Entrevista a Mons. José Ángel Saiz, arzobispo de Sevilla: «En Cuaresma le pido incesantemente al Señor la gracia de avanzar en el camino de la conversión»

José Ángel Saiz Meneses

En pleno ecuador de la Cuaresma del Año Jubilar 2025 el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, profundiza en esta entrevista concedida a InfoVaticana sobre la importancia de este periodo de preparación para la celebración de la Semana Santa.

P-¿Cómo puede vivir un cristiano la Cuaresma en el mundo actual marcado por la inmediatez y el consumismo?

R-La Cuaresma es como un largo retiro durante el cual debemos volver a entrar en nosotros mismos y escuchar la voz de Dios para vencer las tentaciones del Maligno y encontrar la verdad de nuestro ser. Es un tiempo de combate espiritual que hay que librar juntamente con Jesús, sin orgullo ni presunción, utilizando las armas de la fe, es decir, la oración, la escucha de la Palabra de Dios y la penitencia. De este modo podremos llegar a celebrar verdaderamente la Pascua, dispuestos a renovar las promesas de nuestro Bautismo. En este tiempo la Iglesia nos ayuda a centrarnos en Dios y a pensar en lo eterno frente a lo efímero. En la cultura consumista y presentista actual es preciso ordenar nuestra vida y defendernos ante las múltiples distracciones.

P-La Iglesia nos invita a profundizar en este periodo en la oración, el ayuno y la penitencia, ¿cómo recomendaría a los cristianos concretar estas prácticas cuaresmales?

R-La Iglesia, Madre y Maestra, nos recomienda tres prácticas cuaresmales: oración, ayuno y limosna. La oración nos une más a Dios, nos centra en él, nos ayuda a conocer y distinguir las cosas, a establecer un orden de prioridades, nos ayuda a descubrir que Dios es realmente el tesoro de nuestra vida. Si llegamos a experimentar que Dios es el centro de la vida, quien le da sentido y plenitud, entonces constatamos que no necesitamos tantas cosas materiales, que no son más que una rémora en el camino. El ayuno consiste en sacrificarse, y prescindir de muchas cosas que en realidad son perfectamente prescindibles, y que podemos entregar a los demás. Este compartir va más allá de lo que sería una limosna formal, y se convierte en fraternidad, en comunicación de bienes con quienes formo una familia. Oración, ayuno y limosna son tres prácticas cuaresmales íntimamente relacionadas que hacen nuestra vida más humana y más cristiana. Para concretar estas prácticas cuaresmales hemos de contemplar al Señor, que ora, se sacrifica, y da la vida por cada uno de nosotros, y hemos de contemplar a los hermanos, especialmente a los más necesitados. De esta doble contemplación, brotarán muchas consecuencias prácticas.

El desafío de nuestra sociedad nos llega a través de diferentes ámbitos: el cultural, el antropológico y el económico

P-¿Cuál cree que es el mayor desafío de la Iglesia para transmitir el mensaje de la Cuaresma a las nuevas generaciones?

R-Nos encontramos en un momento histórico de profundas transformaciones, más que en una época de cambios, nos hallamos en un cambio de época, como ha señalado el Papa Francisco. El desafío de nuestra sociedad nos llega a través de diferentes ámbitos: el antropológico, por la falta de sentido del sujeto posmoderno, por su liquidez y desvinculación; el cultural, por el subjetivismo y relativismo reinantes; el económico, por un liberalismo incontrolado que provoca cada vez más diferencias entre personas ricas y pobres y entre países ricos y pobres; el tecnológico, con lo que se ha dado en llamar el enjambre digital; el desafío de la sostenibilidad y el cuidado de la creación; el de la situación familiar, social y eclesial. En resumen, un desafío inmenso que sobrepasa absolutamente nuestras fuerzas. Pero Cristo nos dice: Tened valor: yo he vencido al mundo (Jn 16, 33). Él hace nuevas todas las cosas, nos comunica la vida divina que renueva la faz de la tierra y lo transforma todo. En este momento decisivo de la historia de la Iglesia y de la humanidad, el Señor nos envía a anunciar la Buena Nueva de la salvación. Nuestro anuncio se centra en la Persona de Jesucristo, y desde Cristo en el Padre y el Espíritu Santo. Cristo es el Salvador, que nos libra del pecado y de la muerte; es el Camino, la Verdad y la Vida, es la respuesta a los interrogantes, aspiraciones y desafíos del hombre de hoy, sobre todo de las nuevas generaciones. En esta Cuaresma del Año Jubilar nos ponemos en manos del Señor, que está siempre presente en nuestra vida y nos dará la fuerza para anunciar la Buena Nueva, y para transmitir el mensaje de la Cuaresma a las nuevas generaciones.

P-La Cuaresma es también un periodo en el que se nos invita a la conversión. ¿Qué aconseja para profundizar estos días en ese camino de conversión?

R-El espíritu de la Cuaresma se puede resumir con una palabra: conversión; significa cambiar de vida, volverse hacia Dios, dejar que renueve nuestro corazón. La Cuaresma es una peregrinación hacia el corazón de Cristo, hacia su misericordia infinita. Es un tiempo para dejarnos transformar por su amor, para que, al llegar a la Pascua, podamos resucitar con Él a una vida nueva. El primer paso en esta peregrinación cuaresmal es el reconocimiento de nuestra fragilidad y de nuestro pecado, y decir con el salmista: «Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa» (Sal 51, 3). No podemos experimentar la misericordia de Dios si no reconocemos que la necesitamos. El pecado nos aleja de Dios, pero Él nunca se aleja de nosotros. Por eso, la Cuaresma es un tiempo de arrepentimiento, de confesión, de volver a la casa del Padre como el hijo pródigo. El sacramento de la Penitencia nos ayudará a concretar las prácticas cuaresmales y a poner en práctica las obras de misericordia.

P-¿Cómo ve la evolución de la Semana Santa en Sevilla en los últimos años? ¿Se está perdiendo la esencia religiosa en favor del espectáculo?

R-Hay una idea que repito continuamente en las reuniones, charlas, conferencias, entrevistas: La Semana Santa es la celebración del Misterio Pascual de Nuestro Señor Jesucristo, es decir, de su Pasión, Muerte y Resurrección. Esta celebración tiene lugar fundamentalmente en los oficios que se celebran en la Catedral y en las iglesias, y también tiene lugar en los cultos externos, es decir, en las procesiones. Todos los elementos de la Semana Santa son importantes, pero no todos tienen la misma importancia. Por eso hemos de priorizar, y dar a cada elemento el lugar que le corresponde. Es muy importante que apuntemos a lo esencial, a lo profundo del misterio que celebramos, y que no nos quedemos en los aspectos superficiales. Este mensaje lo repito continuamente, hasta hacerme pesado.

La Piedad Popular es un tesoro en la vida de la Iglesia; un tesoro que se debe querer, valorar y acompañar. Hay que potenciar todo lo que contiene de positivo, que es mucho, y evitar los peligros, que tampoco faltan. En esa tarea nos hemos de aplicar tanto los pastores como todas las personas que tienen responsabilidades en el seno de las hermandades y cofradías. Para eso hemos celebrado en Sevilla el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular, para reflexionar y actualizar la vida y misión de las hermandades, que como bien señala el papa Francisco, es un lugar teológico. Creo que la Semana Santa hay que contemplarla dentro de este camino eclesial y magisterial que marca Evangelii Gaudium donde la piedad popular no puede ser considerada como una vivencia de la fe de segunda categoría. El espectáculo que viene asociado a la belleza de las expresiones de las hermandades en sus cultos externos no entra en contradicción si sabemos mantener la esencia del fin para el que viven las hermandades y cofradías: el culto, la formación y la caridad. Para ello es muy importante cuidar la vida espiritual, la formación y caridad de todos los miembros, especialmente de las Juntas de Gobierno.

Vivimos tiempos de secularización, y si se va perdiendo la fe, entonces es más necesario que nunca ofrecer un testimonio creyente, y expresarlo en la vida pública

P-En estos tiempos de secularización, ¿cree que la Semana Santa sigue siendo una catequesis viva para el pueblo?

R-Por secularización entendemos el creciente olvido de Dios y del hermano; el consumismo, el materialismo; el individualismo, la desvinculación y la liquidez personal. Vivimos tiempos de secularización, y si se va perdiendo la fe, entonces es más necesario que nunca ofrecer un testimonio creyente, y expresarlo en la vida pública. En este sentido hay que redescubrir la identidad y el sentido de las procesiones de Semana Santa para que sigan siendo lo que realmente son, cultos externos, actos de oración, expresiones vivas de catequesis para todos. No podemos entender a las hermandades y sus expresiones eclesiales de la fe, que se mantienen desde hace siglos, con análisis reduccionistas donde la fe queda eclipsada por los aspectos culturales. Su esencia profunda es la de una manifestación de la fe, y hoy más que nunca tienen una misión evangelizadora para llegar a las periferias geográficas y existenciales. Esta es la capacidad de la piedad popular y de esa religiosidad que no conoce fronteras en las ciudades o en los pueblos. En estos tiempos en los que se pretende ensombrecer a Dios no hemos de tener miedo a presentar la belleza de la fe a las personas alejadas, y de transitar en esa frontera donde la búsqueda de Dios se percibe en tantos contemporáneos nuestros. Es necesario acompañar pastoralmente a las hermandades porque la dimensión evangelizadora es un eje que las vertebra trasversalmente junto a los tres clásicos pilares como son el culto, la formación y la caridad. En estos tiempos la evangelización es una tarea cada vez más relevante para las hermandades. Las procesiones de la Semana Santa siguen siendo catequesis vivas para el pueblo y contribuyen a que la piedad popular sea un muro de contención frente a la secularización.

P-¿Qué opina sobre la creciente presencia de turistas en la Semana Santa? ¿Cómo se puede combinar el fervor religioso con el atractivo cultural?

R-El turismo es un fenómeno global, un hecho social y económico de múltiples dimensiones y que implica a las personas de muy diferentes maneras. Unas protagonizan los desplazamientos turísticos, otras participan en el turismo como trabajadores, o como promotores y agentes; otras son afectadas por ser residentes en un lugar que se convierte en destino turístico, como es nuestro caso. Por otra parte, Sevilla es un destino turístico muy valorado por su historia y cultura, y especialmente por su Semana Santa, en la que las hermandades tienen un protagonismo especial. Por eso es preciso armonizar los diferentes elementos, buscar el equilibrio entre la vida de los residentes sevillanos y la acogida a los turistas. Es una tarea que nos afecta a todos y que no está exenta de tensiones. Las hermandades en su vida diaria también acusan la despoblación de las parroquias del centro. Pienso que se puede aprovechar esta situación de presencia turística para dar a conocer nuestra historia de fe expresada en su rico patrimonio religioso y conjugarlo con propuestas de hondo calado catequético y pastoral. El Cabildo Catedral, por ejemplo, ofrece horarios de celebraciones diarias de la Santa Misa y de confesiones, y también propuestas de visitas con fines catequéticos y atención a grupos con necesidades educativas. La Semana Santa es un fuerte reclamo turístico en Sevilla y su provincia, pero no debe entrar en contradicción con los fines de las hermandades y su estación de penitencia.

P-¿Considera que dentro de las hermandades se procura vivir acorde a las enseñanzas de la Iglesia?

R-Ciertamente, en las hermandades se enseña a vivir de modo acorde con las enseñanzas de la Iglesia. Ahora bien, los miembros de las hermandades, como los demás miembros de la Iglesia, somos pecadores llamados a la santidad, y estamos en camino de conversión. Todas las hermandades, como asociaciones públicas de la Iglesia que son, tienen unas reglas aprobadas que regulan la vida de la propia hermandad, el culto, la formación y caridad. También están acompañadas por la Delegación Diocesana de Hermandades y Cofradías, y por la de Asuntos Jurídicos; por otra parte, tienen un director espiritual que acompaña la vida de hermandad, que es vida de Iglesia. Como en todas las realidades humanas, se pueden presentar dificultades y conflictos, que se resuelven con oración y diálogo. Cuando las visito con motivo de la celebración de una función principal de instituto o en la bendición de una nueva casa hermandad o en unas jornadas de formación o caridad, percibo un buen ambiente de vivencia de la fe, y encuentro mucha generosidad en la caridad que ejercitan, y descubro a muchas personas que llevan una vida ejemplar. Creo que estamos en un buen momento para seguir avanzando con mayor conciencia de que todos los cofrades son, como dice el Papa Francisco, discípulos misioneros.

En Cuaresma le pido incesantemente al Señor la gracia de avanzar en el camino de la conversión

P-¿Cómo se prepara usted para vivir la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor?

R-La Cuaresma se vive muy intensamente en Sevilla ciudad y en toda la archidiócesis. Hay un ritmo externo trepidante, que absorbe mucho tiempo y muchas energías. Por eso procuro cuidar también una preparación interior conforme a las prácticas cuaresmales que la Iglesia propone. Dedico más tiempo a la oración, a la lectura y meditación de la Palabra de Dios, al examen de conciencia; procuro poner especial fervor e intensidad en la celebración de la Eucaristía y la Penitencia; también ofrecer sacrificios al Señor, sobre todo las penitencias no buscadas, y ofrecer la pequeña cruz de cada día desde la unión con Él. En Cuaresma le pido incesantemente al Señor la gracia de avanzar en el camino de la conversión, de dejarme cambiar el corazón; de dejar que pode el árbol de mi vida, que corte las ramas muertas, enfermas y superfluas, para que renazca la vida; le pido la gracia de morir a mí mismo para poder dar un fruto abundante.

P-¿Cuál es su momento favorito de la Semana Santa sevillana?

R-Me resulta imposible destacar un único momento. Los momentos más importantes e intensos son las celebraciones litúrgicas: la Misa Crismal, con la renovación de las Promesas Sacerdotales; La Misa vespertina de la Cena del Señor, con la institución de la Eucaristía y el Sacerdocio; la Celebración de la Pasión del Señor, con su entrega en la Cruz por nuestra salvación; la Vigilia Pascual, celebrando su Resurrección. Hay también momentos muy especiales en los cultos externos, en las procesiones, al ver el fervor y el amor de tantas personas a Nuestro Señor y a María santísima; de todas las edades, de todas las condiciones sociales, de tantos lugares. Me llega al corazón ver familias enteras en las sedes de las hermandades, cuando se visten de nazarenos o cuando están esperando el paso de las cofradías. Por ejemplo, cuando madres con bebés en los brazos vestidos de nazarenos o de monaguillos, ver cómo les hablan de Jesús y de María, y les inculcan el fervor y el amor; es lo que el Papa Francisco llama el dialecto materno. Esto se vive con mucha naturalidad en Sevilla. Después, cuando voy cruzando las calles al encuentro de las hermandades para saludarlas o acompañarlas, disfruto del encuentro con las personas y de escuchar su forma de explicar las devociones familiares.

P-Si pudiera quedarse con una única imagen o paso procesional, ¿cuál sería y por qué?

R-No es posible quedarme con una imagen. Pero me gusta estar presente en las hermandades llamadas de vísperas, que recorren su estación de penitencia por sus barrios antes de la Semana Santa. Ahí podemos ver la alegría de la fe del pueblo en torno a sus devociones. Otro momento es cuando el nazareno de la Borriquita, un niño pequeño, pide la venia en la tarde del Domingo de Ramos para iniciar la estación de penitencia al inicio de la carrera oficial en la Campana y de esta forma comienza la primera de todas las hermandades que van a la Catedral en su estación de penitencia. También el paso de las hermandades por la Catedral de Sevilla es otro momento más recogido y que es acompañado por la oración de los hermanos de esa cofradía que está pasando por las naves del templo. Otra imagen sería cuando visito en las mañanas los templos de las hermandades que harán la estación de penitencia por la tarde o la noche. Rezamos delante de los pasos a las Sagradas Imágenes y ofrezco unas palabras de ánimo. Siempre observo que hay juventud, y eso es un signo de esperanza para la Iglesia y el mundo, que tanto lo necesitan.