En una carta pastoral publicada esta semana, el Obispo de la Diócesis de Arlington, Michael F. Burbidge, se pronunció sobre la fecundación in vitro (FIV), abordando las complejas implicaciones morales, éticas y espirituales de esta práctica.
En el documento, el prelado estadounidense argumenta que, si bien el deseo de tener hijos es natural y profundamente humano, los métodos que se utilizan para satisfacer este anhelo deben respetar la dignidad inherente de todas las personas, incluidos los embriones concebidos en laboratorio.
El Obispo Burbidge inicia su reflexión recordando que Dios es el autor de la vida y que su designio para la familia humana se basa en un amor auténtico, entendido como “la voluntad de hacer el bien al otro”. Desde esta perspectiva, el obispo señala que cualquier acción que instrumentalice, degrade o dañe al ser humano es incompatible con el amor verdadero.
La fecundación in vitro, argumenta, constituye una de esas acciones que, aunque bien intencionadas, terminan tratando a los seres humanos —en este caso, los embriones— como objetos desechables o instrumentos para cumplir deseos personales.
El costo humano de la FIV
Uno de los puntos más contundentes de la carta es el análisis de las consecuencias de la FIV para los embriones humanos. El Obispo Burbidge subraya que, desde que se introdujo esta tecnología en 1978, se han generado más de 12 millones de nacimientos, pero este logro tiene un alto costo ético. Por cada niño nacido mediante FIV, se estima que decenas de millones de embriones han sido destruidos, congelados o abandonados en nitrógeno líquido.
“La FIV crea vida y la destruye”, afirma, describiendo esta práctica como una profunda injusticia moral. Según el prelado, el descarte de embriones considerados «indeseables» o «innecesarios» contradice el principio de que toda vida humana es sagrada desde el momento de la concepción.
Posición de la Iglesia
El obispo también critica que la FIV desplace el papel central del amor conyugal en el proceso procreativo. En lugar de ser fruto de la unión amorosa y personal entre un hombre y una mujer, el acto procreativo se delega a un proceso técnico que, según Burbidge, despoja a la procreación de su dimensión humana y espiritual.
“La tecnología reemplaza el abrazo natural y amoroso de los esposos por un procedimiento de laboratorio, reduciendo a las personas a meros objetos de un proceso técnico”, señala, citando las advertencias del Papa Francisco sobre los peligros del “paradigma tecnocrático” en las relaciones humanas.
El obispo de Arlington afirma que «la Iglesia recuerda a los fieles y a todas las personas de buena voluntad que la FIV seguiría siendo injusta y moralmente incorrecta incluso si no se destruyeran o descartaran niños embrionarios. Aunque la FIV y otros procedimientos similares se describen comúnmente como “tecnologías de reproducción asistida”, la Iglesia observa que tales procedimientos de hecho reemplazan, en lugar de ayudar, la autodonación amorosa de los esposos que se manifiesta en el amor conyugal procreativo y unitivo».
La dignidad de los niños concebidos por FIV
A pesar de su oposición a la FIV, el Obispo Burbidge enfatiza que cada niño concebido mediante este método posee una dignidad humana inalienable. En este sentido, la Iglesia rechaza cualquier intento de discriminar o desvalorizar a quienes nacen a través de esta técnica.
Sin embargo, insiste en que el fin no justifica los medios y que el acto mismo de concebir vida mediante procedimientos que instrumentalizan a los seres humanos sigue siendo moralmente inaceptable.
El impacto social y político
La carta también aborda las implicaciones sociales de la FIV, señalando que esta práctica ha abierto la puerta a una serie de problemáticas éticas y jurídicas, como la gestación subrogada y la selección eugenésica de embriones. Según el obispo, la facilidad con la que la FIV permite que personas solteras o parejas no casadas obtengan hijos, a menudo a través de donantes anónimos o madres subrogadas, vulnera el derecho natural de los niños a tener una madre y un padre.
Además, critica los esfuerzos por parte de algunos sectores gubernamentales para financiar o incluso imponer la FIV como un derecho, argumentando que esto podría llevar a la explotación de los más vulnerables y a una peligrosa concentración de poder estatal sobre la vida humana.
Alternativas éticas
El Obispo Burbidge destaca que la Iglesia no se limita a condenar la FIV, sino que también promueve alternativas éticas para abordar la infertilidad. Entre estas se encuentran tratamientos restaurativos como la NaProTechnology, que buscan tratar las causas subyacentes de la infertilidad sin recurrir a métodos que comprometan la dignidad humana.
Asimismo, anima a las parejas que no pueden concebir a considerar la adopción o a ejercer una paternidad y maternidad espirituales, ofreciendo su amor y apoyo a quienes más lo necesitan en sus comunidades.
En sus palabras finales, el obispo hace un llamado a los fieles católicos y a todas las personas de buena voluntad a reflexionar sobre los desafíos morales de la FIV y a acompañar con compasión a quienes enfrentan el dolor de la infertilidad. Al mismo tiempo, insta a los legisladores y líderes sociales a promover políticas que respeten la dignidad de la vida humana y apoyen a las familias sin recurrir a prácticas que violen los principios éticos fundamentales.
“Dios quiere nuestra perfección y santidad, para que todos podamos tener un futuro lleno de esperanza”, concluye, recordando que incluso en medio de los desafíos, siempre hay un camino hacia la verdadera felicidad y el amor pleno que respeta la dignidad de cada persona.
Ayuda a Infovaticana a seguir informando
Para esto estan los buenos obispos, para arrojar luz y doctrina sobre las tinieblas.
No puedo esar del todo cierto, pero a primeras luces me parece que esta posición es incorrecta y deriva del trasforndo filosófico personalista que hoy domina la teología vaticana, por decirlo de alguna manera. No me refiero a los embriones desechados, que eso ciertamente es monstruoso, sino a utilizar un método artificial para permitir una acción natural, como es la fertilización.
Es lícito usar muleta o gancho si se me lesiona un pié o pierdo una mano? Es lícito un corazón o un ojo artificial para suplir dichas funciones si sufro una inutilización de dichos órganos? Por qué si esto es lícito, no lo es un procedimiento para suplir una carencia análoga en la fertilización? Eso del «abrazo de los esposos» me suena como un remedo emocionalista personal, muy al estilo de esa teología empalagosa de JP II.
Siguiendo ese ejemplo, si pierdo una mano, no debiese usar una prótesis, o incluso una cuchara, porque el acto de comer debe realizarse «con el afecto que sólo permite el tacto humano».
Tiene la respuesta más abajo.
Casi diría que coincido con usted.
Las condenas de Pío XII contra la inseminación artificial y la fecundación in vitro son lógicas, conlleva desechar embriones, y la de la donación de esperma también por cuanto es para terceros (ya se lo dona el marido a su mujer durante el acto).
«… el acto mismo de concebir vida mediante procedimientos que instrumentalizan a los seres humanos sigue siendo moralmente inaceptable».
Si por instrumentalizar entendemos criarlos en granjas como los nazis lo veo claro, pero, ¿qué tiene de malo usar los avances científicos para ayudar a concebir de su marido a una mujer que fisiológicamente tiene una tara?
¿Y mantener la vida mediante procedimientos que instrumentalizan a los seres humanos?
¿Sería moral un trasplante de un órgano crecido en un receptor porcino?
¿No acabaremos como los testigos de Jehová, nada de trasfusiones que dice la Biblia que la sangre es el alma del cuerpo?
“En lugar de ser fruto de la unión amorosa y personal entre un hombre y una mujer, el acto procreativo se delega a un proceso técnico que, según Burbidge, despoja a la procreación de su dimensión humana y espiritual”.
¡Qué poético!
Cuando la María le dice al Paco que está embarazada del cuarto y que le van a poner de nombre “Ogino” (“Goma rota” como al indio no, porque es pecado), puede ese niño estar seguro de que viene fruto de “la autodonación amorosa de los esposos que se manifiesta en el amor conyugal procreativo y unitivo».
Del unitivo sí, pero del procreativo… ya le pesa al Paco y la María; otra cosa es que lo acepten y quieran porque es voluntad de Dios, como las cruces, y el instinto es el instinto.
*transfusiones.
«utilizar un método artificial para permitir una acción natural, como es la fertilización»
Se contradice: la fertilidad (quien la posea) es natural. Fertilizar artificialmente ¿cómo va a ser natural? No puede ser al mismo tiempo natural y artificial.
«Es lícito usar muleta o gancho…»
Todos los ejemplos que da no son equiparables a este caso. La cuestión no es el uso de algo artificial, sino que en este caso están implicados seres humanos (los cigotos lo son, en su primera fase de su desarrollo), no son comparables con muletas, ojos de cristal, ni corazones. Por otro lado, tener hijos no es una obligación, ni uno sufre menoscabo físico por no tenerlo y disminución de otras capacidades (poder andar, curar una cardiopatía que podría matar), ni es sólo una cuestión estética (como el ojo de cristal o una peluca). Está forzando argumentos y fingiendo que no existen documentos que resuelven en detalle sus presuntas dudas (que no son tales).
Aquí tiene, para que se informe:
1.- Condenas de Pío XII de entre 1946 y 1956 contra la inseminación artificial, la fecundación in vitro y la donación de esperma (en el II Congreso Mundial sobre Fertilidad y Esterilidad Humana, en la alocución a las Parteras Católicas Italianas, y en el II Congreso Mundial de Doctores Católicos).
2.- Catecismo de la Iglesia Católica, n° 2377
3.- «Humanae vitae», de Pablo VI.
4.- «Donum vitae», de Juan Pablo II.
5.- «Dignitas personae», de Benedicto XVI.
Ahí tiene respuestas a sus ejemplos mal traídos y a cualquier otra ocurrencia con la que intente salir al paso.