En su catequesis de este miércoles, el Papa Francisco profundizó en los «frutos del Espíritu Santo», destacando su importancia como resultado de la acción conjunta entre la gracia divina y la libertad humana.
Durante su intervención, en una plaza de San Pedro en la que se volvieron a ver muchas sillas vacías, el Pontífice explicó que estos frutos, enumerados por San Pablo en la Carta a los Gálatas, incluyen virtudes como el amor, la alegría, la paz y la paciencia, y subrayó que son accesibles para todos los fieles, independientemente de su función dentro de la Iglesia.
Francisco hizo especial hincapié en la alegría, describiéndola como un fruto distintivo del Espíritu que no se agota con el paso del tiempo y se multiplica al compartirla. «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida de quienes se encuentran con Jesús», recordó, citando *Evangelii Gaudium*. Asimismo, puso como ejemplo la vida de San Felipe Neri, conocido como el «santo de la alegría», cuya profunda conexión con Dios le permitía transmitir felicidad a los demás. El Pontífice concluyó su mensaje animando a los creyentes a vivir con el gozo de Cristo en el corazón, afirmando: «Dios perdona siempre, y esa es la verdadera alegría».
Les ofrecemos la catequesis completa pronunciada por el Papa:
Catequesis. El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al Pueblo de Dios al encuentro con Jesús, nuestra esperanza 14. Los dones de la Esposa. Los carismas, dones del Espíritu para el bien común.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Después de haber hablado de la gracia santificante y de los carismas, quisiera detenerme hoy en una tercera realidad vinculada a la acción del Espíritu Santo: los «frutos del Espíritu». ¿Qué cosa es el fruto del Espíritu? San Pablo ofrece una lista de éstos en su Carta a los Gálatas. Escribe: «el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia» (5,22). Nueve frutos del Espíritu. ¿Pero qué cosa es este “fruto del Espíritu”?
A diferencia de los carismas, que el Espíritu concede a quien quiere y cuando quiere para el bien de la Iglesia, los frutos del Espíritu – repito: amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad, dominio propio – son el resultado de una colaboración entre la gracia y la nuestra libertad.
Estos frutos expresan siempre la creatividad de la persona, en la que «la fe obra por medio de la caridad» (Gal 5,6), a veces de forma sorprendente y llena de alegría.
No todos en la Iglesia pueden ser apóstoles, profetas, evangelistas; pero todos indistintamente pueden y deben ser caritativos, pacientes, humildes, constructores de paz, y etcétera. Todos nosotros, si, debemos ser caritativos, debemos ser pacientes, debemos ser humildes, artífices de paz y no de guerra.
Entre los frutos del Espíritu indicados por el Apóstol, me gustaría destacar uno de ellos, recordando las palabras iniciales de la exhortación apostólica Evangelii gaudium: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.» (n. 1). A veces habrá momentos tristes, pero siempre existirá la paz. Con Jesús existe la alegría y la paz.
La alegría, fruto del Espíritu, tiene en común con cualquier otra alegría humana un cierto sentimiento de plenitud y satisfacción, que hace desear que dure para siempre. Sin embargo, sabemos por experiencia que eso no ocurre, porque todo aquí abajo pasa rápidamente: Todo pasa rápidamente. Pensemos juntos: la juventud, pasa rápidamente, ¿la salud, las fuerzas, el bienestar, las amistades, el amor… duran cien años? Pero después no más.
Por otra parte, aunque estas cosas no pasaran rápidamente, después de un tiempo ya no son suficientes, o incluso se vuelven aburridas, porque, como dijo San Agustín a Dios: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» [1]. Existe la inquietud del corazón por buscar la belleza, la paz, el amor, la alegría.
La alegría del Evangelio, la alegría evangélica, a diferencia de cualquier otra alegría, puede renovarse cada día y volverse contagiosa. «Sólo gracias a ese encuentro —o reencuentro— con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la auto referencialidad. […] Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?» (Evangelii gaudium, 8). Esta es la doble característica de la alegría que es fruto del Espíritu: no sólo no está sujeta al inevitable desgaste del tiempo, ¡sino que se multiplica al compartirla con los demás! Los demás. Una verdadera alegría se comparte con los demás, y se “contagia”.
Hace cinco siglos, vivía en Roma un santo llamado Felipe Neri. Él pasó a la historia como el santo de la alegría. A los niños pobres y abandonados de su Oratorio les decía: “Hijos, estén alegres; no quiero escrúpulos ni melancolía; me basta con que no pequen”. Y todavía: “¡Sean buenos, si pueden!”. Menos conocida es, sin embargo, la fuente de la que procedía su alegría. San Felipe Neri sentía un amor tal por Dios que a veces parecía que el corazón le iba a estallar en el pecho. Su alegría era, en el sentido más pleno, un fruto del Espíritu. El santo participó en el Jubileo de 1575, que enriqueció con la práctica, mantenida posteriormente, de visitar las Siete Iglesias. Fue, en su época, un verdadero evangelizador a través de la alegría. Y tenía esta característica de Jesús: perdonaba siempre, perdonaba todo. Quizás alguno de nosotros puede pensar: “pero he cometido este pecado, y esto no tendrá perdón…”. Escuchen bien: Dios perdona todo, Dios perdona siempre. Y esta es la alegría: ser perdonados por Dios. A los sacerdotes y a los confesores siempre digo: perdonen todo, no preguntar mucho, pero perdonar todo, todo y siempre.
La palabra «evangelio» significa buena nueva. Por tanto, no se puede comunicar con caras largas y rostro sombrío, sino con la alegría de quien encontró el tesoro escondido y la perla preciosa. Recordemos la exhortación que San Pablo dirigió a los creyentes de la Iglesia de Filipos, y que ahora nos dirige a todos nosotros: «Estén siempre alegres en el Señor, les repito estén alegres, y den a todos muestras de un espíritu muy abierto. El Señor está cerca» (Fil 4,4-5).
Queridos hermanos y hermanas, alégrense con la alegría de Jesús en el corazón. Gracias.
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Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, de modo particular a los miembros de ESNE, El Sembrador, y les agradezco su labor evangelizadora a través de los medios de comunicación. El próximo domingo vamos a empezar el Adviento; es un tiempo de preparación a la Navidad. Vivamos este tiempo de gracia irradiando la alegría que es fruto del encuentro con Jesús. Que Dios los bendiga y que la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
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Anuncio y llamamiento
No olvidemos al martirizado pueblo ucraniano. Sufre demasiado. Y ustedes niños, muchachos, piensen en los niños y en los muchachos ucranianos que sufren en este tiempo, sin calefacción, con un invierno muy duro, muy fuerte. Recen por los niños y los muchachos ucranianos. ¿Lo harán? ¿Rezarán? Todos ustedes. No lo olviden. Y recemos también por la paz en Tierra Santa; Nazaret, Palestina, Israel … que haya paz, que haya paz. La gente sufre demasiado. Recemos por la paz todos juntos.
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«La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.»
Evangelio es la buena noticia. Una noticia interior que nos invade cuando la dejamos entrar. Y, sí, esa alegría llena el corazón de los que están con Jesucristo. Pero, quién es Jesucristo? Si solo fuese una persona que vivió hace 2000 años, de poco nos serviría ahora. Jesucristo es nuestra esencia, aquí y ahora. No alguien o algo que vendrá a salvarnos cuando nos vayamos de este mundo. Jesucristo es el verdadero Yo. Está ya presente en nuestros corazones.
No interesa.
XXY, una noticia interior… que debe hacerse exterior por una evangelización activa, constante e irrenunciable. Una buena nueva que se queda en el interior es una estafa, debe anunciarse en todo lugar, especialmente allí donde esa buena nueva es reprobada o calumniada, pretendiendo silenciarla y reemplazarla por pseudoevangelios que proponen falaces liberaciones o utopías terrenales.
¿Por qué los llama usted Pseudo evangelios? ¿Cómo sabe que el evangelio de Tomás no es el verdadero evangelio de Jesús? ¿Solo porque la Iglesia romana diga que solo sirven los cuatro evangelios canónicos, debemos todos olvidarnos de que hay muchos más que cuatro, muchos de los cuales fueron destruidos por los mismos de la Iglesia de Roma? El tiempo ha llegado de salir del cascarón hidaspes, y de pensar por uno mismo, y de experimentar la verdad por uno mismo, y no dejandose atemorizar por extemporáneas amenazas de personas que viven presas del miedo provocado por los mismos que ellos han entronizado. La Iglesia de Roma se ha basado siempre en el miedo y en la represión hacia todo lo que haga que las personas puedan encontrar a Dios. El verdadero Dios, no la caricatura del padre celestial que juzga a las personas y las castiga al fuego eterno por cualquier bobada.
Qué fantasías tan viejunas. Esas supercherías, propias de auténticos ignorantes, ya no las sostiene nadie (ni antes quien tuviera unos estudios mínimos). Tire el libro «La teología según Belén Esteban», que le está friendo el cerebro (aún más). Y a ver si aprende a usar la IA, que no es tan difícil (para usted supongo que sí).
BUJARRILLA DEL ABECEDARIO
De verdad, es que no he llegado ni a leerte en diagonal. ¿De verdad no pillas, que no interesas a nadie? Cualquier comentario tuyo que pretenda hablar de religión o cualquier tema medio serio, no deja de ser una tontería, una bobada o una ocurrencia de alguien, con diversos problemas internos. Primero arreglate la cabeza, y luego ya si eso nos cuentas, majete. Tienes mucho que solucionarte, antes de pretender dar consejitos a nadie.
Por favor. Que vuelvan a colocar espejos en el Vaticano. Deduzco que en 2013 los retiraron.
¡Ah, Bergogliucho, bergogliucho!
¡Pillín, pillín! ¡Cómo te traiciona tu subconsciente! «Por tanto, no se puede comunicar con caras largas y rostro sombrío,»
Exacto, Paco. Así que cambia el semblante.
La alegría puede acompañar la evangelización, pero no agota el mandamiento del apostolado. Se puede evangelizar en silencio, en recogimiento, en respeto reverencial, incluso en tristeza, como hacemos en Viernes Santo, llegada la hora de la crucifixión del Señor. Incluso con la contundencia y el ejercicio de la fuerza se puede evangelizar, si se diera el contexto para ello.
Poner el énfasis en la faceta sentimental es alimentar la crisis de la Iglesia, que necesita más apologética, más diálogo fértil entre fe y razón, y no shows impactantes, que acaban por ser esclavos de la pasión, y por ello, de nuestros pecados.
Pues nada, nada, que Bergoglio, se aplique sus palabras y conteste los Dubia de una p vez, que es su principal trabajo, no tirarse cuescos veganos levanta capas y martirizar a sus cercanos.