, donde se pide perennemente por España en todas sus Misas y en todas sus oraciones, donde una Comunidad de monjes que me agradan, que son de mi Corazón, se ofrecen continuamente al Padre por sus hermanos, en Caridad ardiente».
      «Yo te prometo que, en virtud de tu oración, también saldrán vencedores de este nuevo ataque del Enemigo».
      «Podéis recomendar aquí vocaciones de jóvenes. Hacen lo que Yo les digo».
      EL REINADO EUCARÍSTICO, 25-08-2015

  7. Todo eso son tonterías. Fue una guerra civil, qué cruzada ni que ocho cuartos. Yo no me quedo con ninguna de las dos narrativas, sea de los fascistas o de los comunistas-anarquistas. Cada uno saca su discurso, colocándose en la cúspide de la razón. Eso es lo que trae la guerra civil, creerse en posesión de la verdad, para unos Dios, para otros la Historia (que viene a ser lo mismo). Una guerra civil no tiene vencedores, todos son perdedores. España es un país atrasado e inculto todavía, con cuarenta años de retraso respecto a las democracias europeas. Podía haber sido un país como los otros y no una dictadura fascista. Al menos, ahora que se nos ha regalado de democracia, seamos normales y pongamos las cosas en su sitio. El Valle de los Caídos tiene que ser un lugar de culto a la democracia y no al fascismo. Los obispos han hecho lo que debían. Firmar la paz de una vez.

    1. Un lugar de culto a la democracia, es como decir un lugar de adoración al maligno, hay que ser pero muy gilipo llas para decir semejante blasfemia. Por favor Infovaticana líbrennos a este tarado por lo menos en estos días de Semana Santa.

      1. Loado sea Dios, Franco acabó con el analfabetismo, y creó pisos subvencionados para la clase obrera, también luchó contra la insalubridad de las casas de entonces, contra la mortalidad infantil, etc…

        Además puso a España como la octava potencia mundial, no está mal para quien no tenía reservas de oro, y que empezó por la autarquía.

  8. TENGO MÁS DE OCHENTA AÑOS Y TENGO QUE DECIR EN HONOR A LA VERDAD, QUE DESDE QUE HICE LA COMUNIÓN, SOY VERDADERA CATÓLICA CRISTIANA GRACIAS A FRANCO. MIS PADRES LOS CATÓLICOS QUE BAUTIZABAN A LOS HIJOS Y SE CASABAN PÒR LA IGLESIA, PERO NO IBAN NUNCA A MISA A LA IGLESIA COMO NO FUERA A UNA MISA DE UN DIFUNTO. MI COLEGIO ERA DEL ESTADO Y GRACIAS A FRANCO, AUTENTICO CREYENTE, LOS PROFESORES QUE TENÍAMOS, OBLIGADOS A SER CATÓLICOS PRACTICANTES, HICE LA COMUNIÓN Y LA CONFIRMACIÓN CON EL COLEGIO, SIN MIS PADRES, TENGO UNA GRAN FORMACIÓN CRISTIANA GRACIAS A ÉL Y A LOS SACERDOTES BUENÍSIMOS QUE TUVE. QUE DIOS LE TENGA EN SU GLORIA.

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